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Paul Hawken: “No es posible alimentar al mundo con el sistema agrícola actual”

El empresario, escritor y activista ambiental Paul Hawken, estará en Chile dando una charla sobre la agricultura regenerativa, un modelo que replica los procesos de la naturaleza, sin perder por ello productividad ni calidad. “Debemos organizar la sociedad humana para que imite al mundo natural”, plantea.

A mediados de los ochenta, cuando la economía mundial se desregulaba y el crecimiento no tenía apellido, pues había que crecer a como diera lugar, un empresario estadounidense llamó la atención por sus ideas a contracorriente.

Paul Hawken (1946), tras tener éxito con diversos negocios que alentaban la agricultura local y orgánica, decidió promover, mediante columnas y libros superventas —como La ecología del comercio o el más reciente Carbono— otro tipo de capitalismo, más sustentable.

Desde entonces Hawken no abandona el compromiso con la causa ambiental, siempre a partir del optimismo, con propuestas y soluciones concretas. Algunas de ellas, como la relevancia de empujar la agricultura regenerativa, las compartirá en el Campus San Joaquín este martes 8 de julio, en un encuentro organizado por el Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA) y por Nestlé.

Siendo realistas, ¿es posible alimentar actualmente a 8 mil millones de personas sin degradar el planeta?

Buena pregunta. No, no es posible alimentar al mundo con el sistema agrícola actual. El suelo se está erosionando, los pastizales se están secando, las poblaciones de polinizadores están disminuyendo drásticamente y la escorrentía de fertilizantes químicos, que viajan a través del agua de lluvia, ha creado 500 zonas muertas en el océano, donde hoy solo pueden vivir las medusas.

Ante ese escenario, usted propone la agricultura regenerativa. ¿Existe algún ejemplo de ella hoy en el mundo que pueda ofrecer una alternativa real?

La agricultura regenerativa es el método de producción de alimentos de mayor crecimiento en el mundo actualmente, ya que es la única práctica que puede perdurar y restaurar nuestras granjas y pastizales. Desde Ruanda hasta Australia, de Japón a India, de California a Brasil, existen miles de granjas ecológicas prósperas que practican la agricultura regenerativa. En Chile también: la granja de arándanos Pitaya, las viñas Emiliana y Matetic, las estaciones de ensayo de papa del INIA en Magallanes, y muchas más. Hay una famosa canción pop estadounidense de Johnny Lee en la que se lamenta de haber “buscado el amor en los lugares equivocados”. En resumen, ese ha sido el movimiento climático hasta ahora.

¿Es lo que también ocurre con la retórica ambiental, sindicando al carbono como el principal culpable de la crisis? ¿Ha sido un error enfocarse en él de esa manera?

La retórica climática común trata y describe al carbono como una cosa, un objeto, el mismo tipo de pensamiento que causó la crisis en la que nos encontramos. Desde la Doctrina del Descubrimiento, promovida por la Iglesia en 1452, las sociedades occidentales cosificaron el mundo viviente, sus recursos y sus pueblos. Esto dio vía libre a la colonización, la pérdida de tierras tradicionales y a la economía extractiva que hoy nos amenaza a todos. Pero cada una de nuestras billones de células contiene más de mil millones de átomos de carbono. El carbono es un flujo que anima cada pensamiento, cada caricia; a cada agente polinizador; también a cada risa y cada niño.

Su último libro, de hecho, es un homenaje al carbono. ¿Cómo se puede volver a valorar este elemento sin dejar de evitar sus emisiones a la atmósfera?

Enamorarse del carbono es ver, sentir y experimentar la vida, por dentro y por fuera. Observar un colibrí, reír con un amigo, saborear una cereza, sentarse junto a un río: todo el mundo está vivo gracias al carbono. La gratitud, entonces, es el camino a seguir. Decir que necesitamos luchar y combatir la crisis climática es repetir lo que nuestra sociedad ha estado haciendo durante demasiado tiempo. No tenemos una crisis climática, pues el clima no puede tener una crisis. Lo que tenemos es una crisis humana. No se trata de evitar emisiones, sino de organizar la sociedad humana para que imite al mundo natural. Hay 8,7 millones de especies en el planeta, pero somos los únicos que le colocamos un doble vidrio a la atmósfera. El clima es nuestro maestro, no nuestro enemigo. Se trata de retroalimentarnos de él.

Aunque casi todo el mundo afirma estar trabajando por la sostenibilidad, ¿es posible distinguir qué empresas están realmente transformando sus procesos y cuáles simplemente están haciendo greenwashing?

Si una empresa usa la palabra sostenibilidad, significa que ha cambiado algo de lo que hace para reducir su impacto negativo. Y puede también indicar sus aspiraciones. A menudo se dice que la sostenibilidad es una palabra ambigua, pues significa lo que cada uno quiera que signifique. La sostenibilidad es acientífica, inmensurable y poco eficaz. Por eso abogo por la regeneración: es un proceso innato, presente en todos los seres vivos, incluyendo plantas, microorganismos, fitoplancton y animales. Es el modo de vida por defecto.

A los estados les ha costado mucho ponerse de acuerdo y tomar medidas globales efectivas contra el cambio climático. En el caso de las empresas privadas, ¿están haciendo lo suficiente para ser verdaderamente sostenibles?

Los gobiernos han hecho muy poco. Eso demuestra que regenerar el mundo vivo no es una solución que llegará impuesta desde arriba. El ideal de que las COP (este año será la número 30, en Brasil) traerían cambios significativos y globales nunca se materializó. En cambio, algunas empresas privadas están adoptando medidas innovadoras, pero sigue siendo una pequeña minoría. Hay muy pocas compañías que se toman en serio la regeneración. Por ahora, son principalmente los estados y empresas de países insulares, que se ven abrumados por el aumento del nivel del mar, los que se toman en serio el clima.P

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