Pulso

Nunca fui a la cama con una inversión fea, pero....

“Nunca fui a la cama con una mujer fea, pero ciertamente desperté con algunas” cantaba Bobby Bare y lo recordaba Warren Buffett en alguna de sus cartas a los accionistas de Berkshire. Obviamente tuve que escuchar esta canción country y encontré sabiduría mundana en reflexiones como: “No es divertido como el licor y el parpadeo de la vela te hace ver las cosas de manera diferente”, o “más de una mañana me encontré tendido ahí gimiendo, llorando, ‘Señor, ¿qué es lo que hice?’ Agarrándome la cabeza mientras me deslizaba de su cama tratando de no dejar ninguna huella”.

Mi intención con lo anterior no es hacerle recordar algún pecado de juventud pero sí hacer una analogía con lo que puede estar sintiendo si es que en los últimos años compró algún blue chip del mercado local. Seguramente usted fue a la cama con una empresa linda y ahora debe estar pensando: ¿en qué estaba pensando? Recuerdo a modo de ejemplo un programa radial de hace unos cinco años cuando Lan andaba por los $15 mil. Alguien hacía algunas cuentas relacionadas a lo que la administración de Lan iba a lograr traspasando a Tam sus buenos resultados. Claramente no estaban invitados al programa Charlie y Warren, quienes con sus 180 años de experiencia combinada hubiesen dicho cosas como: “Cuando ejecutivos de buena reputación se hacen cargo de negocios de mala, quien mantiene la reputación es el negocio”, o “un enorme favor a generaciones de inversionistas se hubiese hecho derribando el planeador de los Wright”. Pero la conversa estaba en otra, incluso alguien comentó que no importa el precio porque Lan es una acción que simplemente tienes que tener en tu portfolio.

Qué hacer ahora se estará preguntando usted. Primero que nada, recordar la próxima vez que el mercado se caliente (y lo va a hacer) que el medioambiente y usted mismo van a estar bajo la influencia del alcohol, por lo que las cosas se van a ver de manera diferente: si va a beber no conduzca ni compre acciones.

Lo segundo, es que no hay mal que dure 100 años, por lo que puede aplicar una técnica recomendada por Chris Mayer (un estudioso de 100-baggers) conocida como el “tarro de café”. En el lejano oeste los cowboys, con la misma sabiduría con que escribían canciones, colocaban sus pertenencias más valiosas (una pepita de oro, un anillo, un retrato de la familia) en un tarro de café y lo dejaban por ahí escondido, casi para siempre. Pasaban los indios y bandidos, les quemaban la casa pero los bienes más preciados se conservaban. Uno de los fondos más exitosos del siglo XX y de lo que va del XXI (Voya Corporate Leaders Trust Fund) llevó esta técnica al extremo: sus fundadores compraron en 1935 acciones de empresas líderes y decretaron no venderlas jamás. Algunas siguen tal como cuando se compraron, caso de GE, P&G, Dow o DuPont (no por mucho tiempo estas últimas); otras llegaron como un spin-off de alguna de las originales, como Honeywell o CBS; algunas tienen hoy otro nombre, como Exxon; otras se fusionaron; y otras desaparecieron. Lo interesante es que el fondo sin comprar ninguna acción en 80 años ha mantenido su magia incluso en el “último tiempo” con rendimientos mejores que el 98% de sus competidores en los últimos 10 años (y 5 también).

En resumen, tome sus Lan, SQM, Entel, Cap, Cencosud, et al. y póngalas en el tarro de café, escóndalo por ahí para no verlas, y ábralo en unos diez años más (no hay que exagerar tampoco). Una grata sorpresa se va a llevar.

*El autor es ingeniero civil PUC y MBA The Wharton School.

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