Qué Pasa

Hoy en el diván: madre y jefa a la vez

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¿Cómo es que, siendo tan inteligentes los niños, son tan estúpidos la mayor parte de los hombres? Debe ser fruto de la educación.

Alexandre Dumas

Una de las oportunidades más atractivas que brinda ser coach en programas de liderazgo institucionales, es que uno puede llegar a personas que jamás acudirían voluntariamente. Y fue en uno de estos programas que conocí a Verónica, de quien su superior directo y el Gerente de Recursos Humanos me dijeron era la personificación del estilo de liderazgo que esperaban para los demás jefes.

Para mi sorpresa, la decepción fue grande nada más conocer a Verónica, pues era evidente que estaba molesta. Y no tenía pelos en la lengua. En cuestión de minutos y tras un diplomático intercambio de credenciales, me dijo que le cargaban los coach, la PNL y toda la psicología que busca manipular a las personas. "Perdona que te lo diga, pero también me cargan los psicólogos".

Fue una partida dura, pero lo bueno fue que mi cliente, al ser un programa propuesto "desde arriba", accedió a someterse a él e inmediatamente sacó su agenda para coordinar las 10 sesiones del programa.

Resuelta la logística, Verónica me describió a su equipo. Para mi sorpresa, eran todas mujeres, dato en el que mi cliente no había reparado. Al igual que mi coachee, la mayoría del equipo eran abogadas movidas por una fuerte vocación pública. El único hombre a la redonda era Jaime, su jefe y amigo. Tan amigo, que casi todos los días lo pasaba a buscar a su casa y en el trayecto a la oficina aprovechaban para revisar la agenda del día. Era un viaje crucial, pues de ahí en adelante, era difícil saber algo de Jaime.

Para la segunda sesión Verónica llegó preparada y me mostró un organigrama de su equipo. Tenía más de 15 personas a su cargo, la mayoría profesionales que alguna vez fueron pares en el trabajo, compañeras en la universidad e incluso dos, que en años anteriores, habían sido sus jefas. Verónica me hablaba con mucha precisión y detalle de cada una de ellas, sus funciones, su personalidad, sus demandas, potencialidades, parejas y familia. Me contó que con los años había desarrollado una suerte de sistema de turnos e iba rotando las funciones, para que todas supieran hacer todo.

La tercera sesión giró en torno a sus pares, la mayoría abogados, que nunca habían pedido ser jefes y que vivían abrumados por la carga administrativa y el manejo de sus respectivos equipos. "A mí tampoco nunca nadie me preguntó si quería ser jefa o si sabía administrar o gestionar personas. Simplemente me pusieron acá y aquí estoy".

¿Y si te hubieran preguntado?

Verónica guardó silencio y a continuación, como si buscara las palabras exactas para no herirme, me dijo que no le gustaba preguntarse mucho las cosas y que si bien entendía mi trabajo y el programa de liderazgo, a ella la tenían sin cuidado las causas o explicaciones. De repente la sesión fue interrumpida por el teléfono. Verónica miró la pantalla, me miró a mí y me dijo que tenía que contestar, pues era su hija.

Adelante.

Verónica salió de la sala de reuniones y pasados unos cinco minutos, volvió pálida, menos tensa de lo habitual y se dejó caer en la silla. Parecía abatida y con una mueca amarga me dijo que era mucho más fácil ser jefa de 15 mujeres que madre de dos adolescentes que no hacen caso. Y aquí mi cliente se soltó y empezó a hablar y hablar, hasta que al cabo de unos quince minutos, se enderezó en la silla, se estiró la chaqueta y se disculpó por haberse desahogado conmigo.

Todo lo contrario… le dije… y le confesé que me parecía fascinante que en casa tenía hijos adolescentes… y en el trabajo… incluido su jefe… puros niños…

Sorprendida… y asumo que de no haber estado tan cansada… ofendida… me pidió le aclarara lo que le acababa de decir.

Bueno Verónica… en todas estas sesiones me has hablado de un jefe y de un equipo que funcionan a la perfección porque tu te encargas de todo. Aquí nadie se queja, andan todos felices, pero nadie hace nada, ni propone nada, sin tu venia. En cambio tus hijos son capaces de contradecirte y de pedirte que no les hagas todo. Te están pidiendo crecer, asumir más responsabilidades. Y eso es bueno y sano. Lo de tu equipo y lo de tu jefe me parece súper conveniente para todos… salvo para ti…

De aquí en adelante las sesiones con Verónica dieron un giro y me contó que tras hablar conmigo, habló con sus hijos y estos no solo estuvieron de acuerdo conmigo, sino que le mostraron su profundo descontento con su forma de vivir el trabajo y la familia como si fuera una empresa de vida o muerte.

Lo que más le sorprendió, sin embargo, fue que sus hijos le tuvieran mala a Jaime, pues ella juraba que lo veían como un amigo… y no como un jefe zángano que se aprovechaba de ella. Es más… odiaban que lo pasara a buscar a su casa y desde esa conversación en adelante decidió dejar de hacerlo, argumentando que ahora debía compartir el auto con sus hijos para que se fueran a la universidad.

Fue una mentira piadosa, pero ése fue solo un inicio de una serie de cambios bastante revolucionarios, sobretodo si consideramos que hacía diez años que se daba la misma dinámica.

El primer afectado, naturalmente, fue Jaime y no tardó en reclamarle y en mostrarse como un niño al que no le acomoda la alteración de sus rutinas. Probablemente, después de escuchar la respuesta de Verónica, se haya arrepentido de verbalizar su molestia, pues mi cliente me contó que fue muy liberador decirle todo lo que pensaba.

El resto del equipo tuvo dispares reacciones; desde las más renuentes al cambio hasta las que la felicitaban por poner límites y fomentar el crecimiento de aquellos que veían en esta nueva etapa una oportunidad. Verónica estaba encantada, pero me confesó que lo que la tenía más contenta es que sus hijos la habían felicitado por ponerle un parelé a su jefe, a su equipo y por llegar más despejada a la casa.

"Mamá, ahora se puede hablar contigo y es muy agradable sentir que ya no nos tratas como cabros chicos que no saben hacer nada".

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