SpaceX alista el primer lanzamiento espacial tripulado de tipo privado

El cohete que llevará la cápsula Dragon en la plataforma de lanzamiento de Cabo Cañaveral. Crédito: SpaceX

La misión de la empresa fundada por el multimillonario Elon Musk está programada para las 16.33 de hoy y busca reactivar la exploración y los planes para volver a la Luna. Será el primer despegue con astronautas que parte desde suelo estadounidense en casi una década. Si el tiempo complica el lanzamiento, el próximo intento será el sábado.


Si el tiempo lo permite, SpaceX planea lanzar dos astronautas de la Nasa durante esta tarde (16:33 hora chilena), lo que iniciará una nueva era de misiones espaciales impulsadas por corporaciones.

Ninguna compañía ha volado vehículos desarrollados comercialmente que transporten humanos y que se hayan acoplado a la Estación Espacial Internacional. Si la empresa Space Exploration Technologies Corp. logra su objetivo, marcará un cambio profundo en los esfuerzos espaciales de Estados Unidos, ya que será el primer lanzamiento tripulado desde suelo norteamericano desde 2011. Representaría un hito largamente esperado para la Nasa y un logro rotundo para SpaceX y Elon Musk, su multimillonario fundador.

Algunos pronósticos han predicho una probabilidad aproximada de tormentas de 50-50 en el Centro Espacial Kennedy, en Cabo Cañaveral, Florida, lo que forzaría a postergar el lanzamiento. La siguiente oportunidad sería este sábado.

La Administración Nacional de la Aeronáutica y el Espacio (NASA) ha pasado años intentando apartarse del agotador proceso de construir y diseñar naves espaciales de propiedad del gobierno, para pasar hacia sociedades público-privadas que desarrollen los vehículos para luego pagar a contratistas privados por servicios específicos.

Si todo resulta como está planeado, el vuelo representará la culminación de más de ocho años de esfuerzos por parte de la NASA para modificar la manera de transportar humanos más allá de la atmósfera.

Los esfuerzos de SpaceX por enviar astronautas a la órbita han sufrido varios retrasos que ya totalizan cuatro años y que incluyen dos explosiones catastróficas de su cohete Falcon 9 y molestas dudas sobre la seguridad de la cápsula Dragon que viaja en la parte más alta de ese vehículo.

Tener un sistema confiable de origen estadounidense implicaría que los astronautas de la Nasa ya no necesitarían pedir aventones en cohetes y naves rusas, tal como lo han hecho desde que la antigua flota de transbordadores de EE.UU. fue retirada años atrás. Mirando hacia adelante, la Nasa y funcionarios de la Casa Blanca buscan impulsar la exploración profunda del espacio como parte de un compromiso para desarrollar equipos gubernamentales-corporativos similares. Ellos abarcarían proyectos liderados por compañías -y con una supervisión federal relativamente limitada- que llevarían astronautas a la Luna en 2024 y luego a Marte o más allá.

La cápsula Dragon viaja en lo más alto del cohete. Crédito: SpaceX

Algunos antiguos analistas de la NASA ven la actual misión como un paso crucial, quizás tan significativo como lo fueron las misiones Gemini a mediados de los 60 al pavimentar el camino para los alunizajes del programa Apollo. Pero esta vez, convertir al gobierno en un “cliente más que un operador es algo muy impresionante y atrevido para la NASA”, dice Mark Albrecht, un ex consejero espacial de la Casa Blanca quien además es un ejecutivo retirado de ese sector industrial. “La Nasa recibirá la culpa por el fracaso y permitirá que SpaceX se lleve la mayor parte de la gloria por el éxito”.

Sin embargo, más allá de los cambios de políticas y los arreglos contractuales renovados, la sola promesa de acelerar la exploración espacial humana emociona a muchos funcionarios gubernamentales e industriales. Nada genera tanto orgullo como añadir humanos a la ecuación. “Cuando pones un astronauta en un cohete, eso cambia todo”, dijo John Hyten, un general de la Fuerza Aérea, experto de larga data en temas espaciales y vice director de la Junta de Jefes de Estado Mayor, durante una reunión sobre temas espaciales realizada la semana pasada en la Casa Blanca. “Los sueños vienen cuando empiezas a volar”.

En su mayoría, las operaciones de Space X, designadas esenciales por las autoridades, no se han visto interrumpidas por la pandemia. Los preparativos para el lanzamiento se realizaron con personal reducido y precauciones especiales que incluyeron uso de máscaras y distanciamiento social. Según gente familiarizada con los detalles, la NASA se ha esforzado al máximo para proteger el calendario de la que hoy considera como su misión de prioridad máxima, incluso a expensas de otros programas.

La cápsula Dragon, que integra lo último en automatización gracias a pantallas táctiles con controles similares a los que se ven en los tableros de autos eléctricos, ha sufrido una serie de contratiempos, incluyendo generadores de oxígeno que se rehusaban a funcionar apropiadamente, propulsores defectuosos y paracaídas problemáticos. Tras el lanzamiento programado para hoy, la cápsula permanecerá en el laboratorio orbital por cerca de dos meses. Si las cosas resultan según lo planeado en la plataforma de lanzamiento en Florida y durante el viaje de vuelta que terminará con un amarizaje en el Atlántico, la NASA espera aprobar rápidamente los sistemas de SpaceX para que se conviertan en taxis espaciales que transporten tripulaciones hacia y desde órbita.

“Los vuelos con humanos son muy, muy difíciles”, señaló el viernes pasado Benji Reed, director de manejo de tripulación en SpaceX, durante una teleconferencia con medios en la que él y otros voceros delinearon el largo trabajo que hicieron para arreglar los problemas que fueron surgiendo. Él dijo que a medida que los ingenieros de la empresa y de la NASA trabajan juntos para identificar y aminorar riesgos “todos nos hacemos responsables”.

Se espera que el Presidente Trump, quien ha enfatizado la importancia de los avances espaciales militares y civiles, y el vicepresidente Mike Pence, el hombre designado por la actual administración para los asuntos espaciales, asistan al lanzamiento.

Los astronautas Bob Behnken y Doug Hurley viajarán en la misión. Crédito: SpaceX

La empresa Boeing ha desarrollado una cápsula rival llamada Starliner, que ha luchado contra sus propios desafíos técnicos y quizás realice un vuelo de prueba sin astronautas a fines de año.

SpaceX partió en 2002 con apenas una docena de empleados y se instaló en una bodega reconvertida cerca de un mall al sur de California. La empresa se ha transformado en un gigante global famoso por reducir los precios de los lanzamientos con cargas comerciales y gubernamentales.

Con algo más de siete mil empleados e instalaciones que van desde Washington a Texas y Florida, la compañía ya ha logrado varios récords: fue la primera entidad privada en colocar un satélite en la órbita de la Tierra; la primera en aterrizar y luego reutilizar los componentes principales de cohetes que volvieron a la superficie del planeta y la primera en enviar naves no tripuladas que se acoplaron con el laboratorio orbital internacional.

Tras invertir un total de más de siete mil millones de dólares en dinero de los contribuyentes en los esfuerzos de SpaceX y Boeing por reanudar los despegues con astronautas desde suelo estadounidense, Jim Bridenstine –jefe de la NASA- ve el lanzamiento de este miércoles como un reenfoque de Estados Unidos, de las demás naciones y de la industria en el anhelo de alcanzar el espacio. Este mes dijo que los astronautas de Estados Unidos “necesitan tener la capacidad de acceder al espacio, no sólo por la NASA sino que por toda la humanidad”.

Según documentos de la agencia y estimaciones de expertos en temas espaciales, cerca de tres mil millones del total invertido hasta ahora por la NASA en taxis espaciales comerciales han ido a respaldar el trabajo de SpaceX. La compañía de Musk, que no ha entregado públicamente detalles de su propia inversión, recibirá un pago fijo por cada astronauta que ponga en órbita. De manera independiente, los especialistas han estimado que SpaceX ha invertido casi mil millones de dólares para desarrollar su cohete.

Académicos y analistas de la industria, indican que al alentar las inversiones privadas en este tipo de proyectos la Nasa aumenta la probabilidad tanto de llevar humanos a la Luna de manera más rápida y, además, establecer en ese lugar una presencia a largo plazo, en lugar de depender por completo de los recursos federales.

Por sí mismas, las tradicionales estrategias gubernamentales de financiamiento no serán adecuadas para sustentar las ambiciones espaciales de Estados Unidos, dijo Howard McCurdy, un historiador espacial de la American University. “Las antiguas opciones financieras ciertamente no son viables; no van a funcionar en un modelo como el del proyecto Apollo”.

A su regreso, la cápsula Dragon se posará en el océano Atlántico. Crédito: SpaceX

Pero ni siquiera un vuelo de demostración libre de problemas marcará el comienzo de una era de cohetes más pequeños y económicos, algo que Musk y otros campeones del espacio comercial alguna vez consideraron como inevitable.

“Elon Musk abrió la puerta para que los tratos espaciales se volvieran aceptables”, señala Carissa Christensen, directora ejecutiva de la firma consultora Bryce Space and Technology.

Los inversionistas de capital de riesgo y los emprendedores han engendrado numerosas de startups de ese tipo en todo el mundo. Pero incluso antes de la pandemia de coronavirus, sólo un puñado de las nuevas compañías de cohetes parecía estar funcionando bien. Ahora el contagio está creando obstáculos adicionales formidables. Salvo algunas excepciones prominentes –tales como Rocket Lab en Nueva Zelandia y Blue Origin LLC, manejada por Jeff Bezos, fundador de Amazon- el espectro del virus ha erosionado las perspectivas financieras y de marketing de muchos proyectos ya propuestos.

Virgin Orbit, un proveedor de lanzamientos de satélites pequeños fundado por Richard Branson, sufrió una falla catastrófica de su cohete durante su segundo vuelo de prueba realizado el último fin de semana.

Las operaciones de SpaceX, designadas esenciales por las autoridades, se han visto prácticamente ininterrumpidas durante la pandemia. Muchas instalaciones han permanecido con dotación de trabajadores al menos de manera parcial, en contraste con el reciente alboroto en torno a los intentos por reiniciar la producción en la fábrica que Tesla, la empresa de autos eléctricos de Musk, tiene al Norte de California.

Howard McCurdy indica que la seguridad de la cápsula Dragon y su tripulación depende de una serie de tareas complejas e interrelacionadas, que van desde el acoplamiento automático hasta los sistemas de soporte vital y que deben operar a través de una secuencia precisa al primer intento. La agencia espacial rusa ha logrado un impresionante record de seguridad al llevar gente al espacio, gracias a su largo y estable historial de lanzamientos.

Gwynne Shotwell, presidenta de SpaceX, le dijo recientemente a los periodistas que nunca ha debido recordarles a sus empleados sobre la importancia de la seguridad. “Ellos mismos los hacen”.

Doug Hurley, un astronauta veterano de la NASA que voló en la última misión de los transbordares espaciales y será el comandante del lanzamiento de SpaceX, le dijo a Mike Pance y al resto del grupo de políticas espaciales de la Casa Blanca que aún no asimila la realidad de lo que está a punto de ocurrir: “De cierta forma, es sumamente difícil creer que vamos a despegar”.

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