El mundo de Fernando Lavanderos

El cine de Fernando Lavanderos es un mundo aparte dentro del cine chileno. En su primera película, Y las vacas vuelan (2004), exploraba la identidad chilena a través de la mirada de un extranjero. Ahora, repite el ejercicio al incorporar a un personaje noruego en su nueva película, Las cosas como son, aun cuando esta vez su exploración es más compleja.
Lavanderos (1974) es parte de la generación que estudió cine en la Uniacc y tuvo como profesor a Cristián Sánchez (El zapato chino) -al igual que Pablo Larraín-, referencia que se nota en su trabajo con los diálogos -que se escuchan espontáneos, como la vida misma- y en un cine que se detiene en los detalles y en los personajes cercanos al margen.
Jerónimo (Cristóbal Palma), el protagonista de Las cosas como son, vive en una vieja casona de Providencia y arrienda piezas a extranjeros. El tipo es un antisocial que se pasa el día viendo tele y cultivando una cómoda misantropía, hasta que le arrienda una pieza a Sanna (Ragni Orsal Skogsrod), una actriz noruega. Además de la evidente tensión sexual que supone su aparición -que Jerónimo asume con un fetichismo enfermizo-, Sanna traerá a casa a Milton (Isaac Arriagada), un niño que conoce en un taller en Quilicura y que romperá la estructurada rutina de Jerónimo.
Lavanderos no ocupa actores profesionales ni tampoco les entrega un guión. Palma, quien además es fotógrafo y rostro publicitario de una marca de jeans, es amigo suyo; a Ragni la reclutó en Noruega, a través de un casting que hizo por Skype; y a Isaac lo conoció en un taller de cine que dio en Quilicura. Es un método que logra esos diálogos naturales, pero la mirada de Lavanderos también es curiosa y fresca. El Santiago que muestra -Paseo Bulnes, Parque Almagro- es distinto, pero lo más enigmático es cuando su cámara se detiene en los numerosos planos de esa casa, que nos revelan varias pistas sobre la personalidad de Jerónimo. Es un cine con mirada propia, que no se parece al resto, y, por lo mismo, esperamos que su tercera película no se demore tanto en llegar.
“Las cosas como son”, de Fernando Lavanderos.
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