¿El primer spoiler de la historia? Lo que oculta una pintura flamenca de más de 500 años

Escena principal del Tríptico del altar de Santa Columba

Pintado al óleo hacia 1455 y de casi 3 metros de ancho, el cuadro de Rogier van der Weyden ha sorprendido por un detalle anacrónico.


Dispuestos a la manera de un friso, la virgen María y el niño Jesús son los protagonistas del cuadro del flamenco Rogier van der Weyden.

Se trata del Tríptico del altar de Santa Columba, donde ambas figuras aparecen en el portal de Belén y son adoradas por los Reyes Magos, quienes representan las tres edades del hombre.

Desplegada, la pintura alcanza los 2,93 cm de anchura. Mientras el panel lateral izquierdo muestra la Anunciación del niño Jesús, el del lado derecho su presentación en el templo.

El retablo fue pintado al óleo hacia 1455 para el altar de la iglesia de Santa Columba de Colonia, aunque actualmente se exhibe en la Alte Pinakothek de Munich, en Alemania.

Sin embargo, una figura ubicada en un eje de la composición, ha llamado profundamente la atención en redes sociales.

Tríptico del altar de Santa Columba

Flamenco y anacrónico

Roger de le Pasture nació hacia 1399 en Tournai, entonces una de las principales ciudades de Francia pero enclavada en los territorios de los duques de Borgoña. Según La guía del Prado vivió también en Bruselas, donde su nombre se tradujo al flamenco como Rogier van der Weyden y donde murió el 18 de junio de 1464.

“Aunó el volumen escultórico de Campin con la elegancia, el sentido del espacio y la minuciosidad de Van Eyck”, reza el libro sobre el pintor, “esta síntesis fue solo el fundamento de un estilo personal que tuvo gran influencia en la evolución de la pintura flamenca y una enorme demanda internacional”.

Sus obras más famosas, las enormes Justicias de Trajano y Herkinbald, pintadas para el Ayuntamiento de Bruselas, fueron destruidas por los franceses cuando bombardearon la ciudad en 1695.

Por fortuna, muchas de sus obras más importantes ya se habían trasladado a otros lugares, como ocurrió con el Tríptico del altar de Santa Columba.

Allí el cromatismo, habitual en la pintura de Van der Weyden, es vivo y representa con minuciosidad los objetos, como corresponde a la escuela flamenca de pintura.

Uno de ellos ha llamado particularmente la atención en redes sociales, al ubicarse en la misma escena que el niño Jesús: se trata de un crucifijo.

“La expresión humanizada del drama sacro inducía al espectador a un sentimiento de piedad sensible e íntima, adecuado a la devoción moderna”, sugiere La guía del Prado.

El sitio Arte Internacional explica así el curioso detlale: “La aparición de un crucifijo en el eje central, sobre las paredes de madera del establo, es un detalle anacrónico que nos indica el acto de redención que hará Cristo por nosotros”.

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