Mariane Krause: “El control de la pandemia se podría haber facilitado si se incluía la dimensión sicológica”

Mariane Krause. Foto: Patricio Fuentes / La Tercera

La sicóloga especialista en depresión lamenta que el tema de la salud mental se pusiera tarde sobre la mesa: “Los problemas de salud mental sólo se toman en cuenta cuando tienen consecuencias en otros ámbitos, como el económico”, dice. En esta entrevista, Krause identifica qué grupos son más vulnerables sicológicamente en este contexto y hace un llamado “urgente” a la equidad de género al interior de los hogares, porque el triple rol que hoy están cumpliendo las mujeres les está pasando la cuenta.


“La situación actual, con aislamiento, miedo, incertidumbre y crisis económica puede causar trastornos sicológicos”, advirtió la Organización Mundial de la Salud (OMS) en mayo. Chile es un campo fértil para que eso ocurra, pues tiene una de las tasas más altas a nivel mundial de trastornos como ansiedad y depresión. Mientras el 4,4% de la población mundial presenta esa patología, el 6,2% de los chilenos y chilenas la padece, según la última Encuesta Nacional de Salud.

Los primeros estudios de salud mental en este nuevo contexto de pandemia muestran que el impacto sicológico ya está instalado en la población chilena. “Han aumentado mucho los síntomas de ansiedad”, dice la sicóloga Mariane Krause, quien fue directora y actualmente es consejera del Instituto Milenio para la Investigación en Depresión y Personalidad (Midap) y lleva 15 años estudiando esa enfermedad. “Era esperable que eso pasara, porque una situación como esta genera mucha ansiedad. También hay indicadores que muestran mayor depresión y ha subido mucho la violencia intrafamiliar, tanto contra los niños como contra las mujeres”, agrega.

En una dimensión menos patológica y más cotidiana, la sicóloga dice que las condiciones de confinamiento aumentan la irritabilidad, un caldo de cultivo para problemas familiares y conflictos interpersonales. Además, dice, el encierro prolongado puede provocar que las personas tengan una sensación de falta de sentido.

-Con la rutina, el encierro y el sentirse aislado del resto del mundo, vinculándose sólo vía pantallas o por teléfono, empieza a instalarse esa sensación de que en realidad da lo mismo lo que yo haga porque no hace ninguna diferencia. Esto es relevante porque la falta de sentido es un antecedente bien potente de la depresión. Pero uno de los mejores antídotos para eso es vincularse en iniciativas que ayuden a otros.

Foto: Patricio Fuentes / La Tercera

Mariane Krause explica que en el contexto actual existen varios grupos que son más vulnerables a desarrollar patologías de salud mental y a los que hay que poner más atención.

Primero, las personas solas. “Esta situación de confinamiento es particularmente grave para las personas que viven solas y no tienen contacto con otros, porque los humanos somos seres sociales por naturaleza, biológica y sicológicamente hablando. Si estamos por un tiempo prolongado sin contacto con otro empezamos a tener problemas de salud mental, aunque no tengamos ninguna patología previa”, dice.

Otro grupo de riesgo son los que salen a trabajar. Krause explica: “Hay personas que por su situación económica o por el tipo de trabajo que realizan -por ejemplo, los profesionales que trabajan en la salud- no pueden cumplir con el aislamiento físico, deben salir y están expuestas al contagio y, por lo tanto, están sometidas a mucho estrés y también a la ansiedad que va asociada a esto”.

Un tercer grupo -que va en aumento y cobra cada vez mayor protagonismo- son las personas que han perdido a un familiar o a un ser querido, quienes no han podido despedirse apropiadamente y, por lo tanto, viven una situación de duelo doblemente compleja. “Todas las experiencias tristes y emocionalmente fuertes, y más aún las traumáticas, requieren de un tiempo de elaboración, y estos ritos como el duelo sirven para integrar sicológicamente esas experiencias. Si das vuelta la página rápidamente y no vives el duelo, el rito, tu dolor queda enquistado sicológicamente y va a aparecer en otras situaciones”, dice.

Hay un cuarto grupo. Krause explica que los estudios por tramos etarios muestran que quienes se ven más afectados sicológicamente por la situación de encierro son los jóvenes. “Eso es explicable por su etapa de vida, donde el contacto con sus pares es muy importante. Hay una paradoja super grande, porque estos estudios muestran que los jóvenes son el grupo que presenta mayor sintomatología, y los adultos mayores, menos, siempre y cuando no estén solos”.

-¿Le sorprendió esta conclusión?

-Si le doy una segunda vuelta no me sorprende tanto, porque en esta etapa de su desarrollo el grupo de pares es lo más relevante, pero fue tanto lo que dijimos desde el principio de la pandemia que los adultos mayores, por su riesgo físico, eran el mayor grupo de riesgo que sí, me causó sorpresa que estos estudios los mostraran como el grupo sicológicamente más estable.

En mayo de 2020 se cursaron 97.586 licencias médicas asociadas a trastornos mentales, un 11% más que en mayo de 2019 (87.790). Las licencias por este tema en abril de 2020 fueron 15% más que el mismo mes de 2019 (99.472 contra 86.305), según las estadísticas de la Superintendencia de Seguridad Social.

Las investigaciones sobre salud mental anteriores a la pandemia señalan que la depresión se distribuye de manera desigual según el género. Si en el mundo el 5,1% de las mujeres y el 3,6% de los hombres presentan esta enfermedad, en Chile la brecha es aún mayor y las mujeres quintuplican a los hombres en la prevalencia: 10,1% contra 2,1%.

-¿Cómo se comporta esta brecha en la situación actual de confinamiento?

-Si nos metemos en el detalle de otros estudios, las mujeres que presentan mayor depresión son las mujeres de sectores pobres, y ahí empezamos a conjugar ciertas variables, como el estrés asociado a una situación económica desmejorada y al doble rol de las mujeres que trabajan, que son proveedoras y que al mismo tiempo están a cargo de labores del hogar y de los niños. Esa situación se exacerbó totalmente con la cuarentena y me parece importante hacer un llamado urgente a la equidad de género al interior de los hogares. De lo contrario, las mujeres, en vez de la clásica sobrecarga por el doble rol, en este momento tienen una triple carga, porque se les agrega estar a cargo de los niños jornada completa al tener que supervisar o apoyar sus tareas escolares y además entretenerlos, y muchas veces en espacios pequeños. Este es un buen momento para que definitivamente las tareas del hogar y del cuidado de los niños se repartan en forma equitativa.

-Al principio del confinamiento ya aparecía en redes sociales el reclamo de las mujeres por este triple rol. Algunos hombres, en cambio, publicaban memes y chistes por tener que aguantar a “la bruja” en la casa. ¿La pandemia dejó en evidencia el machismo?

-Sí, exactamente. Y también hay que pensar que las mujeres, por lo general, expresamos un poco mejor que los hombres nuestras necesidades afectivas y pedimos más ayuda; eso es positivo, pero por lo mismo algunas encuestas que se han realizado durante la pandemia muestran más ansiedad en las mujeres. En cambio, en los hombres hay un mayor consumo de alcohol y así mitigan su malestar, al menos por un rato. Podríamos decir que en Chile tenemos una larga tradición de que las mujeres manifiestan sus problemas emocionales en depresión y los hombres, más en consumo de sustancias.

Patricio Fuentes / La Tercera

-¿Cree que la pandemia aumentará la brecha por estratos socioeconómicos de la depresión?

-Lamentablemente sí, porque se nos viene una crisis económica y, por lo tanto, vamos a tener más familias en situación de pobreza y las que ya estaban en una situación económica desmejorada se van a ver mucho más estresadas aún. Creo que esa brecha se va a profundizar en vez de mejorar, pero de todas maneras se pueden implementar medidas para intentar mitigarla; tampoco nos podemos sentar a esperar que el desastre ocurra, sino que hay que intervenir tempranamente. Por eso me parece maravilloso que el tema de la salud mental esté sobre la mesa en Chile, en este momento.

100 días después

Hace una semana, el Ministerio de Salud entregó los lineamientos del programa “SaludableMente”, que prestará ayuda a la población para enfrentar los efectos sicológicos de la pandemia y que incluye la creación de una plataforma digital. La iniciativa fue impulsada por la Mesa Social Covid-19. Krause cuenta que desde fines de marzo varios profesionales de la salud mental de las universidades Católica, de Chile, de La Frontera y de Tarapacá estaban generando insumos sobre salud mental para la Mesa Social, con el objetivo de que las autoridades tomaran en cuenta este tema.

“Me parece muy importante que esto pase”, dice, y agrega que lo relevante ahora es cómo va a funcionar. “Lo crucial es que la plataforma logre interactuar con las personas y no sólo que accedan a ella para encontrar información. Es importante que uno puede inscribirse y entonces la plataforma te monitorea, te hace preguntas semanales o más seguido y en función de las respuestas te pueda dar una sugerencia o bien derivarte o conectarte con un profesional, en la línea de lo que se llama E-mental health, que es ayuda sicológica por medio de tecnologías de la información y comunicación”, dice. La sicóloga añade que esta plataforma debe ser “inteligente”, es decir, tiene que distinguir los distintos tipos de usuarios y adecuarse a las distintas necesidades de ellos.

Nosotros sabemos hace rato que tenemos altos índices de depresión en el mundo, pero en el momento que se puso en evidencia el costo económico que eso significaba para los países, se empezó a tomar en serio. Lamentablemente es así: el acento no está puesto en el bienestar en las personas.

Mariane. Krause

“Nosotros hemos trabajado con plataformas para depresión y estrés postraumático y las personas se sienten muy acompañadas, aunque sólo reciban respuestas automatizadas”, añade.

-El tratamiento de la pandemia se centró en lo epidemiológico y lo económico, ¿llegó tarde el abordaje de la salud mental?

-Se puso tarde sobre la mesa y me da pena porque había suficiente conocimiento acumulado en las disciplinas que se preocupan de la salud mental. El mejor caldo de cultivo para sintomatología sicológica es tener una amenaza externa y que, además, se perciba como no controlable. Si a eso le agregas que la comunicación, que al principio fue bastante errática, no es clara y precisa, y que incluso hay contradicciones entre distintas autoridades -diciendo el gobierno central una cosa y los alcaldes, otra-, eso tiene un efecto sobre las personas no solamente en sus conductas -por ejemplo, están menos dispuestas a hacer caso a ciertas medidas-, sino que también en su bienestar sicológico, porque te sientes amenazado al no ver una posibilidad de control. Eso es un conocimiento que la sicología tiene hace décadas. Me da pena que no se haya involucrado más tempranamente ese conocimiento que ya existe.

-¿Cómo se lo explica?

-Yo creo que mala voluntad no es. Fue tal la avalancha que significó esta pandemia que se enfocaron sólo en la parte biológica durante mucho tiempo. El problema es que se les escapó que el control podría haber sido facilitado si se incluía la dimensión sicológica. También pudo ser desconocimiento, porque uno dice epidemia o pandemia, y lo entiende como un tema médico, a pesar de que los epidemiólogos saben muy bien que existen los determinantes sociales y sicológicos de la salud.

-Esta pandemia fue como examen para medir qué temas son considerados relevantes y cuáles que no. ¿Considera que la salud mental tiene el lugar que le corresponde?

-Es una pregunta compleja. Por un lado, la pandemia ha visibilizado un montón de problemas que existen en Chile: las diferencias sociales, el centralismo y también la salud mental. Otra respuesta es que yo creo que los problemas de salud mental sólo se toman en cuenta cuando tienen consecuencias en otros ámbitos, por ejemplo, efectos económicos o en las conductas de las personas en su disposición a seguir ciertas indicaciones. Nosotros sabemos hace rato que tenemos altos índices de depresión en el mundo, pero en el momento que se puso en evidencia el costo económico que eso significaba para los países, se empezó a tomar en serio. Lamentablemente es así: el acento no está puesto en el bienestar en las personas. Si el bienestar de las personas fuera un valor intrínseco, uno diría que por supuesto que la salud mental es importante y queremos que la gente sea feliz, pero en la medida que eso no lo tenemos en la mira, nos empezamos a preocupar cuando impacta en la economía. Y en Chile con pandemia, los problemas de salud mental en términos de bienestar sicológico tienen un impacto social, económico y también en las conductas que tienen respecto de la pandemia.

Krause agrega una reflexión: “A mí no me gusta echarle la culpa a la gente de que no siguen las indicaciones y que por eso se está contagiando. Yo invitaría a hacerse la pregunta: ¿por qué la gente no está siguiendo las indicaciones? Ahí entramos en temas de desconfianza con las autoridades, de subsistencia o en problemas de bienestar sicológico, y eso es super fuerte: gente que siente que da lo mismo lo que haga, entonces sale igual. Ese es un atentado a uno mismo desde la desesperanza y lo he escuchado un montón en estas semanas. Y me preocupa, porque me importa que los ciudadanos de mi país estén bien, sean felices y tengan una buena vida. Me preocupa que Chile sea un país donde la gente pueda estar bien, y eso debiera preocuparnos a todos y también a las autoridades”.

¿Cómo proteger la salud mental?

Cuidar los vínculos. Así nos ayudamos nosotros mismos y también a otras personas. Aunque en este momento no tengamos contacto físico con otros, ni relación presencial, la comunicación tecnológicamente mediada es mejor que no tener ninguna. Ojalá sea con gente diversa, no sólo del ámbito laboral.

Dejar espacio para expresar sentimientos y escuchar las emociones de otros. Quizás es menos fácil a través de la pantalla o en el teléfono, pero es posible.

Distraerse, reír juntos. El humor es muy relevante. También las actividades lúdicas son algo importante que podemos hacer, ojalá con otros.

Actividades artísticas y culturales. La oferta es grande y si se tiene el tiempo y los medios tecnológicos -los que deberían ser un derecho básico en este contexto- podemos acceder a mucho arte y cultura, y también a seminarios y cursos.

Transmitir en nuestro entorno inmediato información clara y precisa. La idea es no reproducir los estados de pánico o la ansiedad en los demás.

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