Russian Doll: otra oportunidad

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Russian Doll se instala como la segunda gran serie de Netflix en lo que va del año y logra dar en un blanco complejo: el de entregar una historia con corazón y lecciones vitales sin ser moralista o pasarse para el costado de los cuentos de hadas.


Para cuando termina el quinto capítulo de Russian doll, Nadia ya ha muerto 15 veces y ha vuelto a aparecer inmediatamente después en el mismo lugar: frente al espejo del baño de la casa de su amiga donde están celebrando su cumpleaños 36. No sabe por qué le sigue ocurriendo y ya ha considerado varias opciones: de que las drogas que le dieron tengan algo extraño adentro; de estar realmente muerta y en una especie de purgatorio; de que el edificio de la fiesta tenga alguna cualidad supernatural; y, por cierto, haber enloquecido.

Esa es la historia al centro de la comedia negra que Netflix subió a su plataforma el 1 de febrero, menos de un mes después de haber lanzado su primer trailer. Natasha Lyonne es la actriz tras la mujer que muere y revive, además de ser una de las creadoras de la serie, y de haber coescrito algunos episodios y dirigido uno.

Y para quien quiera saber cómo es la personalidad de esta chica, se puede imaginar a una versión más vieja y carreteada del personaje que hacía en American pie o recordar su rol de Nicky en Orange is the new black, porque Lyonne tiene una especialidad: la mujer sarcástica, directa, seca, divertida y buena para la fiesta. Y esto no es una queja; es un personaje que le sale muy bien.

"Creo que un tipo que me cortó el pelo ayer se puede haber muerto mañana, y no sé cómo funciona la muerte de mañana cuando es ayer otra vez. Digo, ¿está él en ayer? ¿existe?... No sé cómo funciona esta muerte para otras personas, ¿ok? Y es un asunto fundamental, Maxine, así que realmente necesito saberlo", dice Nadia en un el tercer capítulo, cuando se empieza a ver uno de los giros más interesantes de esta producción. Porque con esta trama tipo Día de la marmota, Russian doll entrega una historia absurda, graciosa y existencialista, que al mismo tiempo aborda la empatía, el crecimiento y el viaje de un personaje egoísta y solitario que empieza a cuestionarse el efecto que su vida tiene sobre otros, a repensar sus decisiones y patrones, a necesitar ayuda y conexión humana, y a preocuparse de los demás al punto de pasarse una noche vigilando que no le roben los zapatos a un indigente que acaba de conocer.

Con esto, Russian... se instala como la segunda gran serie de Netflix en lo que va del año (después de la excelente Sex education) y logra dar en un blanco complejo: el de entregar una historia con corazón y lecciones vitales sin ser moralista o pasarse para el costado de los cuentos de hadas. Porque aquí nuestra heroína aprende a golpes… y a atropellos y a caídas por las escaleras, incluso a balazos, pero finalmente aprende.

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