El guardián de la bestia: cómo es vivir y crecer junto a Iron Maiden

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Hace 40 años, Rod Smallwood recibió un casete de una banda casi desconocida llamada Iron Maiden y les organizó dos shows que fueron un fracaso: nunca más se separó de ellos y terminó convertido en su mánager. Aquí habla de la vida a bordo del grupo que esta semana tocará por partida doble en Chile.


Rod Smallwood (69) estuvo ahí: cuando la Iglesia chilena presionó para evitar el debut de Iron Maiden en Santiago en 1992. Lo que aún hace ruborizarse a los metaleros locales, para el inglés es sencillamente una historia fenomenal.

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"Cuando nos comunicaron que no íbamos a tocar, recuerdo que pensé: '¡Esto es ridículo!'. Los miembros de la banda están muy lejos de ser adoradores de Satán o algo así; en Chile tenían problemas con una canción, "The number of the beast", que habla sobre los sueños y las advertencias en la vida, no sobre una celebración o adoración al diablo. No entendieron bien la letra. El número de la bestia no se refiere al demonio, sino a quién controla a quién. Pero en ese entonces usamos la expresión 'talk is cheap' ('hablar es gratis'), porque nos tomó por sorpresa ver que la Iglesia había traducido la letra de la canción de forma tan literal. Pero, ¡oye, hoy lo miro como una historia genial! Después de haber ido tantas veces a Chile, y haber tenido ahí algunos de nuestros mejores conciertos, ya lo tomamos con una gota de humor".

El representante también estuvo ahí mucho antes: cuando no había nada. En octubre de 1979, tras iniciarse en la organización de eventos en la universidad y fundar una pequeña agencia de representación de artistas, Smallwood recibió un demo de parte de un incipiente grupo llamado Iron Maiden. Contactó a su bajista, Steve Harris, y les consiguió dos shows en Londres que tenían el propósito de entrenarlos ante una audiencia más masiva.

Fueron un desastre: mientras el primero fue cancelado porque el conjunto se negó a tocar tan temprano, el segundo lo hicieron sin su vocalista de esos años, Paul Di'Anno, arrestado 30 minutos antes por portar un cuchillo.

En rigor, Smallwood ha estado ahí siempre. A partir de esas desoladoras tocatas en la capital inglesa -cuando pese a todo se convenció de que los chicos tenían futuro-, el profesional se convirtió en mánager de Iron Maiden e impulsó uno de los lazos de compañerismo y fraternidad más duraderos de la historia del rock. Es uno de los arquitectos del suceso global de los británicos y fue el responsable de fichar al cantante Bruce Dickinson en 1981, con quien la agrupación inauguró sus mejores días.

Así también se lo ve en el backstage del festival Rock in Rio que se hizo en Brasil el fin de semana pasado, donde recibe a La Tercera, moviéndose con cerveza en mano entre asesores, voceros y técnicos, casi siempre disparando algún chistecillo, muy en oposición al mito del mánager que gruñe como un padre áspero e intransigente.

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Faltan solo tres horas para que Maiden salte a escena ante un hervidero de más de 100 mil fanáticos, pero él, como un viejo crack del fútbol habituado a las finales, no manifiesta nerviosismo alguno.

"Tenemos historia juntos, ha sido un largo camino y me gusta mi trabajo", define después con acento nostálgico. "Para mí, todos los miembros de la banda son importantes. En todos estos años jamás nos hemos peleado; hemos tenido muchas discusiones, por supuesto, nos hemos gritado los unos a los otros por horas, pero siempre ha sido por el bien de Iron Maiden. Yo lo veo como un team de rugby, donde tienes personas con diferentes habilidades: los rápidos, los lentos, los con fuerza, y todos se complementan entre sí. Maiden es un equipo y una familia, la mayoría de los miembros del equipo están trabajando con nosotros hace mucho tiempo, y todos tienen claro lo que deben hacer. Y si alguien se quiere sentar en su mesa, nadie te va a decir 'fuck off!'. Hay una gran camaradería, todos vamos para el mismo lado, porque esa es la idea que siempre hemos tenido de Maiden".

Además, dice que, desde esos días de fines de los 70, nunca ha dejado de mirar ningún recital de sus dirigidos. Se los sabe de memoria, los detalla, los describe, conoce los momentos exactos en que el público estalla o aquellos donde está más domesticado. Identifica con precisión los efectos visuales y calcula hasta los movimientos de los integrantes en escena durante cada noche: aunque son veteranos, todos poseen un inagotable ritmo atlético desde que arranca la presentación con Aces high. Es parte de los secretos que explican el salto de "la Doncella de Hierro" desde un grupo underground de club a una de las maquinarias más rentables del rock corporativo mundial.

"Verlos en vivo no me aburre nunca, porque también me hago cargo de que se vean las pantallas, que la gente vea bien, que se escuche bien, hacer cualquier sugerencia si es necesaria. También me encargo de que todos estén bien, que Bruce y Eddie (la mascota humanoide del grupo) estén bien", resume.

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Como una vuelta de mano por confiar en ellos, como una garantía de que ya era parte indispensable de su círculo privado, el sexteto en 1986 le escribió el tema Sheriff of Huddersfield, aunque también funciona como una broma interna.

Nacido en un pequeño pueblo campestre del norte de Inglaterra llamado Huddersfield, Smallwood ese año se trasladó a vivir a Los Ángeles, donde nunca se acostumbró: por eso mismo, el tema es el retrato de un hombre de provincia abrumado con el neón de Hollywood. "Ellos querían que no me enterara de la canción y hasta le pidieron a la gente de mi oficina que no me dijera nada. Así que cuando salió, fue una tremenda sorpresa", rememora.

Chile antes que Argentina

La próxima vez en que el ejecutivo se sentará frente a un escenario para ver en acción a sus soldados será precisamente mañana en el Parque O'Higgins de Santiago. Nuevamente, Smallwood tendrá una buena historia que narrar acerca de Chile, aunque bastante distinta a la de 1992: Maiden en su formación más clásica tocará por primera vez en la capital en un recinto techado y de aforo más acotado, el Movistar Arena, para 24 horas después hacerlo en su hábitat más lógico, el Estadio Nacional.

Para los seguidores chilenos, la fecha de mañana tiene carne de hito. Para el representante, también: "Va a ser una locura. La banda va a amar esa arena, además que en Chile siempre se han sentido como en casa. Pero cuando estás en un lugar cerrado, se obtiene una vibra más cercana, el sonido es más cercano, todo es distinto. Nos gusta la gente que grita fuerte, que se va a volver loca en un show. No nos interesa agrandar nuestro número de fans al público que le gusta el pop, no estamos interesados en esos chicos. No solemos salir en radio o prensa, no es como que va una revista a ver a Bruce para entrevistar a su familia o sus hijos, jamás hemos hecho eso".

Y cuando habla del afecto de los músicos por Chile, no lo hace desde el verso o la buena crianza. En 2011, escogieron al Estadio Nacional para grabar uno de sus proyectos más ambiciosos, el registro En Vivo!, el que fue editado en DVD y CD, y que exhibe la vigencia del conjunto en su gira The Final Frontier.

Smallwood advierte, eso sí, que todo pudo haber sido muy distinto. "Para En Vivo! sí o sí tenía que aparecer Chile, porque habíamos tocado ante 65 mil personas, mientras en Brasil o Argentina lo hicimos ante 40 mil. Igual queríamos grabar algunas partes claves de Buenos Aires, pero hubo algunos fans idiotas que se subieron al escenario y bloquearon las cámaras. Debido a esos fans idiotas y a su mal comportamiento, la parte de Argentina ni siquiera sale en el video. Además, Bruce no podía cantar, porque había humo en el escenario, algo habían tirado desde el público, entonces los verdaderos fans argentinos, lamentablemente, se privaron ellos mismos de participar en En Vivo! De esa manera, se convirtió sólo en un video de Chile, ¡lo que está muy bien! (se ríe)".

Aunque a sus casi 70 años le gusta mirar en retrospectiva, el profesional no ve la jubilación como una frontera cercana. Ni la de él ni la de sus músicos.

"Vamos a seguir todos en esto por el tiempo que seamos capaces de hacerlo. La banda no se va a detener, a menos que se vea forzada a detenerse. Tenemos planes de seguir por mucho tiempo, ¡estamos bastante en forma! Ellos aman tocar y odian ser catalogados de rockstars, porque son músicos, son personas profesionales, ninguno de ellos es un imbécil".

Pese a las ganas de continuar, el británico reconoce que también se dan pausas para no sentirse asfixiados. Por ejemplo, terminada la presente temporada, justamente este martes en el Nacional como último concierto, él partirá a Japón para asistir a la Copa del Mundo de Rugby, su otra gran pasión. "Para mí, el rugby es más importante que Maiden", lanza, para de inmediato rematar con una risotada que le resta épica y seriedad a la revelación.

Minutos después de esta entrevista, Smallwood parte a monitorear una nueva performance de Iron Maiden, una de las más colosales que han ofrecido en el último tiempo. El conjunto le entregó a Rock in Rio un sonido afilado y demoledor, y un batallón de éxitos que justifican su sitial en la cultura popular del siglo XX. Su mánager nuevamente los observó en detalle desde la lejanía. En el mismo lugar que le pertenece desde siempre.

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