Muere la cantante Sylvia Soublette y el Premio Nacional queda en deuda

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Figura trascendental de la música chilena en el siglo XX, la compositora y directora, viuda de Gabriel Valdés, murió ayer en la madrugada, a punto de cumplir 97 años.


"Mi madre estuvo consciente y lúcida hasta el último momento", dice el director orquestal Maximiano Valdés.

Una neumonía apagó, a las 3.40 h del miércoles, la voz de Sylvia Soublette Asmussen, una de las figuras capitales de la música chilena del siglo XX. Será velada desde las 13.00 h de hoy en la Parroquia Santa Elena de Las Condes, donde a las 12.30 h de mañana se hará una misa de responso.

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"Fue un ejemplo de amor y compromiso con la música, y creyó profundamente en su fuerza transformadora, especialmente en los jóvenes. En la disciplina que impone, en la participación que promueve y en la belleza que simboliza. Nuestro deber es continuar su legado", agrega el titular de la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil.

La cantante, educadora, regisseur, compositora y gestora había quedado viuda en 2011 del ex senador Gabriel Valdés, y el matrimonio tuvo otros dos hijos biológicos, el ex canciller Juan Gabriel y María Gracia, gestora cultural. Además de Enrique, a quien adoptaron.

Su hermano, en tanto, es el filósofo Gastón Soublette.

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"Mi tía estuvo activa hasta el último momento; no concebía el no estar haciendo música. Era una persona muy vital y optimista. Tenía un dicho: 'Nada es imposible'. Y a punta de esfuerzo y tesón le salían las cosas", destaca su sobrina, Violaine Soublette, quien colaboró con ella en el Instituto de Música de Santiago, entidad que Sylvia Soublette fundó y condujo de 1991 a 2005, cuando la absorbió la U. Alberto Hurtado.

En esos 17 años, la soprano abordó una tarea monumental: rescatar las óperas de los siglos XVII y XVIII que la moda había descartado, y formar a cantantes en la interpretación estilística de ese repertorio.

Así, Soublette estrenó en Chile óperas como Dafne (Caldara), Dido y Eneas (Purcell), L'incoronazione di Poppea (Monteverdi), El triunfo del honor (Scarlatti) e Il filosofo di campagna (Galuppi) y, al mismo tiempo, descubrió a talentos que tendrían carreras estelares.

La soprano Jeannette Pérez es una de ellas. Recuerda que audicionó a los 15 años, con uniforme escolar, en el Museo San Francisco. "Fue la única maestra que quiso hacerme clases, los demás decían que era una pérdida de tiempo", cuenta. "Ella se la jugó por mí cuando nadie creía en mí", agrega.

El tenor Erwin Aros, a punto de salir a escena en el Teatro de La Rochelle, en Francia, destaca que la compositora nacida en Viña del Mar el 5 de febrero de 1923 era una especie en extinción. "La señora Sylvia era de esas maestras que ya no existen; se ocupaba del músico, pero creyendo en la persona. Más que una maestra, era una mentora", dice sobre quien descubrió su tesitura de haute-contre.

"Me escuchó cantar, y me abrazó. Era tan tierna y cariñosa, tan simple dentro de su elegancia. Tenía la capacidad de ver lo bueno en las personas", agrega Aros. Ella fue quien lo becó y formó en el rol protagónico de Acteón (Charpentier), que le mereció otra beca en Francia.

"Su energía y las ganas que tenía de hacer música eran admirables", comenta la soprano Virginia Barrios, que es la última alumna que Soublette formó. La preparó para cantar como solista en Los Vitrales de la Anunciación, de Alfonso Letelier, en el concierto que dirigió en septiembre Maximiano Valdés, con la Sinfónica Nacional Juvenil, y que contó también con CameraMusic, la última agrupación que fundó Soublette.

Marisa Morel, su colaboradora en ese proyecto, subraya que "es tanto lo que sabía, y de todo, no solamente de música, sino de filosofía, teología, sicología. Era una persona muy completa". Anuncia que la maestra alcanzó a diseñar tres programas que CameraMusic ofrecerá de abril a junio: un concierto de Semana Santa, con Scarlatii y Poulenc, románticos alemanes y barrocos.

Pionera continental

El último gran montaje que dirigió Sylvia Soublette, fue el oratorio Jephté, de Carissimi, en 2016, en el Teatro Oriente. Pero su actividad musical fue temprana y pionera. A los 12 años hacía cantar a sus primos los arreglos que ella escribía.

A los 22 años formó el primer coro que hubo en Viña del Mar y, justo después, el Coro de la U. Católica de Valparaíso. En 1960 marcó un hito al cofundar el Conjunto de Música Antigua de la UC, el segundo de todo el continente. Lo dirigió hasta 1978, y ese trabajo le dio fama internacional. "La motivación que recibí de esa formidable maestra me marcó para siempre", asegura el guitarrista Óscar Ohlsen, quien integró ese conjunto y después colaboró con Soublette en los influyentes proyectos que desarrolló en Venezuela, durante su exilio.

Considerada una de las mejores intérpretes de lied de nuestro país, en 2012 se estrenó su última gran obra: Misa Romana, y ese mismo año se lanzó el CD monográfico Sylvia Soublette: Compositora chilena, grabado por Víctor Alarcón, el Coro de Estudiantes UC y la Orquesta Marga Marga, que incluía esa pieza.

Ella reconocía con humor la inspiración melódica de sus obras. "Siempre me sale lo chileno", decía.

"Yo soy compositora, pero de otro tiempo. No del siglo XXI, sino que del siglo XX. Sin embargo, a estas alturas lo que más me siento es una educadora", dijo en 2018, cuando fue postulada al Premio Nacional de Música.

"La música es un arte democrático y se produce una suerte de fraternidad. Se acaban las diferencias de clase y todos nos tratamos de tú", explicaba entonces a La Tercera.

"Fue una figura musical tremenda, de gran fuerza creadora. Generó numerosos espacios de aprendizaje, de interpretación y de trabajo", destaca Karina Fischer, directora del Instituto de Música UC.

"Sylvia Soublette nunca recibió el premio que ella mereció más que muchos otros que sí lo recibieron, el Premio Nacional de Música. Quienes lo otorgan quedarán para siempre con esa deuda", cierra Ohlsen.

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