Emily Ratajkowski no es dueña de su imagen (y la quiere de vuelta)

La modelo y actriz fue demandada por publicar una fotografía de sí misma, cuyos derechos le pertenecen a un paparazzi. Tiempo atrás, tuvo que pagar miles de dólares por un cuadro que un artista hizo a partir de una foto que ella misma publicó, y en paralelo, lucha por el cese y abuso de un fotógrafo que lanzó un libro con imágenes que la muestran desnuda. En un ensayo que Ratajkowski publicó en The New York Magazine, relata cómo poco a poco perdió control sobre su propio reflejo.


Supermodelo, empresaria y actriz. El rostro de Emily Ratajkowski es conocido tanto en la industria del modelaje como en la cultura pop.

En 2013 saltó a la fama como la protagonista del video “Blurred lines” -canción de Robin Thicke y Pharrell William- que se convirtió en hit Billboard aquel año, y en 2014 tuvo un rol secundario en la cinta Gone Girl de David Fincher.

No era su debut ante las cámaras. Desde 2004 que ha participado de cortometrajes, películas y videos musicales, así como modelo para lookbooks y pasarelas. Sin embargo, entre flashes, alta costura y miles de likes en Instagram, la británica de 29 años ve cómo su imagen escapa de sus manos.

Hija de un profesor de escuela secundaria y una profesora de inglés, la ex estudiante de arte que posteriormente se desempeñó como modelo, actriz y empresaria, escribió un extenso ensayo publicado en The New York Magazine, en el que relata en cinco actos en primera persona, cómo Emily Ratajkowski perdió el poder de decisión sobre las fotografías que la muestran a ella, Emily Ratajkowski.

UNO

En 2019, Emily salió a caminar por su barrio -Noho, en Nueva York- para comprar un gran arreglo floral. Entre diversos tipos de flores, la joven armó un gran ramo para su amiga Mary, quien cumplía 40 años de edad.

Al salir del lugar, vestía un gran blazer tweed y una zapatillas gastadas. Fue cosa de minutos para que los paparazzis comenzaran a acecharla. La joven sostuvo el ramo en su florero y se cubrió el rostro intentando llegar a casa.

“Me gustó la foto del paparazzi, pero no porque fuera una buena foto mía. Estoy completamente irreconocible en él”, dijo en su ensayo, agregando que incluso comentó la foto -publicada en internet- con su amiga Mary.

“Me gustaría tener un ramo de flores por cabeza”, le escribió la modelo. " ¡Ja! Lo mismo", respondió su amiga.

“Publiqué la imagen en Instagram unas horas más tarde, colocando texto encima en negrita en mayúsculas blancas que dicen ‘Mi estado de ánimo para siempre’ (...) Publiqué la fotografía de mí usando el ramo como escudo en mi Instagram porque me gustó lo que decía sobre mi relación con los paparazzi, y ahora me demandaban por ello. Me he familiarizado más con verme a mí misma a través de los lentes de los paparazzi que con mirarme en el espejo”, reclamó la modelo que -por aquel post en Instagram- enfrentó una demanda por “150.000 dólares en daños por su ‘uso’ de la imagen”.

“Desde 2013, cuando aparecí en un video musical viral, los paparazzi han acechado afuera de mi puerta. Me he acostumbrado a que hombres grandes aparezcan de repente entre autos o salten desde detrás de las esquinas, con agujeros negros vidriosos donde deberían estar sus caras. (...) Y he aprendido que mi imagen, mi reflejo, no es mía”.

DOS

En 2014, el artista Richard Prince seleccionó varias fotografías de celebridades en Instagram y las convirtió en pinturas desplegadas en grandes lienzos que vendía por miles de dólares. Por aquel entonces, Emily tenía una relación con un chico -del que ya no es pareja- que era muy amigo de un dueño de una galería de arte.

En dicha galería se expondría la muestra “Pinturas de Instagram”, y dado que Emily fue retratada en una de ellas, dicho amigo les sugirió que acudieran a la muestra. “Todos, especialmente mi novio, me hicieron sentir que debería estar honrada de haber sido incluida en la serie. Richard Prince es un artista importante, y la implicación fue que debería sentirme agradecida por considerar que mi imagen es digna de una pintura. Qué validación. Y una parte de mí se sintió honrada”, dijo en su ensayo.

El precio de cada cuadro era de 80.000 dólares. Su novio de aquel entonces, insistió en adquirirlo para el departamento que compartirían, pero para Emily era extraño tener que pagar tal monto por una réplica de una foto que ella misma publicó en su cuenta de Instagram.

Al poco tiempo, Prince les comunicó que hubo otro interesado en el retrato de Emily, por lo que ya no estaba disponible. Sin embargo, había hecho otra pintura que aún estaba a la venta.

“Cuando me di cuenta que teníamos la oportunidad de adquirir este, de repente me pareció importante tener al menos la mitad de él; decidimos comprarlo directamente al artista y pagarlo a medias. Me gustó la idea de dedicarme a coleccionar arte, y el de Prince parecía una inversión inteligente. Pero sobre todo, no podía imaginarme no tener derecho a reclamar algo que colgaría en mi casa. Y sabía que mi novio sentía que esto era una especie de conquista; había trabajado duro para conseguirlo. Debería estar agradecido, pensé. Solo divídelo con él. Además, tenía 23 años; No había ganado suficiente dinero para gastar cómodamente 80.000 dólares en arte”.

Pero no eran las únicas pinturas que había realizado Richard Prince. Navegando por internet, Emily supo que existían lienzos -a modo de borradores de las obras expuestas- que la retrataban. Su novio hizo las consultas de rigor, y a los meses recibieron dichas pinturas.

Al tiempo, Emily y aquel novio terminaron su relación. En la división de sus pertenencias, ella se quedó con su pintura -"Asumí que no querría el lienzo, una foto gigante de mí, ahora su ex"-. Fue después que Emily se dio cuenta que no le dio el borrador. Intercambiando diversos mails, su ex novio le dijo que ella debía pagarle 10 mil dólares “por sus conocimientos del mercado”.

Ratajkowski respondió comunicándose directamente con el estudio de Richard Prince para reafirmar que dicho lienzos eran un regalo para ella. “Todos estos hombres, algunos de los cuales conocía íntimamente y otros que nunca conocí, estaban debatiendo quién poseía una imagen mía. Estaba considerando mis opciones cuando se me ocurrió que mi ex, con quien había estado durante tres años, tenía innumerables fotos mías desnudas en su teléfono”.

TRES

Emily tenía 22 años cuando un amigo le envió un link del sitio 4chan. Aquel día se esperaba la filtración de cientos de fotografías al desnudo de mujeres -modelos y actrices- víctimas de una estafa que involucraba a iCloud. El nombre de Emily estaba entre ellas.

“Más tarde esa semana, las fotos se dieron a conocer al mundo. Las imágenes que estaban destinadas solo a una persona que me amaba y con la que me sentía segura -fotos tomadas por confianza e intimidad- ahora se compartían y discutían de manera maníaca en foros en línea y se calificaban como ‘atractivas’ o ‘no'’”, recordó la modelo sobre tal experiencia.

Citando a Rebecca Solnit, Emily escribió: “'Pensaste que eras una mente, pero eres un cuerpo, pensaste que podrías tener una vida pública, pero tu vida privada está aquí para sabotearlo, pensaste que tenía poder, así que déjanos destruirte'. Me habían destruido. Había perdido cinco kilos en cinco días y una semana después se me cayó un mechón de cabello, dejando un círculo perfectamente redondo de piel blanca en la parte posterior de mi cabeza”.

Al día siguiente de recordar tal vivencia traumática, Emily decidió enviar a su ex los 10 mil dólares que el lienzo que la retrataba a ella. “No pensé que podría sobrevivir pasando por lo que había pasado de nuevo. Cambié la seguridad de esos cientos de Emilys por una imagen, una imagen que había sido tomada de mi plataforma y producida como el valioso e importante arte de otro hombre”.

Actualmente, la pintura gigante -de una sesión de fotos para Sport Illustrated- sacada de su cuenta de Instagram, está colgada en su sala de estar, en la casa que comparte con su esposo en Los Angeles. Al tiempo -y tras las preguntas de varios invitados-, Emily decidió traducir un comentario en alemán que el “autor” de la obra dejó en la pintura.

“Se trata de lo caídas que se ven mis tetas”, le dijo Emily a su esposo. Su marido se acercó y la abrazó: “Creo que eres perfecta”. En ese momento, la modelo se dio cuenta que ella era la protectora de su imagen ya que, aún el amor y confianza de un hombre, se podían convertir en posesividad.

“La próxima vez que alguien me preguntó sobre el comentario alemán, mentí y dije que no sabía”, concluyó Emily de tal experiencia.

CUATRO

En 2012, la agente de Emily le dijo que debía comprar un pasaje en bus para ir de Nueva York a los Catskills, donde un fotógrafo llamado Jonathan Leder la pasaría a buscar y luego le reembolsaría el pasaje. Sacarían fotografías en Woodstock, para una revista de arte llamada Darius, y pasaría la noche en su casa. Según le explicó su agente, era un trabajo cuya remuneración sería la “exposición”.

Emily tenía 21 años. Por esos años, dejó su carrera de Arte en la Universidad de California y hacía pequeños trabajos para tiendas como Forever 21 o Nordstrom. Si bien desde los 14 participó en algunos papeles y modeló, tomó en serio una carrera de modelaje a los 20.

Emily relata que investigó en internet a Jonathan Leder, pero no encontró nada extraño, incluso lo describió como un tanto aburrido. Por lo que no buscó más sobre dicho fotógrafo. Además, confió en la recomendación de su agente.

Leder fue a buscarla como habían acordado y en el trayecto, Emily describe que no le prestó mayor atención. “Cuanto más desinteresado parecía, más quería demostrar que era digno de su atención. Sabía que impresionar a estos fotógrafos era una parte importante para construir una buena reputación. ¿Cree que soy inteligente? ¿Especialmente bonita? Pensé en todos los demás modelos jóvenes que debieron haber venido a esta estación de autobuses en Catskills y se sentaron en este auto”, escribió la modelo.

Al llegar a la casa, vio a los hijos de Jonathan sentados en la cocina. Por la hora, Emily pensó que tal vez harían la sesión de fotos al día siguiente temprano, ya que estaba por oscurecer. Pero luego, llegó una maquilladora y una persona retiró a los niños de la casa.

Mientras la maquilladora -una mujer mayor- trabajaba en el rostro de Emily, el fotógrafo comenzó a preparar la cena y le ofreció una copa de vino. A continuación, puso lencería estilo vintage sobre una silla. En ese momento, la modelo supo qué tipo de sesión de fotos sería. Si bien su agente no le había dicho que debía posar en ropa interior, Emily estaba tranquila ya que no era primera vez.

Luego que Leder le hablara de su ex esposa “loca” y una ex novia “loca”, le mostró a Emily una colección de polaroids de una actriz que había elegido para un cortometraje. “Me pregunté dónde solía guardar estas Polaroids. ¿Estaban todos meticulosamente etiquetados en un archivador gigante en algún lugar de su ático, con los nombres de las mujeres jóvenes escritos con tinta en los cajones asignados? Me vino a la mente la imagen de una morgue”, describió Ratajkowski.

Tras terminar de cenar, Emily había bebido la tercera copa de vino. Jonathan dio comienzo a la sesión de fotos, primero en ropa interior y luego al desnudo. Le instruyó a Emily diversas poses, miradas y juegos y -en simultáneo- le ofrecía más y más vino.

Emily se sentía relativamente segura hasta que, tras un suspiro que la modelo dice no olvidar, la maquilladora se retiró y dejó a solas a la joven con el fotógrafo. “Estaba molesta con ella por dejarme, pero no quería admitirme a mí misma que su presencia había hecho una diferencia. ‘Puedo manejarlo sola’, pensé. Me senté, erguida. Empecé a hablar más rápido y más alto. Estaba llena de tanto vino azucarado que me sentí completamente despierta, aunque muy, muy borracha. Lo siguiente que recuerdo es estar en la oscuridad”.

A continuación Emily detalla cómo Jonathan abusó de ella. La modelo alejó con fuerza el cuerpo del fotógrafo y este se retiró al interior de la casa. Ratajkowski, buscando abrigo y un lugar para dormir, se recostó en la cama de la hija de Jonathan Leder.

A la mañana siguiente, emily tenía resaca y apenas intercambiaron palabras para beber café antes de volver a la estación de buses con destino a Nueva York. Meses después, la agente de Emily recibió una copia de la revista para la sesión de fotos en cuestión. Para su sorpresa, consideró que las elegidas eran de buen gusto e incluso incluían las que ella recordaba haber escogido.

El horror llegaría años más tarde, a través de una llamada telefónica.

CINCO

Emily Ratajkowski relata que un día se contactaron con ella desde una reconocida revista para ofrecerle promocionar su nuevo libro. “¿Qué libro?”, dijo la modelo, quien recientemente había sido parte de la cinta Gone Girl.

La modelo y actriz buscó su nombre en internet y allí lo encontró: un libro blanco que decía Emily Ratajkowski en letras negras y señalaba a Jonathan Leder como fotógrafo autor. Algunas de las imágenes del libro fueron publicadas en el Instagram de Leder, y resultaron ser las más reveladoras y vulgares de aquella jornada.

“Estaba lívida y frenética. Cada hora aparecían nuevos artículos sobre el libro, acompañados de imágenes. Mis dedos se entumecieron al leer los comentarios de los clientes ansiosos en la página de Jonathan. Sus seguidores se estaban disparando, al igual que los seguidores de @imperialpublishing, una ‘empresa editorial’ que - me di cuenta después de unos momentos de investigación - que Jonathan había financiado personalmente y creado únicamente con el propósito de hacer este libro”, detalló la víctima de la publicación.

Se pensó que Emily estaba al tanto de tal publicación, pero ella no dudó en tomar cartas en el asunto. Su abogado envió cartas de cese y desistimiento, una a la editorial de Leder y otra a la Galería en el Lower East Side, la que próximamente expondría las fotos de dicho libro.

El argumento de abogado de Emily, era que ella solo autorizó el uso de las fotos para el uso acordado previamente -la revista-. Sin embargo, la galería acudió al New York Times para decir que tenían una autorización firmada por la modelo.

Emily estaba segura que no había firmado acuerdo alguno, y tras recurrir desesperada a su agente, ella también le dijo que entre sus registros no encontró ninguna firma -ni de ella como agente, ni de la modelo-. Pero cuando su abogado llamó al New York Times, le aseguraron que tenían “una copia del comunicado firmado por su agente”.

“Debe haber sido falsificado”, anunció su abogado. “Comencé a repasar las innumerables tomas que había hecho al principio de mi carrera. Habían pasado solo dos años desde el pirateo de 4chan. Me encontré tocando el lugar de mi cuero cabelludo donde se me había caído el cabello”, recordó Ratajkowski.

“El problema con la justicia, o incluso la búsqueda de la justicia, en Estados Unidos es que cuesta. Mucho. Durante los cuatro días de cartas y llamadas para los que había contratado los servicios de mi abogado, había acumulado una factura de casi $ 8.000 dólares. Y aunque tenía fama, no tenía la cantidad de dinero que le había dicho a Jonathan que esperaba tener algún día”, confesó Emily en su ensayo para New York Magazine.

Finalmente, su abogado le informó que continuar con la demanda, aparte de los gastos, sería infructuoso, ya que incluso si “ganaran” el caso, significaría que Emily tomaría posesión de los libros y -si tenía suerte- exigir un porcentaje de las ganancias. “Y las fotos ya están disponibles ahora. Internet es Internet”, le dijo el abogado.

El libro de polaroids se agotó y fue reimpreso tres veces. Emily retuiteó sobre el abuso de su imagen y los comentarios no fueron a su favor: cientos de personas adjudicaron a ella la responsabilidad de posar en aquella sesión y fue acusada de querer “llamar la atención”.

La galería en el Lower East Side siguió adelante con la exposición de fotografías de tal libro, y Emily decidió buscar en internet cómo fue la recepción de público. El evento recibió tanto asistentes que debieron dejar la puerta abierta. “No podía creer cuánta gente había aparecido a pesar de mi protesta pública”, la modelo, quien aseguró en su escrito, que no se permitió llorar.

Mientras Emily se negó a referirse al tema en entrevistas, Leder dijo que las acusaciones de la modelo eran “infantiles” y mencionaba que no se puede considerar como víctima a quien aparece semidesnuda en un video pop.

Al tiempo, Ratajkowski leyó una entrevista que se titulaba “Jonathan Leder revela detalles de su sesión de Emily Ratajkowski” donde se refirió a ella diciendo: “No era ni tímida ni cohibida de ninguna manera. Decir que le gustaba estar desnuda es quedarse corto. No sé si le dio poder o disfrutó de la atención”.

A finales de 2019, Jonathan Leder publicó otro libro con fotografías de Emily Ratajkowski, quien a veces contempla su pintura -hecha a partir de una fotografía que ella publicó en su Instagram-, y se pregunta si debería venderla para seguir la batalla legal contra Leder.

“Eventualmente, Jonathan se quedará sin Polaroids crujientes ‘invisibles’, pero yo seguiré siendo la Emily real; la Emily que es dueña de la gran artista Emily, y la que también escribió este ensayo. Ella continuará forjando el control donde pueda encontrarlo”, concluyó la modelo, actriz y empresaria de 29 años.

El ensayo de Emily Ratajkowski lo puedes leer completo en The New York Magazine.

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