Queremos tanto a Brasil: doce discos para bajar la tensión futbolera

Este viernes es un eterno déjà vu y varias generaciones lo han padecido: la jornada en que debemos mostrarle los dientes a Brasil para ver quién es mejor en un estadio de fútbol. Pero en otra cancha, la de la música, no hay hostilidad posible: sus artistas y sus obras son puro placer y jogo bonito.


Hay algo incluso más difícil que ganarle un partido de fútbol a Brasil en su casa: recomendar discos y artistas que abarquen casi la totalidad de su cancionero y que dejen a todos más menos satisfechos.

Hace un tiempo en Culto nos lanzamos con un listado aleatorio y arbitrario que mezclaba clásicos (ahí están Caetano, Chico Buarque, João Gilberto y más), joyas menos reconocidas de las leyendas, álbumes pérdidos en el tiempo o nombres casi anónimos para el resto del planeta.

Aquí va una segunda parte bajo el mismo criterio: siempre faltarán figuras, se extrañarán a los indispensables y más de alguno alegara alguna omisión derechamente vergonzosa.

Pero al menos por hoy, el objetivo es otro. Aunque en la cancha siempre sean rivales intratables, al minuto de escuchar su música la hostilidad resulta imposible.

*Marcos Valle - Marcos Valle (1983)

Una de las grandes figuras de la música brasileña, capaz de cubrir desde los años 60 casi todos los géneros del vasto cancionero de su país, aunque siempre se apunta este disco como una clase de funk playero, soul delicado y pop en estado de agitación vertiginosa: tal como esos cócteles con que el propio Valle brinda desde la portada.

*Onda de amor: synthesised brazilian hits that never were (1984-94)

El acento evocativo y bailable que ha definido a la música brasileña -quizás los dos polos más evidentes por donde ha transitado- encontró un vínculo preciso en los sintetizadores durante los 80. Aquí no hay demasiada samba ni tropicalismo, sino que creadores inquietos - gran parte de ellos desconocidos fuera de Brasil (Batista Junior, André Melo, Ricardo Bomba)- que buscaron modernizar bajo nuevos colores una tradición tan elástica como histórica.

*Maria Creuza - Yo... Maria Creuza (1971)

Favorita de Vinícius de Moraes y parte de algunos episodios estelares de la música de su país (grabó precisamente con Vinícius y Toquinho el legendario álbum Vinícius en La Fusa), su era de resplandor se ubica en los 70, con un disco como este, sensible en lo interpretativo, de cálidas orquestaciones y donde late la emotividad de una voz femenina única en el gigante sudamericano.

*Erasmo Carlos - Sonhos e Memórias: 1941-1972 (1972)

Compañero creativo de Roberto Carlos y miembro de la Jovem Guarda -esa generación permeable al rock and roll y la invasión británica durante los 60 en Brasil-, Erasmo Carlos es un clásico cabal, con una obra irresistible donde caben baladas, soul y brochazos de jazz. Una faena creativa sofisticada que nunca extravió el norte melódico, un hombre en cuyas composiciones confluyen lo mejor de varios mundos: este compilado es el gran ejemplo.

*Junior Mendes - Copacabana Sadia (1982)

¿Más funk de pulso y sabor carioca que parecen trasladarnos a Ipanema o Copacabana? Junior Mendes es un artista de trayectoria acotada, pero este disco y una serie de colaboraciones de alto vuelo -Tim Maia o Banda Black Rio, otros imperdibles- le bastaron para asegurarse un espacio en ese pop brasileño de raíz afro, dulce pero cadencioso, con el Atlántico como indeleble paisaje de fondo.

*Elis Regina - Em pleno verão (1970)

La gran voz de la música brasileña. Volcánica, festiva, grácil, sensual, lúgubre o melancólica, todos sus discos son imperdibles. Una estación de inicio puede estar aquí, donde interpreta composiciones de Jorge Ben, Gilberto Gil, Caetano Veloso y Erasmo Carlos, entre muchos otros. Por lo demás, el inicio con Vou Deitar E Rolar (Quaquaraquaqua) y Bicho do mato estimula de energía incluso al más apocado.

*Gal Costa - India (1973)

Otra voz abrumadora. Otra cantante que puede volar sin demasiadas transiciones entre el blues eléctrico y la música de salón. En India, se despoja de su faz más arrebatada, para cantar cercana al susurro, secundada por la guitarra y la clase de Gilberto Gil en la dirección musical.

*Pedro Santos - Krishanda (1968)

A fines de los 60, la música de Brasil disfrutaba de su minuto más efervescente, pero también había espacio para creadores que escalaban al margen. Pedro Santos nació en Río de Janeiro en 1919, fue percusionista, compositor e inventor de instrumentos, y empujó a la samba y la bossa nova por atajos menos lógicos, hermanándola con variantes psicodélicas, sonidos cogidos desde Asia, ambientaciones tribales y flujos experimentales que, después de todo, crearon un universo macizo: Brasil, tierra de selva, grupos autoctónos y una riqueza cultural mayúscula, se contactaba con otras latitudes similares, las que hasta ese entonces habían pasado casi inadvertidas en su cancionero. Este es su único trabajo.

*Los Hermanos - Bloco do Eu Sozinho (2001)

No todo es samba, playas y saudade. Brasil ha configurado una de las escenas rockeras más abundantes del continente, con emblemas como Sepultura o Charlie Brown Jr., aunque también vale la pena darle play a otros emblemáticos: Los Hermanos, una apuesta de guitarras afiladas y voltaje comedido, salpicado por lo demás con las tradiciones históricas de la Música Popular Brasileña.

*Bebel Gilberto - Agora (2020)

Hija de dos instituciones de la cultura brasileña - la reconocida cantante Miúcha y el mayor ícono de la bossa nova, João Gilberto-, Bebel Gilberto aportó a su país un sonido contemporáneo, donde la bossa nova adquiere un cuerpo espectral, cubierto por ornamentaciones electrónicas, ecos fantasmales y detalles propios del trip hop. Sus discos semejan parajes ensoñados y serenos, tal como en esta última entrega, a la altura de lo mejor de su carrera.

*Os Mutantes - Os Mutantes (1968)

Clásido rotundo de la música de Brasil, el debut del conjunto de Rita Lee es una foto de época precisa y ampliada, con espacio para el rock, la psicodelia según The Beatles, la inspiración hippie y, claro, esa alegría y arrojo del Tropicalismo que parece nunca decaer.

*Djavan - Seduzir (1980)

Otro astro del catálogo brasileño, ya en su período de consolidación, donde consigue fusionar con elegancia rítmicas negras con los timbres más pausados del jazz y el rock progresivo. Su voz, tremendamente expresiva, logra hacer el resto. En palabras simples: discazo.

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