En un limbo: Radiohead, Kid A y la amnesia de sí mismo

Borrando su pasado, hace veinte años Radiohead construyó una nueva identidad en Kid A y Amnesiac. Si bien fueron lanzados con medio año de diferencia, la distancia conceptual entre ambos es solo un artificio y, en conjunto, demarcaron la trayectoria que hizo legendarios a los de Oxford. El 5 de noviembre, ambos títulos serán reeditados junto a otro disco extra con material inédito.


En su libro La Insoportable Levedad del Ser, el checoslovaco Milan Kundera recordaba que el eterno retorno representaba para Nietzsche la carga más pesada. Cargar sobre los hombros con el peso de la eternidad es algo que derriba a cualquiera. Sin embargo, la vida como una existencia efímera y vana se torna en leve y, textualmente, “hace que el hombre vuele hacia lo alto, se distancie de la tierra y de su ser terreno”.

Y si de algo tratan Kid A (2000) y su siamés Amnesiac (2001), de Radiohead, es acerca de marcar distancia. Imposible no pensar en la muralla que Roger Waters hizo realidad en los escenarios de la gira para el álbum The Wall, erigiendo un muro colosal entre Pink Floyd y los fans. ¿Es posible que, inconscientemente, debido a la insistente, fastidiosa y delirante similitud que la prensa de mediados de los años noventa estableció entre Ok Computer y el Dark Side of the Moon, Yorke y compañía hayan querido amontonar todos los ladrillos posibles entre el público, la crítica, y ellos mismos?

Para Waters todo partió en un altercado con unos fans, donde el larguirucho terminó por escupirles en medio de la gira In the Flesh. Para los de Oxford, en el documental Meeting people is easy, que retrata la abulia y el agotamiento en plena gira de su tercer disco, si algo queda claro es que encontrarse con la gente es fácil. Tal vez, demasiado fácil.

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Cómo desaparecer por completo

En una escena críptica en medio del documental antes mencionado, donde suena On your own again de Scott Walker, una mosca revolotea posada en una ventana, como metáfora de la distancia y el aislamiento. “¿No ha sido un buen año acaso? ¿Acaso no estuvo lleno de conversaciones?”, canta Scott. “Estás solo nuevamente…”, prosigue, afectado, con su voz cavernosa y alienígena. Y Radiohead, desde ahí en adelante, decidió jugar a solas.

Pero el muro que construyó Radiohead en Kid A y en Amnesiac no es un muro literal como el de Waters. Es un muro de sonido. No como el empaste rococó del perturbado Phil Spector, sino más bien cercano al muro de los alemanes Kraftwerk, que bien sabían de deshumanización.

Si bien Ok Computer sitúa desde su portada una escena en una autopista, Kid A se presenta a sí mismo con la imagen imponente de unas montañas, alejado por completo de la civilización. En una entrevista con la prestigiosa Mojo, en junio de 2001, Yorke se explaya sobre el arte de ambos trabajos: “En el primero ves el incendio al otro lado de las montañas. En Amnesiac, estás ahí mismo en el bosque, donde está el fuego”. Ambos son parte de una misma realidad, pero ésta ocurre fuera de los confines de la urbe.

Pero no solo eso. Cuando Kid A y Amnesiac se lanzaron, ambos vinilos fueron prensados en diez pulgadas, no en doce pulgadas. Cabe recordar que los diez pulgadas eran el formato primordial antes del establecimiento de los long play, en los días de oro de Sarah Vaughan y Sinatra. Si la música que ambos contenían sonaba fuera de contexto para el séquito de viudos de Ok Computer, no era algo casual.

La banda reeditará ambos discos más un tercero con tomas alternativas e inéditas de las sesiones. Ya se liberó el track If You Say the Word.

Pero los álbumes con tintes electrónicos elaborados por superventas del llamado rock alternativo no eran algo muy extraño para mediados del 2000. Dos años antes, Smashing Pumpkins había editado el melancólico Adore; REM había hecho lo suyo en el minimalista Up; y PJ Harvey -con quien Yorke colaboró en tres canciones de su Stories from the city, stories from the sea- había esculpido el intenso y formidable Is this desire. Y, tan solo un año antes de Kid A, los mexicanos Café Tacuba habían editado su propio doble electrónico Revés/YoSoy, no muy alejado de lo que Radiohead intentaba edificar.

“La era del hielo viene, la era del hielo viene…esto realmente está sucediendo”, canta Yorke en Idioteque. Y la ley del hielo se hizo. Si en 1993 el mantra en el debut Pablo Honey era Anyone can play guitar, pues ahora nadie tenía intenciones de tomar una guitarra. Pensando en que U2, en el mismo año en que los ingleses cantaban Creep, estampaban el dinámico Zooropa, no suena como una idea tan descabellada.

In Limbo

Si bien la separación entre Kid A y Amnesiac existió en la práctica, editándose ambas placas con poco más de medio año de distancia, para Radiohead todo el material surgió en simultáneo.

“Nuestra perspectiva es muy distinta, al hacer todo seguido nosotros conocemos muy bien los dos discos y nos resulta más difícil hablar de ellos como si fueran cosas separadas. Si juntas todos los temas de los dos álbumes en uno, no serías capaz de reconocer cuáles son de uno y de otro. Fue un gran alivio escuchar las canciones y simplemente dividirlas en dos bloques. Fuimos grabando mucho material y nunca nos paramos a editar nada concreto, sino que seguimos grabando y grabando”, declaraba Yorke en el 2001 a Mondosonoro.

Testimonio de la creación conjunta de ambas placas durante casi 400 días junto al productor Nigel Godrich fue en aquellos días el diario online del guitarrista Ed O’Brien, disponible hoy en el portal de fans de Radiohead greenplastic.com. El diario de O’Brien da cuenta del proceso del grupo entre julio de 1999 y junio del 2000. Un botón: el 8 de septiembre la banda ensaya Optimistic y Everything in its right place, y al día siguiente Knives out; el 29 de febrero se mezcla Pyramid song, y el 1 de marzo se llevan a cabo los arreglos de batería de Morning bell. Poco antes, en el mes de abril, Yorke confesaba a la prensa que la banda llevaba ya 20 canciones grabadas y que planeaban editar un disco doble.

Pyramid song y Everything in its right place se escribieron la misma semana, “que fue la semana donde me compré un piano”, bromeaba Yorke en Mojo.

El tracklist de Kid A, el primero de ambos en ver la luz del público, parece establecer un punto con su tracklist, casi como un mensaje en clave. La primera canción se titula Todo en su lugar preciso, como si de un manifiesto se tratase. Después, Kid A apunta el nombre de la nueva dirección, autorreferentemente. Luego, The National anthem y How to disappear completely aseguran las intenciones. In limbo parece acusar el estado en que se encuentra la banda y Optimistic, sus expectativas frente a lo que viene.

En sincronía con el cambio de milenio y la paranoia del Y2K que tiene al planeta temiendo por la pérdida de todos los datos almacenados en Internet, Radiohead se forjó una nueva identidad. En el sucesor de Kid A, el siamés Amnesiac, retazos del pasado se esbozan en Knives out y su dejo a lo Smiths, o en Dollars and cents y su épica, pero aparecen más bien como versiones corruptas, genéticamente modificadas -como los osos que fueron estandarte de ambos discos- de un sonido anterior.

Soundtrack de una película

Si un aura prevalece en ambos volúmenes, es el espíritu de improvisación propio del jazz, estampado de forma más directa en Pyramid song (inspirada en Freedom de Mingus) y en Life in a glasshose, cuya inspiración nace de una historia de la cual Yorke se enteró a través de los medios británicos: la esposa de un famoso actor, asediada por la prensa amarillista, decide responder a los fotógrafos empapelando los muros externos de su casa con los mismos periódicos que le acosaban.

Yorke, en cierta forma, también replicó ese mismo esquema en Kid A y Amnesiac, plasmamdo un espejo en función del oyente. Si bien las letras de las canciones en OK Computer eran textuales y cinemáticas, cual escenas de un filme, apuntalando imágenes sobre platillos voladores, accidentes aeronáuticos y airbags que salvan la vida, en las dos producciones los versos aparecen cercenados, las frases crípticas y la voz misma del cantante irrumpe mediatizada, ya sea por un vocoder o un autotune. Literalmente, en medio del popular OK Computer, en Fitter happier, latía el germen de un nuevo lenguaje.

Frases cortas, casi deshumanizadas, desapegadas, operaban lejos del sentimentalismo o del storytelling. Más bien, funcionaban como collages, retazos que apelaban a destellos y fragmentos de realidad, telones sobre los cuales los oyentes no tendrían más opción que proyectar sus propias ansiedades. No es vano que el título del último corte del gélido Kid A sea Motion picture soundtrack.

Himnos nacionales

Tras su propia vida en una casa de vidrio, Radiohead se tornó críptico en este álbum bicéfalo, esculpiendo la morfología de un sonido que, desde entonces, se le asoció ineludiblemente, transformándose en su sinónimo inevitable. El proceso creativo del cual nació, cual cubismo sónico, hizo posible emerger canciones a partir del caos, y dos álbumes hermanos a partir de la avalancha de material, fruto de la ansiedad por distanciarse del resto, de la crítica y los fans.

Inspirados en la filosofía estampada por Naomi Klein en su influyente libro No logo, Radiohead y el diseñador Stanley Donwood no solo colmaron de verborrea y slogans inconexos las páginas de los booklets para ambas placas, sino que encontraron en aquellos “modified bears”, u osos modificados genéticamente, a representantes de sí mismos. Con ojos paranoicos y dientes afilados, estos animales alienados aparecían en los videos de corta duración bautizados como blips, destinados a quién sabe qué propósito, menos promocionar el nuevo material de la banda.

A pesar de no existir singles oficiales, un video realizado para Idioteque (Blinking bear version) tiene como protagonistas a dos de estos osos híbridos orbitando uno en torno al otro, acercándose y acechándose para jamás tocarse. En un comienzo, en un close up extremo, solo vemos una mancha negra que pestañea, hasta que, a medida que el video avanza, somos capaces de distinguir sus formas.

Y, si bien la canción You and whose army se originó como repudio al primer ministro británico de entonces Tony Blair, el significado que cobra en retrospectiva en definitiva va mucho más allá de la inmediatez, y puede interpretarse fácilmente como un himno de autoafirmación, un auto espaldarazo en miras de lo que los siguientes veinte años de carrera trajeron consigo para la banda. Porque, veinte años no son nada pero, a estas alturas, ya nadie puede discutir el carácter de hito magno que tanto Kid A como Amnesiac demarcan. El que no esté de acuerdo, pues que traiga un ejército.

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