“Uno de los niños más feos que ha nacido” y “mi llegada a Chile fue digna de los Beatles”: las otras revelaciones de Bosé en su libro

FOTO:FRANCISCO FLORES SEGUEL/AGENCIAUNO

Su autobiografía El hijo del Capitán Trueno, ya disponible en Chile, viaja hasta su prehistoria, antes del éxito imparable con que arrasó desde los 80, obsequiando imperdibles capítulos de su nacimiento -cuando creían que podía tener hidrocefalia-, de su infancia y de su primera gira por Sudamérica, donde sin modestias postula: había nacido un nuevo ídolo de masas.


Miguel Bosé no se ha ahorrado detalles, recuerdos ni descripciones en su reciente autobiografía, El hijo del capitán trueno, ya disponible en Chile y que precisamente viaja a su prehistoria, cuando era niño, adolescente e hijo, mucho antes de levantarse como una de las mayores figuras del espectáculo hispanohablante.

Aquí no hay capítulos consagrados a su despegue continental en los 80 o a su consolidación omnipresente una década más tarde, ni menos pormenores relativos a su extenso vínculo con Chile, materializado en episodios tan dispares como su amistad con Cecilia Bolocco, su amor y odio con Michelle Bachelet o su asombro ante ese collage pegoteado de recortes con que se lo agasajó -se supone- en el Festival de Viña.

20 de Febrero del 2018/VIÑA DEL MAR El cantante español, Miguel Bosé se presenta, durante la primera noche de la 59 versión del Festival de la Canción de Viña del Mar 2018. En la imagen recibe el premio Artista Icono del Festival. FOTO: RODRIGO SAENZ/AGENCIAUNO

Pero sí hay mucho de lo otro: Miguel antes de Bosé, como dicta el cliché. Incluso muchísimo antes, cuando sus célebres padres -la modelo y actriz italiana Lucía Bosé y el torero y también actor Luis Miguel Dominguín- recién se conocían y ni siquiera pensaban en proyectar la estirpe que también integraría el cantante.

Hay por lo demás escenas enfocadas en el momento mismo de su nacimiento, el 3 de abril de 1956 en el Hospital San Fernando de Ciudad de Panamá, hasta donde había llegado su padre y todo su clan por motivos de trabajo y también políticos. Querían que el bebé naciera en Colombia, pero el parto se adelantó y debieron activar un operativo de emergencia que finalmente llevó a Lucía a dar a luz en Centroamérica.

“Poco más de tres horas de parto fueron más que suficientes para entrar en un cuadro de peligro severo que acabó en una cesárea irremediable para poder salvar, in extremis, las vidas de mi madre y la mía. Todo se complicó”, narra el intérprete en torno a sus primeros segundos en esta tierra.

Luego dice que el doctor llamado Chito Arozamena -”a quien le faltaba una oreja”, acota- la contó la gravedad de la situación a su padre, quien le suplicó que sacara al niño como fuera necesario, que salvara de una vez a la madre y que nada de cesáreas, ya que en España estaban prohibidas. Si el bebé debía morir, lo que había que priorizar era a su pareja.

El especialista no quiso hacerle caso: Dominguín podía ser un as frente a un toro, pero en el quirófano no tenía voz de mando ni conocimiento. Por lo mismo, “a tajo limpio” decidió sacar a Miguel y salvarle la vida tanto al pequeño como a Lucía.

“Más tarde, y para colmo, mi padre se encararía con él (el médico) cuestionándole su desobediencia”, subraya el artista en su texto. Luego sigue, ya en el instante en que todo se calmó: “Nací de cara. Nací olfateando el mundo y lo primero que saqué fue la nariz. De color azul morado fórceps, con una cabeza deformada hacia atrás, apepinada y tan espantosamente grande, de inmediato temieron fuese hidrocefalia. Tenía los lagrimales cerrados y cuerpo de prematuro. Dicho por la boca del doctor ‘uno de los niños más feos que había traido al mundo y en el que no había ni el más mínimo rastro de la belleza de sus padres’”.

Para rematar tan lapidaria frase, el profesionar quiso arreglarla con otra aún peor: “(Esa belleza) aparecerá en algún momento”.

Tras ello realizaron una serie de procedimientos para que el cráneo no fuera tan protuberante, para aligerar algunos dolores y para que el llanto fuese más sonoro y no tan estridente: ¿fue quizás la primera vez que la voz del futuro Miguel Bosé se ve ejercitada para adquirir un tono más melódico? Quién sabe.

Lo llevaron a la sala de neonatos, bajo la incertidumbre y los nervios del matrimonio de Lucía y Dominguín. Ahí estaba vendado y fajado de pies a cabeza. Pasaron horas entre bromas, consultas médicas, revisiones frecuentes y al otro día vino la gran pregunta: ¿cómo le vamos a llamar?

En la partida de nacimiento aparece como Luis Miguel Dominguín, aunque el planeta lo conocería por su segundo nombre y -en homenaje a su madre y por las variadas fricciones que lo separaron de su papá- y por su segundo apellido.

Fab Bosé

Bajo ese nombre artístico, el libro repasa también la histeria que empezó a generar en sus primeros años artísticos en España y Latinoamérica. En otro capítulo del texto, titulado El desembarco, menciona el creciente y explosivo suceso que significó su escalada en países como Chile, a partir de su primera gira por el sur del mundo, en 1978.

“Era octubre de 1978 y acababa de regresar de mi primera gira promocional por Latinoamérica (...) Quedaba claro que mi carrera había arrancado de forma potente. Era gloriosa, de hecho. Allá pr donde fuera, en cualquiera de los territorios del continente americano, un nuevo ídolo de juventudes había reventado y no se hablaba de otra cosa”.

El cantante y su padre ya en los 80.

“La llegada a Chile fue digna de los Beatles, gente por todos lados que asaltaron el avión en pista en busca de su estrella”, va narrando en tercera persona. Después empalma: “Un país apasionado y único”. También dedica elogios a sus fanaticadas de Ecuador, Argentina (”era como volver a Europa”, define), Perú, Venezula (”Caracas era la ciudad más sofisticada y loca de todas”), México y Colombia.

Aunque el español transita por su pasado más remoto, no olvida en su último gran testimonio a la región que fue parte fundamental de su gloria.

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