La historia de Get Back, el proyecto maldito de los Fab Four

En enero de 1969, los Beatles comenzaron a preparar la grabación de un álbum en vivo, pero tras aflorar rencillas internas derivó en el registro de un disco al viejo estilo, en que ensayaban y grababan las canciones sin mayores añadidos, como en sus primeros días. Ese fue el proyecto Get Back -luego derivado en el álbum Let it be-, que tendrá una nueva lectura con la monumental película de Peter Jackson. Acá una historia del origen y el fracaso de un proyecto que marcó el quiebre de la banda más importante del mundo por entonces.


A las seis de la tarde del 13 de mayo de 1969, los Beatles subieron las escaleras del edificio de EMI, en Manchester Square, para reencontrarse con el pasado. La idea era recrear la foto tomada para su álbum debut, Please, Please Me (1963), en el mismo lugar. Habían pasado seis años, y los de Liverpool ya no eran los muchachos chispeantes de sus inicios; eran en toda regla, dioses de la industria musical. La banda más grande del mundo.

Días antes, habían hecho un primer intento, pero no prosperó porque en el edificio había un cobertizo nuevo que le impedía al fotógrafo Angus McBean conseguir el mismo ángulo de la foto original, tomada por él mismo. Pero en el universo Beatle no había imposibles; en EMI sacaron el cobertizo y así McBean pudo lograr la toma.

“Se había construido un nuevo cobertizo y no podía ponerme en la misma posición. Sin embargo, EMI me preguntó si podía regresar en una semana. Mientras tanto, todo el nuevo cobertizo fue derribado y lo intentamos de nuevo”, recordó años más tarde en una entrevista citada por varios medios y portales hasta hoy.

“Ringo Starr llegó tan tarde que el personal de EMI bajó corriendo las escaleras. Arreglé la cámara y John, fascinado por la fotografía, se acercó y se acostó a mi lado para mirar mi visor -agregó-. ¡Todavía puedo escuchar los gritos de las chicas de EMI cuando se dieron cuenta de quién se acercaban para salir por la puerta!”.

Pero ese revival tenía un objetivo. Querían usar la fotografía para la portada de su inminente nuevo álbum, titulado Get Back. Un proyecto que prometía una vuelta a las raíces de los de Liverpool como una banda de directo y que en 2021 tendrá una nueva lectura con la recién estrenada película de Peter Jackson. Quizás eso explica que John Lennon y George Harrison vistieran los mismos trajes a rayas de la gira de 1966, la última antes de dejar los conciertos.

No lo sabían entonces, pero ni el álbum, ni la foto, llegaron a los escaparates como Get Back, sino que bajo el nombre de Let it Be. El cambio del nombre y portada -la clásica imagen dividida en fotos individuales de los cuatro, sobre fondo negro- revelaba un tratamiento de sonido diferente al de su concepción original. Como si hubiesen querido borrar, con la magia del estudio, aquel momento en que la tensión los consumió.

Volver para avanzar

Hacia octubre de 1968, en las filas de los Beatles el ánimo estaba agitado. Los largos seis meses de grabación del Álbum Blanco mellaron las relaciones al interior de la banda. Discutieron, se mandaron al carajo en un par de ocasiones -en particular Lennon a McCartney por su insistencia en grabar “Ob-la-di Ob-la-da” una y otra vez- y hasta comenzaron a funcionar como pequeñas unidades, en que cada uno trabajaba en sus canciones por separado, usando a los otros como excepcionales sesionistas.

Pese a todo, había momentos en que las cosas funcionaban. La grabación de “Happiness is a warm gun”, una oscura canción de Lennon del Álbum Blanco, requirió la participación de los cuatro. Como en los viejos tiempos, se sentaron juntos en un rincón de la sala 2 del estudio Abbey Road, y tocaron con los amplificadores a todo volumen.

beatles

“John y sus compañeros consideraban el tema como uno de los mejores del álbum, esto tal vez se deba al genial trabajo colectivo para grabar una pieza de lo más compleja -explican Sergio Marchi y Fernando Blanco en su libro Los Beatles en el final (1967-1970)-. En tiempos donde cada uno tiraba para su lado, aunar fuerzas para lograr una pieza así, los debe haber sorprendido hasta ellos mismos”.

Pero la sorpresa no bastaba. En ese octubre del 68′, las cosas parecían ir todavía peor. El 18 de ese mes, John y Yoko fueron comidillo para los periódicos por un enredo con la ley; un equipo de ocho policías llegó hasta el departamento que compartían en el 34 de Montagu Square -se lo alquilaban a Ringo Starr- y los detuvo tras descubrirles 219 gramos de resina de cannabis. Un golpe mediático, que machacó el ánimo del Beatle.

Consciente del mal trago, Paul McCartney le dio vueltas a un proyecto que permitiera posicionar nuevamente al grupo en la actividad musical y a la vez, recomponer la alicaída convivencia interna. Fue entonces que lanzó sobre la mesa una idea audaz ¿y si volvían a tocar en vivo? al fin y al cabo se habían fogueado como músicos tocando para estudiantes, pandilleros y marineros borrachos en Hamburgo y la experiencia de tocar juntos durante el Álbum Blanco, era de los pocos momentos de encuentro que habían conseguido.

En un primer momento, Paul propuso volver a tocar en clubes pequeños. Una operación tan simple como arriesgada, que consistía en presentarse de improviso en algún lugar y sorprender a la audiencia -algo que el mismo McCartney realizó como solista años después-. Pero la propuesta no logró mover un pelo a sus compañeros. Fue entonces que salió con otra idea, más a tono con el momento; grabar un concierto y venderlo como un álbum y una película.

“Darían un concierto único, que Apple filmaría y comercializaría en todo el mundo -explica Phillip Norman en su biografía de Paul-. En tándem con este se lanzaría un documental de la banda durante los ensayos, muy al estilo de One Plus, de Jean Luc-Godard, que habían protagonizado los Rolling Stones después que los Beatles rechazaran participar”.

La idea de McCartney tenía sentido. Aunque los Beatles dejaron de presentarse en vivo en agosto de 1966, nunca hicieron un anuncio oficial al respecto y desde entonces se habían entregado por entero al trabajo en estudio. Por ello, en cada uno de los festivales importantes de la época se especulaba con la posibilidad de un regreso a los escenarios. Era entonces, un buen golpe mediático y los reencontraba con su público.

En principio, Paul sugirió que la película fuese dirigida por Yoko Ono “en una típica y sutil estratagema para concederle el respeto que John exigía y, al mismo tiempo, quitársela de encima”, apunta Norman. Pero la japonesa, poco interesada en el cine comercial, desechó la idea con molestia. Fue entonces que recurrieron a otro nombre, el joven Michael Lindsay-Hogg.

El cineasta ya conocía a los Beatles. En 1966, cuando los de Liverpool todavía llevaban melenas y trajes, se ocupó de la dirección de las películas promocionales de “Paperback Writer” y “Rain”. Los volvió a ver en septiembre del 68′, cuando filmó dos sesiones en que interpretaron sus nuevos sencillos “Revolution” y “Hey Jude”. Allí, nuevamente tocaron frente a público, pero a diferencia de los shows de la era de la beatlemania, en que ni ellos mismos podían oírse tocar a causa de los gritos de la audiencia, esa vez lo disfrutaron. Ese antecedente abonó la idea de Paul y le permitió convencer al resto.

“Esta vez, más que los chillidos descerebrados de antes, habían tenido delante a oyentes más maduros y empáticos, y había sido un placer notar su atención embelesada y ver que no tiraban ni una pastilla de goma”, apunta Phillip Norman. “Fue tan buena la sensación que los Beatles metieron unos pocos números extra, con los que John pareció disfrutar como el que más”.

Así, con un rostro familiar en la dirección, los Fab Four decidieron reunirse para ser filmados el 2 de enero de 1969, en los estudios cinematográficos Twickenham; el mismo lugar en que habían filmado los clips de “Hey Jude” y “Revolution”, y en los viejos buenos tiempos, la película A hard day’s night. “La idea consistía en mostrar a The Beatles, ensayando, improvisando, dando los últimos toques a su actuación y por último tocando en un concierto multitudinario. Mostraríamos todo el desarrollo del proceso”, recuerda McCartney en el libro The Beatles Anthology.

Un LP en vivo de los Beatles, era una novedad y la prensa de la época así lo entendió. “El álbum se grabará en el programa especial de televisión en vivo, ante una audiencia invitada que se ha planeado durante algún tiempo”, informó el semanario Melody Maker el 4 de enero. Incluso se especuló con una fecha para el show, el 18 de ese mes.

Por entonces solo contaban con el registro de dos conciertos de agosto de 1964 -en plena beatlemanía-, que por su mala calidad de audio, solo se pudieron editar como Live at Hollywood Bowl, en 1977, además de algunas grabaciones en sus días en Hamburgo, antes de la fama.

Pero hasta ese momento, no estaba claro el lugar en que darían el concierto. Por entonces, se lanzaron variadas ideas sin llegar a puerto; desde un crucero con fans, un club en California, las pirámides de Egipto, pero ninguna fructificó. “El rumor más tonto de la semana: los Beatles van a dar un concierto en vivo en un anfiteatro romano en África”, informó Melody Maker en su número publicado el 11 de enero.

Pero al final, antes que mostrar el regreso de los dioses en toda su gloria, lo que vieron los espectadores en el filme posterior fue un grupo de músicos consumidos por las rencillas, pero que pese a todo, todavía podían tener algunos días buenos.

Rock por la mañana en Twickenham

La historia oficial detalla que las sesiones de Twickenham fueron un fiasco. Una cosa era grabar en el estudio de Abbey Road, al que los fab llegaban a media tarde y se quedaban hasta la hora que les daba la gana. Otra, era levantarse temprano y llegar a un lugar frío e inhóspito, además con cámaras siguiendo cada movimiento.

“Era una sensación horrible, francamente horrible, y como no dejaban de filmarte, estabas deseando que se fueran -recuerda John, con su habitual estilo frontal en The Beatles Anthology-. Nos plantábamos allí a las ocho de la mañana, y a esas horas no se puede hacer música”.

Además, se dieron cuenta de que el proyecto era más difícil de lo que pensaban. Desde los días de Sgt.Pepper’s, los Beatles se habían acostumbrado a grabar algunas pistas base para luego añadir las grabaciones adicionales u overdubs. De allí que la idea de ensayar y grabar en directo, como en sus primeros días, suponía una novedad y un regreso a sus raíces. Pero una cosa era hacerlo para un par de temas, otra, para un disco al completo. Un desafío para el que ya no tenían ganas.

“De pronto, los Beatles se enfrentaban a tener que repetir el mismo proceso un montón de veces. De hecho, ellos mismos habían enseñado las cartas: se trataba de un trabajo demasiado duro para unos hombres que no tenían nada que demostrar ni ninguna razón económica que les obligase a pasar por el aro”, detalla Ian McDonald en su libro The Beatles; Revolución en la mente.

Lo reconoció el mismo Lennon, años más tarde, con declaraciones que alimentaron el relato de Twickenham como una larga y tortuosa temporada. “A Paul se le ocurrió la idea de que primero ensayáramos -detalla en The Beatles Anthology-. Y, naturalmente nosotros somos unos vagos de mierda que llevábamos veinte años tocando, no te jode, ya somos mayorcitos, ensayar es una estupidez. No estábamos motivados. Hicimos unos cuantos temas, pero no nos compenetramos”.

Por su lado, Paul intentaba conducir el proyecto. Revitalizado por la idea de volver a tocar en vivo, sumado a la anhelada estabilidad personal -desde el año anterior estaba emparejado con la fotógrafa Linda Eastman-, el bajista se ocupaba de organizar cada jornada y además llevaba la relación con Lindsay-Hogg. Luego enchufaba su bajo Höfner y comenzaba a dirigir a sus compañeros; así se ve en un adelanto de la versión Peter Jackson de Get Back, en que tocan “I’ve got a feeling”, mientras Paul les enseña la canción. Pero al octavo día de rodaje, todo se fue al carajo.

Allí ocurrió el famoso incidente con George Harrison, que se ve en la película Let it Be. Se cruzaron cuando Paul le daba instrucciones para un solo de guitarra. Aunque era algo que solía hacer, a esas alturas, Harrison ya no lo toleraba. “Creo que se cabreó porque yo siempre estaba proponiendo cosas nuevas -detalla en The Beatles Anthology-. Creo que él lo interpretó como si quisiera imponerme. No era mi intención, pero lo parecía”.

Harrison venía de trabajar como productor para Jackie Lomax, y había pasado unos días en Woodstock, junto a Bob Dylan, donde había escuchado Music from big pink, el fundamental álbum debut de The Band. Por entonces, había crecido como músico y buscaba su propio espacio. “Mientras en los Beatles ocupaba un segundo plano y estaba permanentemente eclipsado por Lennon y McCartney, músicos de primera clase como Eric Clapton, Bob Dylan y sus virtuosos acompañantes, The Band, lo tenían en la mayor de las estimas”, detalla Phillip Norman en su biografía de McCartney.

Por eso, aquella discusión fue el punto de quiebre. Harrison abandonó las sesiones y hubo que juntarse en las oficinas de la compañía de los Fab, Apple, para convencerlo de su regreso. El guitarrista aceptó, pero trazó algunas condiciones; nada de volver a tocar en vivo en un lugar estrafalario y Paul debía dejar de mandonearlo como si fuera un novato. Además, acordaron dejar Twickenham e instalarse en el estudio que se habían hecho construir en el edificio de su compañía en Savile Row.

De Get Back a Let it be

Contar con un estudio propio era un viejo anhelo del grupo, y se lo habían encargado a Magic Alex, un charlatán amigo de Lennon que era una suerte de gurú tech. Pero su trabajo había sido un desastre; el estudio era inútil, y debieron traer equipos desde Abbey Road para grabar. Allí entró un muchacho que haría historia por mérito propio más adelante, Alan Parsons.

Una vez superados los problemas, los Beatles retomaron las sesiones desde el 21 de enero con George Martin de productor y el ingeniero Glyn Johns, como asistente (quien en su currículum sumaría a bandas como The Who, Led Zeppelin, Rolling Stones, entre otras). Él había trabajado en las sesiones de Twickenham, por sugerencia de Paul, debido a que estaba afiliado al sindicato cinematográfico, como lo exigía la norma británica.

Acaso para marcar el nuevo espíritu y olvidarse de la idea del concierto, el primer tema grabado en Apple fue “Get Back”. Además, sería el título del nuevo álbum, en que los Beatles volvían a sus raíces, a tono con el revival del rock de viejo cuño que sonaba a finales de los sesentas. Ávidos consumidores de novedades, Lennon y McCartney miraban con atención lo que sonaba por entonces y no ignoraban que la oleada psicodélica estaba por pasar, así que había que subirse a la ola.

En Apple el ambiente mejoró, en especial tras la incorporación del tecladista Billy Preston como invitado, a quien conocían desde los días de rock and roll de Hamburgo. Con él a bordo, acabaron por pulir un set de canciones que ensayaron y grabaron en el momento. También dedicaban largo rato a tocar viejos temas de rock and roll de sus comienzos, algunas canciones de moda, o lo que fuera.

También esbozaron algunas canciones que grabaron a posteriori; “Oh, Darling”, “Octopus’s garden”, que luego trabajaron para el álbum Abbey Road, y otras que luego fueron a sus discos en solitario, como “Teddy boy”, de McCartney o “All things must pass”, que dio título al monumental debut de Harrison.

Para el final de las sesiones se reflotó la idea de volver a tocar en vivo, pero como una sesión para las cámaras. Se sabe lo que ocurrió; tras debatirlo un poco, se llegó a la idea de subir a la azotea del edificio de Apple y grabar una presentación. Así lo hicieron la mañana del 30 de enero, con empleados del estudio y los sorprendidos transeúntes como público. Alcanzaron a tocar cuarenta y dos minutos, hasta que la policía local les ordenó detenerse.

Así acabaron las sesiones. Los Beatles se desentendieron del asunto y encargaron a Johns y Martin la edición de las cintas a fin de concretar el nuevo álbum. Pero las cosas comenzaron a complicarse. La historia oficial dice que el proyecto se fue retrasando porque a los Beatles no les gustó la mezcla de Johns, quien realizó cuatro ediciones diferentes en las que además de las canciones, incorporaba algunos cortes de las improvisaciones en Savile Row. Sonaba tal cual lo habían grabado; crudo y directo.

“Glyn Johns y yo nos ocupamos de la música y fue un disco honesto, que es lo que querían -recuerda George Martin en The Beatles Anthology-. Pero tardó mucho en editarse porque a nadie le gustaba el documental que se había hecho, lleno de errores. Estaban habituados a trabajos muy pulidos. Creo que por eso no se lanzó”.

Johns propuso a los Beatles un álbum ordenado de la siguiente forma: el lado uno arrancaba con “One After 909″; luego un medley de improvisaciones (”Rocker”, “Save The Last Dance For Me” y un fragmento de “‘Don’t Let Me Down”); seguía con “Don’t let me down”, “Dig A Pony”, I’ve got a feeling”,”Get Back” y cerraba con “Let It Be”. El lado dos: “For You Blue”, “Two Of Us”, “Maggie Mae”, “Dig It”, “The Long and Winding Road”, “I Me Mine”, “Across The Universe” y un reprise de “Get Back”. Esa mezcla se puede escuchar como un material extra en la edición Super Deluxe de Let it be, publicada durante 2021.

Mientras Johns se ocupaba en rescatar algún material de las sesiones de grabación, los Beatles comenzaron a trabajar en un nuevo álbum, que acabó siendo Abbey Road. No se interesaron en demasía por las viejas cintas, pero de todas formas prepararon la portada del LP Get Back. Allí fue cuando se reunieron en el edificio de EMI para tomarse las fotos que emulaban la portada de Please, please, me. Pero estas no se usaron y solo se retomaron en 1973 para el compilado The Beatles 1967-1970.

Para finales de 1969, los Beatles estaban mucho más satisfechos con el material grabado para el álbum Abbey Road y decidieron priorizar aquel proyecto por sobre las cintas que ocupaban a Johns. La música mejor grabada y pulida, de aquel trabajo hacía mucha más justicia a su carrera.

Con todo, los Fab pidieron a Johns que la selección de temas de Get Back tuviera relación con la película de Lindsay-Hogg. Así entraron temas como “Across the universe” -original de 1968- y “I me mine”, por la secuencia en que John y Yoko bailan un vals; pero esta no tenía una calidad óptima de audio, así debieron reunirse en el estudio para grabarla nuevamente en enero de 1970; la última sesión de trabajo de los Beatles, aunque sin Lennon, que por entonces estaba en Dinamarca y había anunciado a los otros su renuncia a la banda algunos meses antes.

El resto es conocido. Finalmente, por iniciativa del mánager de la banda, Allen Klein, las cintas fueron a parar a las manos del productor Phil Spector, quien las trabajó a su total estilo, sin apegarse al concepto original. Fiel a su modelo del Wall of sound, no dudó en agregar capas de instrumentos y editar todo el material a su gusto; así llegaron los enormes coros en “Across the universe” o la orquesta en “The long and winding road”. Las canciones -y la película- se publicaron bajo el nombre Let it be, en mayo de 1968, cuando The Beatles ya no existían como banda. La leyenda lo situó como el álbum de la fractura, o más bien, su intento por reflotar su fuego sagrado echando mano al rock and roll que una vez les unió.

*Get Back se estrenará en tres partes en la plataforma Disney+, los días jueves 25, viernes 26 y sábado 27.

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