The Wrecking Crew: una banda estelar de perfectos desconocidos

Un selecto grupo de instrumentistas de la costa oeste grabó incontables éxitos de los años 60 sin que el público lo supiera. Estuvieron tras discos de The Beach Boys y The Monkees, los temas centrales de afamadas series como Batman, Misión Imposible, Bonanza y La Pantera Rosa, y en la edificación de la Muralla de Sonido de Phil Spector, todo bajo un curioso anonimato.


“Van a arruinar el negocio”, repetían los músicos más antiguos.

El baterista Hal Blaine, cuyo ritmo engalana más de 6000 sencillos y 150 top ten en la historia del pop de Estados Unidos, escuchó varias veces el comentario en boca de veteranos sesionistas, en referencia a esos músicos como él más relajados de jeans y camisetas que fumaban y bromeaban en el estudio de grabación. En cambio, la vieja guardia proveniente de las big bands y el circuito del jazz, siempre vestía de traje. Ante sus ojos, los jóvenes que no respetaban los códigos eran como un equipo de demolición.

“The Wrecking crew”, sintetizó el baterista que tocó para Frank Sinatra y Elvis Presley, entre cientos de estrellas.

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A comienzos de los 60, la industria musical estadounidense se mudó a California bajo la promesa dorada de arena y sol, que daba vida a una serie de artistas adolescentes canturreando sobre romances veraniegos. Una generación de instrumentistas relativamente jóvenes de ciudades con activas escenas como Nueva York, Nashville y Detroit, convivía con este contingente más adulto de sesionistas en Los Angeles, respetuoso de la etiqueta y el orden.

El juicio de los veteranos rehuía un hecho fundamental. La distensión y el desparpajo desaparecía apenas la cinta corría en la sala de grabación. La camada de relevo interpretaba la composición que fuera en escasas tomas, moldeando arreglos para beneficiar las ideas de productores con perfil ejecutivo y comercial, antes que duchos en el lenguaje técnico.

The Wrecking Crew era una maquinaria musical tan aceitada y compacta, que podían grabar un disco al día durante semanas. Sus integrantes pululaban por los estudios de LA desde las primeras horas de la mañana para terminar después de medianoche, el horario favorito de grabación de Brian Wilson de The Beach Boys. El chico prodigio del pop recurrió a ellos para la gran mayoría de los álbumes del conjunto, incluyendo la obra maestra Pet Sounds (1966).

“The Wrecking Crew era el punto central de la música”, define el artista que competía con los Beatles. “Eran los que tenían todo el espíritu y el conocimiento (...) para la música rock and roll”.

La gran mayoría de este informal grupo de sesionistas leía partituras y dominaba varios instrumentos. Por lo mismo, el rock les tenía sin mayor cuidado en cuanto a desafío. Era una música fácil que se había puesto de moda, cuya producción industrial servía para pagar las cuentas y acumular sesiones de escasa complejidad, en piezas que podían ejecutar con extraordinaria precisión.

Ejemplo. A The Wrecking Crew le tomó tres tomas grabar la parte instrumental del cover de Mr. Tambourine de Bob Dylan, acreditado a The Byrds.

En rigor, el único que participó con su guitarra henchido de orgullo por el privilegio de tocar con tamaños músicos, fue el líder Roger McGuinn.

Cuando la banda grabó por su cuenta el hit Turn, Turn, Turn fueron 77 tomas.

Por supuesto, esa música era despreciada por aquellos profesionales de cuello y corbata, reacios a ejecutar melodías sencillas con artistas juveniles que a sus oídos aullaban. Dejaron la mesa servida para The Wrecking Crew, acaparando la escena durante una década a partir de 1962.

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Los miembros del grupo no se ponen de acuerdo en el número de integrantes. A su vez, varios descubrieron el nombre recién tras la autobiografía Hal Blaine and The Wrecking Crew (1990).

Entre los más destacados del centenar de figuras asociadas figuran Tommy Tedesco, responsable de las guitarras características de los temas centrales de Bonanza y Batman, un músico al que los productores esperaban por algún espacio en su apretada agenda. Tan requerido por su extraordinario talento y versatilidad -por el gusto de bromear era capaz de interpretar las partituras al revés-, que los estudios no se arrendaban si su presencia no se confirmaba.

En la misma categoría, Carol Kaye. Proveniente de una familia de músicos profesionales, fue guitarrista en ensambles de jazz y orquestas donde la presencia de mujeres no era extraña. En un ambiente profundamente masculino, no recuerda que el género tuviera alguna relevancia. Muy de tarde en tarde algún colega le decía que tocaba bien “para ser una chica”, a lo cual respondía “y tú también… para ser un chico”.

Carol Kaye cuenta con un currículo abultado a la manera de Hal Blaine, participando en numerosos clásicos de los inicios del rock & roll. Como guitarrista tocó en hits que moldearon el género como La Bamba de Ritchie Valens, Then he kissed me de The Crystals, y You’ve lost that lovin’ feelin de The Righteous Brothers. A partir de 1963 se cambió al bajo, convencida de las posibilidades creativas de las cuatro cuerdas, en vez de rasguear repetitivamente una guitarra.

Aunque se discute si su interpretación es la que finalmente quedó en la extraordinaria Good Vibrations de The Beach Boys, participó de sus sesiones, como ejecutó el bajo eléctrico de These boots are made for walkin, el memorable éxito de Nancy Sinatra.

En televisión, es responsable del riff de bajo que configura el tema de Misión Imposible. Y, al igual que Tedesco, trabajó en la canción central de Batman.

Otros como Glen Campbell se convirtieron en estrellas de la canción y del espectáculo -tuvo su propio show de televisión-, tras largos años como versátil guitarrista reconocido por sus solos. Curiosamente Campbell, uno de los más demandados de The Wrecking Crew, no sabía leer música.

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El grupo se fogueó a las órdenes de Phil Spector, acostumbrado a sesionar con The Wrecking Crew en los estudios Gold Star, reconocidos por su cámara de eco, clave en la construcción de su famosa Muralla de Sonido.

Era una sala más bien estrecha donde el obsesivo productor reunía a decenas de músicos. Con la excepción de la batería, el resto eran verdaderas divisiones de guitarristas, bajistas, pianistas, percusionistas y vientos. Los sonidos de unos y otros se colaban por los micrófonos creando una textura reverberante -la famosa muralla-, mientras Spector hacía repetir una y otra vez el mismo acorde. Para calentar ese motor con decenas de intérpretes, jamás grababa nada en las primeras tres horas.

El método resultaba desconcertante y aburrido para The Wrecking Crew gracias al oficio de cada miembro, pero la fórmula daba resultados. Phil Spector conquistó los más grandes éxitos desde 1958 hasta que River deep - mountain high de Ike & Tina Turner (1966) -un sencillo donde la atención de Phil en Tina relegó el rol de Ike-, no tuvo mayor repercusión en las listas. Finalmente la Muralla de Sonido se había derrumbado como receta para escalar los ránkings.

Si The Wrecking Crew se aburría en las sesiones con Phil Spector, el ánimo era diametralmente opuesto cuando uno de sus alumnos más aventajados, Brian Wilson, los convocaba. El cerebro de The Beach Boys admiraba profundamente a Spector. Iba manejando la primera vez que escuchó Be my baby de The Ronettes, uno de los más grandes éxitos compuestos por el productor, por cierto ejecutado por The Wrecking Crew. Wilson quedó tan impactado que llegando a casa escribió Don’t worry baby.

“Brian es un genio”, sintetiza Glen Campbell.

A diferencia de otros artistas con quienes The Wrecking Crew montaba sus propios arreglos, Brian Wilson tenía claridad absoluta sobre lo que quería. Estaba todo en su cabeza.

Según el legendario pianista Leon Russell, Wilson reunía a una veintena de músicos y a cada uno le cantaba su parte.

Hal Blaine recuerda que Good vibrations tomó medio año. Podían sesionar por cuatro horas en la canción, otras veces apenas cinco minutos.

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Algunos de los productores que contrataban a The Wrecking Crew no acreditaban los nombres. Sucedía particularmente con grupos de pop rock como Gary Lewis & The Playboys (el hijo de Jerry Lewis) y The Monkees, un fenómeno que compitió en fama con los Beatles en EE.UU., gracias al show televisivo homónimo protagonizado por cuatro actores que pretendían ser una banda de rock, viviendo en una casa en la playa.

Aunque The Monkees aprendieron a tocar con el tiempo, sus más grandes éxitos como Last train to Clarskville, son obra de sesionistas, menos las voces. Para mantener la fantasía entre los fans, no se revelaban estos detalles.

A medida que avanzaba la década del 60 y se afianzaba entre los músicos de rock el oficio en vivo y las ganas de aprender a dominar instrumentos, comenzó a decaer la demanda de esta clase de profesionales.

Algunos como el saxofonista Plas Johnson, intérprete de una pieza inmortal como el tema de La Pantera Rosa de Henry Mancini, continuaron carrera en programas de televisión, en tanto Carol Kaye se volcó a las bandas sonoras y la enseñanza musical.

Otros como Hal Blaine, tocaron el cielo y el infierno. El batero cuyo nombre acompañaba en las marquesinas a las más grandes estrellas, perdió mansiones, limusinas y yates, para terminar trabajando de guardia de seguridad.

En 1997 falleció Tommy Tedesco. Un accidente cerebrovascular le había dejado secuelas cinco años antes.

Decía estar conforme con el timing del ACV. El teléfono ya no sonaba requiriendo sus servicios.

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