Margo Glantz: “Antes no parecía muy correcto que las mujeres expresaran un imaginario erótico”

La escritora mexicana viva más trascendente, es la flamante ganadora del Premio Internacional Carlos Fuentes. En entrevista con Culto hace una mirada a su trayectoria, anclada a una escritura fragmentaria. También entrega su visión de las redes sociales, el lenguaje inclusivo, la migración, y confiesa que a sus 92 años "no cree" que le den el Nobel.


El pasado 15 de agosto salió humo blanco desde Ciudad de México. No por una elección de un Papa, sino por algo más secular. Ese día, la noticia cultural corrió por cuenta de la Secretaría de Cultura y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que anunciaron que la ganadora del Premio Internacional Carlos Fuentes 2022 es la escritora mexicana Margo Glantz Shapiro.

En la resolución, el jurado destacó la impronta creativa de Glantz: “Ha inaugurado nuevas rutas para la creación y la crítica, y mantiene una rotunda vigencia literaria e intelectual que confirma, una vez más, la centralidad del quehacer literario”. Con ello, sucedió como ganadora a la escritora nacional Diamela Eltit, quien lo obtuvo en 2021.

Acaso la escritora mexicana viva más importante, a sus bien vividos 92 años, ha destacado por una obra en la que ha desarrollado cuentos, novelas y ensayos. Empezó a publicar a los 47 años, una edad muy tardía para el mundo literario, pero ello no fue obstáculo para destacar con un corpus donde ha trabajado sobre el cuerpo, la sexualidad femenina, la migración y la memoria.

Pese al reconocimiento que ha obtenido a su trabajo, merced de premios como el Sor Juana Inés de la Cruz (2004) o el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances (2010), Glantz es alguien mesurada. A estas alturas de su vida, elige cada palabra con delicadeza, acariciando cada sílaba. Por ello, a la hora de responder a Culto vía e-mail, nos cuenta sus sensaciones acerca del reciente Premio Carlos Fuentes: “Es un reconocimiento a una larga carrera escrituraria”. Para ella, en una oración puede ir contenida la euforia. No necesita más.

También se resiste a la tendencia de los artistas de la tercera edad a enfrentar su obra en una mirada retrospectiva. O al menos, no de manera urgente. De hecho, revela que si bien comenzó el ejercicio de escribir unas memorias, lo hace sin prisa. “Empecé en agosto del 2021 a escribir unas memorias, llevo 6 páginas”.

Margo Glantz también tiene presencia en la red social Twitter, a través de su cuenta @Margo_Glantz, donde luce casi 70 mil seguidores. En la red del pajarito se permite comentarios de todo tipo, y que se leen como una especie de aforismos: “La prosa de Faulkner parece complicada, lo es, pero maravillosa. Hay que volver a leerlo y ahora está más vigente que nunca”, o “Yo me emociono, pero no recurro a los emojis”, o “Las ardillas se han alineado en contra mía”, o “Susto y rabia: mala combinación: no hay resultados”.

Pero a pesar de los duros comentarios que realizan los bots y la locura que de tanto en tanto se ve en la red, Glantz es una activa usuaria. Quizás porque la restricción de los 280 caracteres lejos de incomodarla, es lo mejor que se amolda a su estilo. Porque si hay algo que ha caracterizado la obra de Margo Glantz es la escritura fragmentaria. En sus libros, no realiza textos continuos, sino más bien va juntando retazos. Por lo que el párrafo de Twitter le sienta perfecto. Ese pequeño espacio le basta para armar un imaginario.

Pero su interés por Twitter y el lenguaje, también se debe a que desde 1995 Glantz es miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua, por lo que los nuevos usos del lenguaje, sobre todo pensando en las redes sociales y las disidencias sexuales, no le son indiferentes.

En una charla con el sitio Homozapping, de 2013, tuvo unas lúcidas reflexiones al respecto. A diferencia de otros académicos, que ven horrorizados cómo van mutando los usos de las palabras, Glantz tiene una visión mucho menos catastrofista. “Creo que va a cambiar totalmente la forma de escribir a partir de estos mensajes y los de teléfono. Yo de repente escribo ‘que’ con ‘k’ y la gente me dice: ‘no, maestra Glantz, no caiga en esas cosas’, porque soy de la Academia Mexicana de la Lengua. Pero es más fácil escribirlo así, y por más que en la academia hagamos lo posible, no vamos a poder con el uso que el pueblo haga del lenguaje y de la escritura. Vamos con 100 años de retraso de lo que pasa en la realidad”.

Usted es miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua. En los últimos años ha surgido el llamado “Lenguaje inclusivo”. ¿Qué le parece su uso?

No lo uso, no me he acostumbrado a él; pienso sin embargo que es una consecuencia natural y evidente de los movimientos feministas, difícil de analizar en un espacio tan breve.

Hoy en día, los y las escritoras están mucho más en la palestra pública gracias a las redes sociales. De hecho, existe la llamada cultura de la cancelación. Este nuevo escenario, ¿le ha influido en algo como autora?

Imagino que sí, soy tuitera desde el 2011, y tengo muchos seguidores, algo habrá de eso. Sobre todo porque el Twitter, además de ser un instrumento informativo y político / a veces nefasto, a veces saludable/ puede servir como un laboratorio literario. Y eso me interesa.

¿Comparte la cultura de la cancelación, en que se debe de dejar de leer a un autor por su pasado? Como el caso de Neruda, por ejemplo.

Los grandes escritores siguen siéndolo aunque haya quienes pretendan que han dejado de serlo. Sigo leyendo a Juan Rulfo, Jorge Luis Borges, Roberto Arlt, Nellie Campobello, Elena Garro, José Gorostiza, César Vallejo, Eduardo Lizalde, Enrique Molina, Olga Orozco, Felisberto Hernández, Juan Carlos Onetti, Osvaldo Lamborghini, Héctor Libertella, Tamara Kamenszain y muchos otros más.

Fragmentos y viajes

Decíamos que Glantz realiza una escritura fragmentaria. En los inicios de su carrera, a fines de los 70, era algo que a los editores les costó entender. Era una propuesta arriesgada y lúdica y que plasmó en sus primeros libros, como Las mil y una calorías, novela dietética (1978), o Doscientas ballenas azules (1979), que tuvo una reciente reedición, en 2021, por la editorial independiente chilena Los libros de la mujer rota.

Lo interesante es que esa forma de abordar el lenguaje Glantz la conecta con su propio cuerpo. En una entrevista con la revista Reintegro, durante los 80, afirmó: “Hace tiempo me di cuenta de que mi sexo era fragmentario”, y en conversación con el diario Unomásuno, de 1985, señaló: “Yo siempre he tenido la sensación de un cuerpo fragmentario, es decir, como que mi cabeza no me correspondía”.

A propósito de la reedición de sus primeros libros, ¿cree que la escritura fragmentaria se ha valorizado más en estos tiempos?

Mucho más, aunque siempre ha existido escritura fragmentaria: el haiku, el aforismo, etc. Me interesa mucho el análisis que hace Pascal Quignard del fragmento.

En su obra, ha desplegado narrativa y ensayos. ¿Siente alguna diferencia entre escribir ensayos y escribir narrativa de ficción?

He pensado siempre que el ensayo y la ficción son vasos comunicantes, me interesa tanto el uno como la otra, y en mi ficción siempre se cuelan elementos ensayísticos. He hecho el experimento de narrativizar algunos de mis ensayos y me ha funcionado (imagino), por ejemplo, en mi novela El rastro (2002, por la que fue finalista del Premio Herralde de novela).

En sus libros, usted ha rescatado mucho la sensualidad y el erotismo femenino.

Creo que todos tenemos un imaginario erótico que, por lo general, sobre todo antes, en las mujeres no parecía ser muy correcto expresarlo. Afortunadamente eso ha cambiado, o ha cambiado la forma de enfrentarlo. En poesía hay muchos ejemplos de escritoras que exploraron el erotismo: Delmira Agustini o Idea Vilariño para mencionar algunas. En México, Nellie Campobello desde los años 30 del siglo pasado. Marguerite Duras y Annie Ernaux me interesan particularmente.

¿De dónde surgió el interés por escribir de ese tema?

Exactamente no lo sé, o sería muy largo de explicar. Lo que sí sé es que lo analizo en mis ensayos y lo practico en algunos de mis libros de ficción, por ejemplo, en Apariciones (1996).

Glantz también ha escrito crónicas de viajes. “Soy una viajera obstinada, impenitente, quejosa”, dijo en una conferencia llamada El viaje en el viaje. Esa pulsión es probablemente heredada de su familia. Judíos ucranianos que emigraron a México en la década de 1920, escapando de la tumultuosa Europa del período de entreguerras, y que habían hecho del éxodo una tradición obligada. De hecho, sus tíos habían arrancado primero rumbo a Estados Unidos, debido a los pogromos y persecuciones contra quienes profesaran la religión hebraica. “Éramos de la Podólskaya Gubernia, como quien dice del estado de Podol, provincia de Ucrania, mi padre de Grushka y mi madre de Ustia”, anotó en su fundamental novela Las genealogías (1981), donde relató la historia de su prole.

En su obra, usted ha tocado el tema de la migración, como en Las Genealogías, donde relata la experiencia de su propia familia. Hoy vemos movimientos de ultraderecha racistas surgidos en Europa, y gobiernos como el de Donald Trump que prometía colocar un muro en la frontera con México. Como descendiente de migrantes, ¿qué piensa cuando pasan esas cosas?

Pienso que hay nuevas formas de fascismos: lo sabemos, lo experimentamos a diario. Y el fenómeno de las migraciones, que siempre ha existido pero que en las últimas décadas se ha incrementado de manera feroz, es una de sus manifestaciones más evidentes e inmediatas.

De ahí a que el impulso por cambiar de lugar, el viaje, para ella sea una especie de adicción. “Viajo como si fuera mi único destino, un destino impuesto por los hados (adversos); por ello intento hacer una operación contradictoria aunque literaria: además de viajar hacia fuera, visitar países, ciudades, playas, inicio un viaje mujer adentro para tratar de explicarme las causas de esa agitada circularidad que cuando vivía en París, en mis ya lejanas épocas de estudiante, dibujaba una extraña figura en el territorio de los transcursos, pero común en el de la retórica, el oxímoron, y el movimiento perpetuo que entraña todo viaje se transformaba de pronto, gracias a un estado de conciencia singular, en el regreso: antes de haber viajado ya estaba de vuelta cancelando el viaje y nulificando su sentido”, comentó en la citada conferencia.

Hablando de viajes, y de viajes literarios ¿Conoce autoras y autores chilenos?, ¿qué nombres le parecen interesantes?

Me interesa mucho la literatura chilena desde Manuel Rojas, Carlos Droguett, José Donoso, Diamela Eltit, etc. Y Vicente Huidobro, Pablo Neruda, Nicanor Parra, Humberto Díaz Casanueva, Enrique Lihn, Raúl Zurita. Y claro, muchos jóvenes muy notables.

Hablando de reconocimientos y de Twitter, Margo Glantz no resiste la tentación de comentar el comidillo de todos los años en el mundo literario: el Premio Nobel de Literatura. En 2020, comentó: “No sabía quién es Lourdes Glück”, y un usuario le contestó rápido que en rigor el nombre de pila de la ganadora de ese año es Louise, poeta estadounidense. Su respuesta fue aún más breve: “Louise”. Tiempo después, a partir del bullado cambio de editorial que realizó el agente de Glück, el controvertido Andrew Wyle, Glantz tuiteó: “Una Nobel codiciosa y un agente descarado”. Pero también escribió una reflexión algo ácida: “Qué bueno que no ganó Murakami”.

¿Y qué hay de ella? En redes sociales, algunos usuarios han manifestado que Glantz es una buena chance para convertirse en la segunda Nobel mexicana, tras el venerable Octavio Paz, quien lo obtuvo en 1990. Entonces, la pregunta cae sola.

Ha recibido muchos reconocimientos en su trayectoria. ¿Le gustaría que le otorgasen el Premio Nobel de Literatura?

Todos somos un poco vanidosos, pero no creo que me lo darían.

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