“No tenemos paciencia para una espera en la que algo pueda madurar”: Byung-Chul Han y su defensa de la inactividad

Vida contemplativa se llama lo nuevo del destacado filósofo surcoreano, y que ya se encuentra en las librerías chilenas. En sus páginas, plantea de ampliar la dimensión reflexiva de la actividad humana, porque es la que permite la creación de nuevas actividades y es lo que permitiría salvar al planeta de la crisis ecológica.


Pese a que su opinión es bastante escuchada, Byung-Chul Han ha sido criticado por decir lo que todo el mundo sabe. Su pecado, dicen los acusadores, es utilizar un lenguaje llano y frases que a veces parecen aforismos, lejos de la forma habitual de los filósofos, más sacramental y académica. “Han tiene talento para detectar las ansiedades contemporáneas y abordarlas en menos de cien páginas llenas de citas y frases redondas. Todas las preguntas que se formula filosóficamente nos resultan familiares”, señala Ramón González Férriz en un artículo titulado La ‘filosofía’ superventas de Byung-Chul Han: jeremiadas contra el mundo moderno.

Sin embargo, su trabajo ha calado hondo en los lectores, los que sobre todo a partir de la pandemia, se han acercado a sus ideas para entender el agitado presente, entre coronavirus, likes y clicks. Ello lo hizo resaltar como uno de los pensadores “pop” del presente, junto al esloveno Slavoj Žižek.

Por ello, en su reciente libro Vida contemplativa, que ya se encuentra en nuestro país vía Taurus, Han propone un nuevo camino para reflexionar sobre las sociedades modernas instaladas en el capitalismo: destacar la inacción por sobre la acción. Esto último es lo que él llama “La crisis del presente”, y la cada vez mayor influencia del mundo digital.

En Vida contemplativa, defiende la dinámica del tiempo considerado “inactivo”, que a menudo suele ser mal visto. “Dado que solo percibimos la vida en términos de trabajo y de rendimiento, interpretamos la inactividad como un déficit que ha de ser remediado cuando antes”.

Es que Han defiende la inactividad como una parte importante de la experiencia vital. “Es una forma de esplendor de la existencia humana. Hoy se ha ido difuminando hasta volverse una forma vacía de actividad”. Esta defensa se basa en un primer basamento. Que la inactividad hay que entenderla por sí misma. “Tiene su lógica propia, su propio lenguaje, su propia temporalidad, su propia arquitectura, su propio esplendor, incluso su propia magia. No es una forma de debilidad, ni una falta, sino una forma de intensidad, que sin embargo no es percibida ni reconocida en nuestra sociedad de la actividad y el rendimiento”.

Byung-Chul Han

Para el surcoreano, lo inactivo forma parte esencial de lo que él llama lo humanum. “(Es) lo que vuelve auténticamente humano al hacer es la cuota de inactividad que haya en él…sin silencio no hay música, sino nada más que ruido y alboroto. El juego es la esencia de la belleza. Allí donde solo reina el esquema de estímulo y reacción, necesidad y satisfacción, problema y solución, propósito y acción, la vida degenera en supervivencia, en desnuda vida animal”.

Por ello es que Han vincula lo inactivo con lo contemplativo. Es decir, el acto de la reflexión en total calma, y sin el apremio por conseguir una meta. “Las inactividades requieren mucho tiempo. Exigen un largo rato, una intensa pausa contemplativa. Son raras las inactividades en una época de apuros en la que todo se ha tornado tan a corto plazo, tan de corto aliento, tan corto de miras”.

Y de rebote, pone el acento crítico en el ritmo de la vida moderna y en el consumo. “Hoy se impone por todas partes la forma de vida consumista en la que toda necesidad debe ser satisfecha de inmediato. No tenemos paciencia para una espera en la que algo pueda madurar lentamente. Lo único que cuenta es el efecto a corto plazo, el éxito veloz”.

Byung-Chul Han.

Además, y como si fuera un antiguo refrán, Han apunta: “La inactividad no es contraria a la actividad. La actividad se nutre, más bien, de la inactividad”. Es decir, para él, desde el reposo y el silencio se obtiene la suficiente distancia que permite la creación de nuevas ideas. “Solo el silencio nos vuelve capaces de decir algo inaudito. La obligación de comunicar, por el contrario, conduce a la reproducción de lo igual, al conformismo”.

Por ello es que Han pone un ejemplo concreto sobre la necesidad de un cambio en el actuar humano. La crisis ecológica del planeta. “Si la causa del inminente desastre ha sido la acción humana, algo absolutamente establecido, una acción despiadada que se apodera de la naturaleza y la explota, entonces lo que debe corregirse es la propia acción humana”. Y ahí es donde propone que la vida se torne más contemplativa. “Hace falta elevar la dimensión contemplativa de la acción, es decir, procurar ensanchar la acción incorporando la meditación”.

También aborda de manera crítica al mundo digital, debido a su fugacidad, lo cual atenta contra la idea de ampliar el campo de la reflexión. “La digitalización y la información del mundo seccionan el tiempo y convierten la vida en algo radicalmente pasajero...la vida es gobernada por lo provisional, por lo a corto plazo y por lo inconstante”.

Esta idea no es tan nueva, y se vincula con el trabajo anterior de Han. En su libro Infocracia (2022), trató de cómo lo digital va convirtiendo a la sociedad en un “Régimen de la información”. “(Es) la forma de dominio en la que la información y su procesamiento mediante algoritmos e inteligencia artificial determinan de modo decisivo los procesos sociales, económicos y políticos”. Por eso es que la discusión argumentativa se pierde. “El cortoplacismo general de la sociedad de la información no favorece la democracia. El discurso tiene una temporalidad intrínseca que no es compatible con una comunicación acelerada”.

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