Amor y poder: la olvidada historia de cómo Chile pudo haber sido unido a la corona británica

Amor y poder: la olvidada historia de cómo Chile pudo haber sido unido a la corona británica

Ocurrió en el siglo XVI, cuando la alianza del príncipe Felipe de España y la reina María I de Inglaterra pudo reunir en una sola corona las posesiones de ambos. Allí, el entonces territorio de Chile tuvo una particular figuración en una jugada propia de las movidas palaciegas de la época. En el día de la coronación de Carlos III, recordamos una historia de culto.


La coronación del rey Carlos III, trae a la memoria una olvidada historia de los años fundacionales de Chile. En pleno siglo XVI, el actual territorio chileno pudo llegar a ser parte de la corona británica, debido a una alianza matrimonial que unía al príncipe Felipe de España, el hijo del emperador Carlos I de España y V de Alemania, con la entonces reina de Inglaterra, María I (a quien la historia recuerda como Bloody Mary, por las miles de ejecuciones públicas en su empeño por restaurar el catolicismo).

Como se estilaba en la época, Carlos deseaba arreglar una buena alianza matrimonial para su hijo, que a la vez le permitiera defender sus posesiones de ultramar de la expansión de su archirrival, el rey de Francia. Por eso, vio en María Tudor la candidata ideal; era hija de Catalina de Aragón, quien, a su vez, era hija de los reyes Católicos, Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, los abuelos de Carlos. Es decir, Carlos y María Tudor eran primos. De hecho, en algún minuto se pensó en casarlos.

Felipe II de España.

Como sea, el plan de Carlos era que a través de la descendencia se uniesen en una sola corona los reinos de Flandes, Borgoña e Inglaterra. Eso lo volvería una superpotencia ultramarina capaz de contener a cualquiera que lo desafiara. Por ello, hizo los arreglos y envió la propuesta matrimonial a través del embajador imperial. María, quien había sido coronada en 1553, aceptó de inmediato.

Pero solo había un detalle. Por entonces, el joven Felipe (el futuro Felipe II) era solo príncipe y habría quedado en una posición desmedrada frente a la reina María, así que debieron buscar una alternativa. Ahí apareció en el mapa un lejano territorio americano, Chile. Así, se decidió que este fuera un Reino, y Felipe, su rey.

Reina María I de Inglaterra.

Lo cuenta el cronista Diego de Rosales en su célebre Historia general del Reyno de Chile: “Los grandes de aquel Reyno, conociendo que doña María era legítima Reyna, respondieron que había de ser rey quien se casase con ella, se trató que el príncipe se coronara por Rey de Chile, y como ya estas provincias, que antes no tenían otro título, estuviesen por el Emperador y perteneciesen a la corona de Castilla, dijo: ‘pues hagamos Reyno a Chile’”. El mismo agrega que el emperador Carlos también le cedió el trono de Nápoles.

La jugada le permitió a Felipe viajar a Inglaterra en 1554 para casarse con su prometida. En su primer encuentro, ella, por entonces de 38 años, quedó encantada con él, un hombre atractivo y joven, de 26. Los cronistas dicen que charlaron un rato en castellano, francés y latín, y además ella le enseñó algunas frases en inglés. Eso sí, los cortesanos españoles que acompañaron a Felipe quedaron asombrados de la costumbre inglesa de saludo de beso en los labios.

Emperador Carlos I de España y V de Alemania.

Pero el matrimonio no prosperó. El tan ansiado hijo no llegó, lo que complicó las cosas. Mientras, Felipe maniobraba en los asuntos políticos, pero haciendo gala de su simpatía y atractivo no perdía oportunidad para mantener encuentros amorosos con algunas de las damas de la corte, e incluso con Isabel, la bella hermana de María. La ansiada unión soñada por Carlos V no se concretó por la falta de herederos. Así, el Reyno de Chile solo fue una lejana y terremoteada colonia en el sur del mundo.

Eso sí, la noticia de la alianza no alcanzó a conocerse en Chile. Quien debía comunicarla, era Jerónimo de Alderete, uno de los compañeros de Pedro de Valdivia, quien había sido designado gobernador de Chile por Carlos V, tras la muerte del extremeño en Tucapel. Mientras Francisco de Aguirre y Francisco de Villagra se disputaban el gobierno, Alderete tomaba el barco en España para asumir el poder (en la misma flota viajaron Alonso de Ercilla y el recién designado virrey del Perú, Andrés Hurtado de Mendoza). No alcanzó a asumir. Enfermó de fiebre amarilla en Panamá y murió antes de llegar.

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