Fernanda Melchor, escritora mexicana: “Soy despiadada con mis personajes, porque en general lo soy conmigo misma”

Fernanda Melchor (c) Billy & Hells.

Falsa liebre, la primera novela de la autora mexicana, una de las voces más inquietas de la actual escena hispanohablante, vuelve a las librerías en una nueva edición. Aquí, Melchor se explaya sobre el texto y por qué le interesa escribir sobre la violencia.


Tenía 29 años cuando en 2011 decidió quemar las naves. Dejó su trabajo, se fue a vivir sola, y se decidió a concretar una idea que le venía rondando mucho tiempo en su cabeza. Escribir una novela. Ese era el mayor anhelo de Fernanda Melchor. “En ese tiempo yo trabajaba en el departamento de comunicación social de una universidad y daba clases y trabajaba en lo que podía para ganarme la vida, y además escribía crónicas -las que después formaron el libro Aquí no es Miami- pero sobre todo deseaba ser novelista”, comenta a Culto.

El resultado de lo escrito durante ese año, se llamó Falsa liebre, y fue publicada en agosto del 2013 por primera vez a través de la mexicana editorial Almadía. Diez años más tarde, la novela vuelve a circular a través de la etiqueta Random House. Al echar atrás la cinta, su autora recuerda que ese 2011 fue “el mejor año y al mismo tiempo el más caótico de mi vida”.

¿Por qué?

Yo creo que fue porque, por primera vez en mi vida adulta, vivía sola y me dedicaba totalmente a escribir. Entonces me sentía, alternativamente, completamente feliz y completamente miserable y asustada. Tardé un año en terminar el primer borrador, y en esos meses aprendí mucho de mí misma, de mis procesos, y de la forma de la novela en general. Solía caminar mucho por las playas de Boca del Río, tratando de poner en palabras las imágenes que veía del cielo, del mar, de la fauna, para salpicar la novela con estas descripciones. También solía acudir a un parque en el centro de Veracruz en donde observaba a los muchachos que ahí se reunían. Leía mucho. Soñaba mucho.

Fernanda Melchor (c) Billy & Hells.

En la novela, Melchor cuenta paralelamente las historias de dos pares de hombres durante un solo día: los hermanos Andrik y Zahir, por un lado; y los amigos Pachi y Vinicio, por otro. Todos jóvenes, todos precarios, todos tratando de escapar de una vida miserable y que los expone a la violencia. Andrik es esclavo sexual de un hombre mayor, y Zahir se propone rescatarlo, al mismo tiempo que roba por necesidad; Pachi está sumergido en un matrimonio que detesta, con un muy mal trabajo, y su amigo Vinicio sueña con estudiar Arte. Aparentemente, sus historias no tienen ninguna conexión, sin embargo, los cuatro coinciden en una playa, donde se desencadena una tragedia.

Usando una escritura directa, cruda, y con los protagonistas usando el lenguaje de la calle. Melchor describe la marginalidad y la violencia de Veracruz, lo mismo que luego siguió desarrollando en sus aclamadas novelas Temporada de huracanes (2017) y Páradais (2021). “Siempre he tenido predilección por las historias intensas que abordan emociones fuertes y contradictorias. Para mí, la literatura y la escritura han sido formas de tratar de entender esas emociones fuertes y contradictorias que habitan en mí; en todos los seres humanos, en realidad. Tal vez soy hasta cierto punto despiadada con mis personajes porque en general lo soy conmigo misma. Y me encanta el misterio, el enigma. El misterio de la masculinidad, por ejemplo”.

“Por diversos motivos, de niña y de adolescente preferí siempre la compañía masculina. Me sentía más cómoda entre niños y hombres, más libre, menos juzgada que entre mujeres. Y aprendí a construirme a mí misma en sintonía con ellos, y también en oposición a ellos. Aprendí también que la idea de que todos los hombres son burdos o básicos es una gran falacia, lo mismo que la idea de que todas las mujeres somos excesivamente complicadas. Y también aprendí que muchas de las cosas que consideramos propias de un género o de otro son en realidad convenciones sociales. En cierto sentido, cuando escribí Falsa liebre aún me sentía muy conectada con ese mundo casi exclusivamente masculino que aparece en la novela”.

Fernanda Melchor. (c) LISBETH SALAS.

¿Cómo fue para ti volver a encontrarte con esta novela tras 10 años?

El proceso de publicación de Falsa liebre en 2012-2013 fue muy acelerado, y en su momento, aunque estaba conforme con el resultado, sentí que me hizo falta más tiempo con el manuscrito final. Sentí que tuve que soltarlo antes de lo que me hubiera gustado, y siempre pensé que de haber una segunda edición, me dedicaría a pulir algunas cosas. Así que cuando Random House contrató la novela me puso muy contenta la idea de volver al manuscrito y revisarlo. Como Borges explica en el prólogo de Fervor de Buenos Aires, mi intención no era reescribir el libro sino “mitigar sus excesos barrocos, limar asperezas y tachar vaguedades”, lo que yo llamé en sus momento “errores” de lenguaje y de imaginación. Pero es el mismo libro. Y sigo pensando que es lo más crudo y violento que he escrito hasta ahora. Ni siquiera Páradais, con su crueldad, o Temporada de huracanes, con su vertiginosidad, me parecen tan fuertes como Falsa liebre. Fue un trabajo difícil, volver a un texto que hacía tantos años que no recorría, y que me costó muchos sacrificios escribir, pero al mismo tiempo fue una gran experiencia volver a encontrarme con la joven mujer valiente que lo creó. Con la joven mujer que dijo: “Voy a escribir una novela que hiera, que deje huella, y nadie ni nada puede impedírmelo”.

Básicamente son dos historias paralelas: la de Andrik y Zahir, y la de Pachi y Vinicio, que al final se terminan encontrando. ¿Por qué decidiste estructurarlo de esa forma?

Para esta novela yo consideraba que lo más importante no era la historia, la anécdota, sino los personajes, los movimientos de los personajes y lo que ven, lo que perciben, el ritmo ilusorio de su existencia. Desde que empecé a escribir, lo más importante para mí ha sido primero, los personajes y sus conflictos, y en ese sentido mi postura ante este género es la misma que la de Kundera: la novela es una exploración de lo que es, o puede ser, o ha sido, la existencia humana en esta trampa que es el mundo, y para mostrar esto necesitas personajes que funcionen como egos experimentales. Lo segundo más importante en Falsa liebre son las palabras: el ritmo, la respiración, la atmósfera que pueden llegar a producir. Pero los personajes son el motor de la novela, y con Falsa liebre me interesaba trabaja en “parejas” de opuestos. Los dos hermanos y los dos amigos marcan una especie de contrapunto: por un lado está la experiencia de los hermanos, Andrik y Zahir, llena de violencia y de explotación, de abuso, y por el otro está la de los amigos, Pachi y Vinicio, en donde el conflicto predominante es el tedio, el aburrimiento, el vacío de una vida a la que no se le encuentra sentido.

¿Qué fue lo más complejo del proceso de escritura de esta novela?

Encontrar la forma fue lo más complicado: es una novela que transcurre en un solo día y en donde cada personaje cuenta por turnos lo que va ocurriendo en ese día. Yo, desde el inicio, desde muchos años antes de escribirla, ya tenía una buena idea de lo que iba a pasar en esa novela, conocía la historia y los personajes, pero no sabía cómo quería contarla, ni tampoco tenía mucha idea de cómo crear una voz narrativa. Yo venía de la crónica, que aunque es un género literario es también un método periodístico, y me costó mucho trabajo entender que la voz que habla en las novelas no es la voz de escritor, sino una voz creada ex profeso, una ilusión. Creo que es por eso que la voz que narra Falsa liebre, esa tercera persona equiescente, es tan fría y desapasionada, porque yo venía de la crónica

Fernanda Melchor. (c) LISBETH SALAS.

Un elemento importante es el lenguaje, ya que reproduces el habla callejera y cotidiana de la calle mexicana. ¿Cómo fue trabajar ese aspecto?

Para mí era muy natural que los diálogos fueran coloquiales. Me interesaba que los personajes pudieran expresarse con “naturalidad”, que hablaran como yo o como la gente que yo conocía en Veracruz, como la gente joven. Me encanta el lenguaje popular, creo que es una fuente inagotable de atmósfera y verdad. El lenguaje popular es lo que le da sabor a las novelas con pretensiones realistas, pero también puede ser un arma de doble filo si no se usa sabiamente, por eso creo que en Falsa liebre combiné el habla de los personajes con un narrador más sobrio. Sí, en algunos momentos este narrador se deja llevar por el coloquialismo, pero en términos generales, su voz es mucho más mesurada.

¿Qué impacto esperabas que Falsa liebre tuviera en los lectores y en la literatura contemporánea?

Fue mi primera novela, así que supongo que esperaba lo que todos los escritores esperan con su primera novela: un éxito total y arrollador. Sin embargo, sucedió más bien lo que pasa normalmente con una primera novela: nada en absoluto. Pero bueno, tal vez exagero: no le fue mal en su momento, recibió un par de buenas críticas en México, la edición de 2 mil ejemplares de agotó después de algunos años, pero después de la emoción inicial yo me di cuenta de que debía seguir escribiendo, que debía ponerme a escribir otra novela.

¿Cuál crees que es la importancia de la literatura para abordar problemáticas sociales y generar conciencia en la sociedad?

Mi postura es que la literatura no tiene ninguna obligación de abordar la realidad ni los problemas sociales en absoluto; de hecho, si la intención del autor es solo esa, “generar conciencia” lo más probable es que su literatura termine siendo panfletaria, aburrida y prescindible. Ni la literatura ni el arte en general pueden ser objetos de consumo obligatorio, aunque esto no quiere decir que no sirvan para nada. La literatura, todo el arte pero especialmente la literatura, nos proporciona una experiencia estética que puede llegar a ser, lo decía Juan José Saer, “redentora”. Esa experiencia de lectura que nos transforma interiormente, que nos va educando, que nos va formando, amplia nuestra visión del mundo y nos hace preguntarnos cosas, cuestionarnos los hechos, los sentimientos, las experiencias, la percepción del mundo. Cuando alguien tiene una experiencia de lectura transformadora, querrá compartirlo con más personas y se crea un vínculo social que a lo mejor, aunado a otros fenómenos, puede servir a pequeña escala para transformar lentamente a las personas, pero no tiene obligación alguna de ser un factor del cambio social.

En lo particular, a mí siempre me ha interesado la violencia, tal vez porque en mi vida la he experimentado de muy distintas formas, gratuitamente como mujer en una sociedad machista, por ejemplo, o como hija en el seno de una familia disfuncional, o incluso como ciudadana de un país como México, donde la única garantía que ofrece el pacto social parece ser la impunidad, y también he ejercido muchos tipos de violencia dentro de los mismos ámbitos, así que creo que es bastante natural para mí escribir sobre la violencia, sobre todo la que se ejerce en la esfera íntima, por esta necesidad mía de arrojar luz sobre mi historia personal, pero que mi literatura pueda servir a un esfuerzo colectivo, me parece totalmente fuera de mi alcance.

¿Qué cosas han cambiado en tu manera de escribir luego de 10 años y otras dos novelas en el cuerpo?

Siento que soy una persona totalmente distinta con cada novela que escribo. Dice Ariana Harwicz que al escribir se rehace el lenguaje, se reconfigura, renace, y eso sucede con cada libro. Tal vez por eso me es tan complicado iniciar un proyecto nuevo después de haber publicado el anterior.

¿En qué te encuentras trabajando ahora?

Estoy muy contenta iniciando un nuevo proyecto de novela, del que no puedo hablar mucho pero que me tiene muy emocionada, pues después de escribir mi última novela, Páradais, pasé cerca de 18 meses sin escribir nada, ocupada en otra clase de actividades, no tan gratificantes como la escritura, y atendiendo algunos problemas de salud, y por eso es un alivio darme cuenta de que aún no he perdido la capacidad de escribir.

Sigue leyendo en Culto

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.