Caetano Veloso en Chile: a la hora del adiós, su mejor show en el país

El brasileño ha dicho que es muy probable que esta sea su última gira. Que tiene ganas de vivir el atardecer de su destino resguardado en casa y sin las exigencias de la vida en la ruta. De ser así, su hasta siempre de Santiago -en el Teatro Municipal- ha sido por la puerta más grande de todas: ofreciendo quizás su mejor cita en el país. Una velada inolvidable.


Qué difícil ser Caetano Veloso (80). No debe ser simple sintetizar en una noche casi seis décadas de repertorio desde esos días de 1965 en que por fin -después de anhelar ser escritor o cineasta- empezó a tomarse en serio la música cuando junto a su hermana menor, Maria Bethania, comenzó a triunfar en festivales de Río de Janeiro y a conquistar un espacio en la vasta escena de su nación.

A partir de ahí, lo que está narrado en los libros: el sincretismo de tradición y modernidad, de bossa nova y rock, de samba y psicodelia que dio origen a ese género llamado tropicalismo.

Pero Veloso, como los creadores que ya vienen de vuelta, guarda un truco para los inicios de sus shows. Quizás una argucia para él mismo comprender los eslabones que se abrazan en su historia: el espectáculo que mostró la noche de este martes 6 en el Teatro Municipal -el primero de su tour sudamericano y que repite este miércoles en el mismo sitio- lo inicia con Avarandado, su personal reverencia a su maestro, João Gilberto, y su homenaje a una de sus contemporáneas más aventajadas, la recién fallecida Gal Costa. El tema, según ha dicho, es un viaje en reversa a su niñez y su juventud.

Pero luego, sin mayor pausa, lo empalma con Meu coco, escrita en 2021, parte de su último trabajo del mismo nombre, retrato del Caetano más octogenario, en el otro polo de su trayectoria, ese ángulo que remite a un hombre adulto con varias vidas, pero que se resiste a la jubilación bajo el deseo de seguir sonando moderno, inquieto y vigente.

La vitalidad de sus mejores años y la sabiduría del camino recorrido. El saludo a los compañeros con los que inició todo y la victoria de haber llegado impecable hasta esta estación: el bahiano entrelaza todos esos puntos en su concierto gracias a dotes interpretativos que se mantienen sin grandes grietas y, sobre todo, secundado por un conjunto con el que puede abordar todos los numerosos colores de su discografía, impregnada de bossa nova, jazz, rock, pop, funk, new wave, samba y hasta decorados sintéticos.

El quinteto lo encabeza Lucas Nunes, un joven guitarrista que no supera la treintena y con el que se encerró a facturar su álbum más reciente. Es el eje de una agrupación donde también sobresalen dos percusionistas: Kainã do Jêje y Thiaguinho da Serrinha. Soberbios, habilidosos y diestros en el manejo de batería, congas y pulsos electrónicos.

La alquimia es evidente en Não vou deixar, una pieza que despega tenue en teclados hasta envolverse en una ambientación casi trip hop, de trazos gruesos y macizos, con el cantante despojado de su chaqueta y regalando pasitos de baile ante los aplausos del público, muy en la estela de su conocido David Byrne.

Luego, de vuelta al ayer. You don’t know me es el ticket a sus días de exilio, soledad y lejanía en Londres, a principios de los 70, cuando su obra se hizo más cruda y esquelética, compuesta en su mayoría en inglés y expresada en discos como Transa (1972), para muchos su cima creativa.

Aunque si de austeridad se trata, hubo tiempo para también recordar a las leyendas locales: rememorando una presentación en TV junto a Mercedes Sosa y Chico Buarque, Veloso habla de la vez que interpretaron Volver a las 17, de Violeta Parra, a la que llama “una cosa sagrada”, para luego lanzarse con una versión respetuosa, delicada, sin extraviar su médula más emotiva, maniobrada con elegancia pese a la diferencia idiomática.

Después pasan emblemas como Cajuína, Reconvexo, O Leãozinho, la enérgica A bossa nova é foda -parte de la etapa rockera que desplegó en pleno siglo XXI- y, por supuesto, la eterna Baby, esa melodía que a fines de los 60 le cedió a su socia mayor, la misma Gal Costa, para que se ganara la inmortalidad, esta vez coronada como debe ser con los trocitos del coro de Diana, de Paul Anka.

Para el cierre reserva Lua de São Jorge y Odara, otras composiciones mayúsculas, además de saludar al presidente Gabriel Boric -situado en uno de los palcos principales junto a su pareja, Irina Karamanos, y a la ministra del Interior, Carolina Tohá-, llamándolo “la esperanza de Sudamérica”.

Caetano Veloso ha dicho que es muy probable que esta sea su última gira. Que tiene ganas de vivir el atardecer de su destino resguardado en casa y sin las exigencias de la vida en la ruta. De ser así, su hasta siempre de Santiago ha sido por la puerta más grande de todas: ofreciendo quizás su mejor show en el país. Una velada inolvidable.

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