Chancho en Piedra: es tonto resistir

El último concierto de Chancho en Piedra. Foto: Pedro Rodríguez

Tres décadas de trabajo musical alcanzó a registrar Chancho en Piedra, uno de los pocos proyectos de éxito vigentes en Chile desde los años 90. Acá, algunos apuntes personales sobre el final, materializado en un emotivo show de este domingo 16 de julio en el Movistar Arena.


Las mañanas camino al colegio, las radios juveniles transmitían la música de varios grupos chilenos. No recuerdo si fue en La grúa o Caído del katre donde grabé Volantín, la primera canción que conocí de Chancho en Piedra.

El Murci, un compañero de curso, también la había escuchado y llegó contando que la letra era una metáfora de la masturbación.

Ese año Chancho en Piedra había lanzado Ríndanse terrícolas, su primer disco con la multinacional Sony Music. Y el sonido era muy distinto a sus antecesores: mucho más apretado y pulcro, incluso arreglado con bronces y cuerdas.

Pero a los 13 años todavía no sabía de sonido apretado y pulcro, pero sí tenía muy claro que Discojapi, otro de los temas que sonaba en los medios, era una gran canción.

Con mis amigos comenzamos a leer sus entrevistas y a contarnos historias sacadas de revistas y sitios de dudoso prestigio. Supimos que habían salido del Salesianos de Gran Avenida, a pocos minutos de nuestro colegio en San Bernardo. Que dos de sus miembros eran hermanos. Que ponían apodos y se hacían chistes en doble sentido. Que grababan sus propios videos y dibujaban sus portadas. Que escuchaban a los Red Hot Chili Peppers, Nirvana y Faith No More.

Descubrimos, con alivio, que eran de los nuestros.

Claudio, otro amigo del colegio, fue el primero en sacar sus canciones en guitarra. Y Huevo cantaba y transformaba su voz como Lalo Ibeas. Luego, crecimos y tuvimos edad suficiente para ir a sus conciertos.

A esas alturas había dos clases de estudiantes: los que seguían a las más variadas copias locales del britpop tan en boga en esos años. Y los que escuchamos funk chileno y sabíamos lo que era Añekechukuri, Rrrock y de dónde venía Calentón, la coqueta versión de Devo que grabaron con Nicole.

Chancho en Piedra en los días de Otra cosa es con guitarra.

Maneja el volumen y la intensidad

Los Chancho tuvieron una época imperial, donde publicaron sus trabajos más logrados. Tras Ríndanse terrícolas vino el inimitable Marca chancho. Y mientras la industria de la música se caía a pedazos, ellos se refugiaron escribiendo canciones con observaciones disfrazadas de historias animales, como quien se guarda en el bolsillo el vuelto del pan.

Hablaron de la Transición chilena con una fábula (El día en que los gatos hicieron las paces con los ratones), de la explotación empresarial (Empresaurio) o incluso sobre hacerse adulto (Brocacochi).

El contenido de los matinales (Buenos días a todos) y el mundo del modelaje (Eligiendo una reina) fueron otros de sus tópicos que aún siguen vigentes, así como los falsos profetas (Locura espacial) y las boyband (Eso ya se ha visto).

Empezó a pasar el tiempo. Los Chancho se convirtieron en capitanes de toda una generación de grupos que imitaron su irreverencia y un sonido bien condimentado. Varias de esas bandas, que después se hicieron conocidas, vendían discos a la salida de los conciertos de los marranos.

Entonces vinieron los grandes lanzamientos en teatros, el Festival de Viña, Living Colour y las maratónicas jornadas de celebración con invitados, aparatosos disfraces y registros en directo.

Y tanto ellos como nosotros, la familia chilenita del funk, supimos que la diversión era lo más difícil de mantener.

Él es Sami. La foto es de Felipe Ilabaca

Abandona a ese canalla

Me costó defender a mi grupo de adolescencia cuando escuché por primera vez Niño peo. Como en la letra de Sami, un perro que se fuga de su casa empujado por una garrapata, una voz interior se hizo eco de las críticas que siempre acompañaron a la carrera del grupo.

“Consecuentes con su nombre, estos chanchos demuestran que no tienen pelo alguno en la lengua”, rezaba la reseña de la revista Rock&Pop para el debut Peor es mascar lauchas. “Pueden ser muy puercos a la hora de cantar todo tipo de asquerosidades”.

En otro número de aquella desaparecida publicación, el cantante de los Chancho daba explicaciones de la moral marrana:

—Comenzamos haciendo canciones contra los profes o los compañeros que nos caían mal. Desde cabros chicos nos juntábamos en mi casa, primero con tarros, ollas y cajas —dijo Lalo—. La onda era súper humorística, todos los compañeros de colegio tenían una canción. Un día paramos y nos dijimos: “¿Por qué hacemos esto solo a veces, si podría transformarse en lo que hagamos todos los días de nuestras vidas?”.

Los Chancho fueron kitsch y pachangueros antes que todos. En Peor es mascar lauchas unieron a Nicanor Parra con Peter Rock y Pedro Messone, junto a buena parte de la rancia iconografía pop ochentera chilena. Convirtieron un juguete de las ferias como el Juanito en ícono de sus shows. Y rescataron a Florcita Motuda y Tommy Rey.

En su show de despedida guiñaron al Bill Haley chileno, Pat Henry y Los Diablos Azules, con Te quiero, o a los fundamentales Weather Report con el bajo endemoniado que Jaco Pastorius grabó para Teen Town, entre varios más.

Su sonido fue siempre evolucionando hasta convertirse en un “taller de integración sonora”. Desde las composiciones de la dupla de hermanos Ilabaca, al trabajo con distintos productores, los Chancho nunca sonaron como una copia de sí mismos.

Mientras los imitadores del britpop se fueron separando o desvaneciendo a medida que aparecieron otras modas, los Chancho siguieron con su formación original cantándole, por ejemplo, a la depredación de la vida de barrio (Almacén).

Con los años, Murci desapareció, Huevo ya no canta y Claudio hace poco fue padre. Lentamente, las bromas escolares empezaron a mostrar fecha de vencimiento.

La última vez de Chancho en Piedra. Foto: Pedro Rodríguez

Dejando libre el amor

En 2018 ocurre, creo yo, el hecho más insólito en la historia del grupo: Pablo Ilabaca, el guitarrista fundador y principal compositor de Chancho en Piedra junto a su hermano Felipe, decide renunciar.

El inquieto músico dejó el buque tras 25 años a bordo. Dijo que se iba a concentrar en sus proyectos personales. Y los Chancho, que venían presentándose junto a Pancho G, respondieron incorporando en sus filas a C-Funk, el guitarrista fundador de Los Tetas.

K-V-Zón, que canta el tema más escuchado del grupo en Spotify, fue siempre una fuerza de la naturaleza. Cuando fue mencionado en el show final del grupo, por Felipe, un sismo de magnitud 6.5 cerca de Temuco sacudió el Movistar Arena.

No encuentro mejor ejemplo que Oshcokota dentro de Ríndanse terrícolas para explicar su libertad creativa y su trabajo como intérprete de guitarra.

Pero ya estaba, se fue, rompió el cordón umbilical.

Cuando renunció, fue como si, de repente, los Chancho hubieran decidido sacar un rato las manos del fuego tras 126 canciones de estudio de sus discos oficiales sin contar los interludios.

Para su show final, donde tocaron casi la mitad de ese extenso repertorio, en la pausa de Mi mejor momento, Felipe se emocionó frente al micrófono.

—Ustedes nos hicieron artistas —alcanzó a decir antes de quebrarse, mientras la fanaticada respondía con el ceacheí marrano Viva Chile mierda y los Chancho en Piedra.

No se me ocurre una pesadilla más espantosa que escuchar que tu grupo de la adolescencia se va a romper para siempre.

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