Gabriela Wiener, escritora peruana: “La inteligencia artificial es el fin del mundo. Nos reemplazaron por la máquina”

Crédito: María Rodenas.

La destacada autora acaba de publicar su segundo poemario, Una pequeña fiesta llamada eternidad, donde en una forma muy narrativa, aborda temas como la inmigración o el sexo. En charla con Culto, desmenuza el volumen y se refiere también a la Inteligencia Artificial.


Conocida ampliamente por sus lúcidas y notables crónicas, a Gabriela Wiener el bichito de ir explorando otros formatos siempre le fue picando. En 2016 publicó Ejercicios para el endurecimiento del espíritu (La Bella Varsovia), su primer poemario tras haber despuntado con libros importantes, como Sexografías (2008), Nueve lunas (2009) o Huaco retrato (2021). Siete años después, la limeña vuelve a la poesía.

El libro en cuestión se llama Una pequeña fiesta llamada eternidad, y lo publica a través de la editorial independiente nacional Los libros de la mujer rota. En charla con Culto, la autora peruana nos comenta cómo se fue originando este volumen: “Este poemario ha estado escribiéndose hoja por hoja, diente por diente en los últimos años, he publicado varios de ellos en mis espacios de columnismo, leído en performances o recitales hasta que la idea de libro ha aparecido delante de mí”.

“Y yo en ese momento estaba en una casa donde la noche anterior había habido una fiesta, en medio de esas ruinas, en ese silencio con pitido de lo que alguna vez fue estruendo, la sensación de melancolía por el fin de la noche, pensar que había gente, la casa llena y ya no queda nadie, las colillas, los vasos llenos, calientes, así se me ocurrió hablar de una revolución que no fue, de un amor que fracasó, de una batalla que perdí, de una fiesta que volveré a organizar. Y eso es el libro, los trabajos y los días. Reclamo eternidad porque no nos conformamos ni con paraísos ni con apocalipsis efímeros”.

Crédito: María Rodenas.

Este es tu segundo poemario. ¿Qué te atrae de la poesía?

En la poesía encuentro claridad de ideas, palabras como cuchillos, una suerte de respuesta inasible sobre el sentido, es como aprender a hablar la lengua del misterio, del silencio y la verdad. Luego en realidad todo es ficción del lenguaje pero me atrae la espiritualidad de la poesía, lo que logra se parece a la mística. Y también es un tipo de inteligencia.

No nos imaginemos la poesía de Wiener en el formato clásico, la del endecasílabo y la métrica. Lo suyo más bien es el verso libre y poemas muy narrativizados, casi como contando una historia. Así lo hace, por ejemplo, en Podía ver la revolución desde mi water, donde habla de la inmigración; Tengo que escribir una columna, donde aborda la precariedad del trabajo freelance; o Un poema económico, hablando de manera crítica del capitalismo.

“Mi poesía siempre es muy narrativa, cuenta cosas, eso no quiere decir que no sea también imaginista por momentos y otras veces metafórica. Pero sí es una escritura que se encarna, que habla del dolor, de la locura, del miedo, del deseo, todo lo que queda en el cuerpo y que empuja las palabras. Parte de mi experiencia vital tiene que ver centralmente con la migración, pero además la situación de extranjería en Europa y en el primer mundo en general es un tema del que siempre me verás hablar, denunciando en una columna o en un poema. Este libro tiene mucho de personal pero también pone el foco en las violencias del mundo y las tragedias colectivas”.

Gabriela Wiener. Foto: Sofía Álvarez.

¿Cómo trabajas habitualmente los poemas?

Me viene alguna idea o imagen y digo este tema mundano podría ser un poema, pienso en temas serios que podría tratar de forma ligera y viceversa. Entonces empiezo a escribir versos y luego cojo un libro o busco cosas en Internet para encontrar palabras y trabajo como se trabajan los collages y todo lo que escribo, pegando piezas hasta encontrar una armonía en la desestructuración.

En un poema dices “Podía ver la revolución desde mi wáter”. ¿Qué te pasa con la revolución hoy, como concepto?

La revolución es como la felicidad, una aspiración permanente, que sin embargo ocurre solo de manera fugaz. Por eso cuando ocurren, la revolución y la felicidad hay que mimarlas, grabarlas a fuego, intentar vernos siempre en sus espejos.

En el poema Ama rápido pones: “amarlo todo, absolutamente todo” y “solo pienso en propagar energía lo más inútil posible”. ¿Es acaso una reflexión sobre lo vertiginoso de la vida actual?

No, no es ninguna reflexión sobre lo vertiginoso de la vida actual. Todo lo contrario. Las reflexiones necesitan cierto margen, cierta distancia, y creo que esas son palabras dichas precisamente desde el vértigo.

Gabriela Wiener. Foto: Sofía Álvarez.

El sexo ocupa un lugar importante en este poemario en poemas como Huaco erótico o Emabarazadas. ¿Consideras que hay mayor espacio para que las mujeres hablen de sexualidad en estos tiempos?

Bueno, solo escucha un rato a la maravillosa Tokischa y verás que hay un poco de canción en ese sexo. No se pide permiso a nadie ya. Yo siempre he dicho que el sexo es uno de los temas más serios del mundo. Y no hay un solo libro mío que no tenga sexo, como la vida misma.

¿Qué te parecen las redes sociales? ¿Abriste Threads?

Una droga que mata. Y no, no abrí Threads.

¿Qué piensas de la Inteligencia Artificial?

Es el fin del mundo. Nos reemplazaron por la máquina. Mira a los guionistas de Hollywood que yo imagino que ganan plata pero no lo que deberían. Yo no llegué ni a guionista y ya me reemplazó la IA. Ahora el proletariado es de Hollywood, como las mujeres abusadas del Metoo también eran de Hollywood, todo es de Hollywood sino no existe, luego si Dios quiere la cosa se extiende al mundo, ojalá algo de dinero y justicia chorree a los demás. Por ahora he probado el chat ese a ver si puede imitar a mi amiga Mafe Ampuero y a mi marido Jaime y ni se acercan, son parodias. Pero me interesa experimentar por ejemplo con revivir a mi padre con el chat GPT para que escriba uno de sus artículos de coyuntura pero sobre la crisis política actual en Perú, esta última, la que no llegó a ver porque se murió en 2015.

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