Ser madre en la cárcel: así es el premiado documental chileno Malqueridas

Fotografías y videos capturados con celulares componen el primer largometraje de la directora Tana Gilbert, galardonado hace unos días en el Festival de Venecia. La cinta es su intento por recuperar la memoria colectiva de las mujeres privadas de libertad y separadas de sus hijos, mientras desarrollan vínculos entre ellas. “Un tema que me parece interesante de pensar a través de la película es cómo se construyen generaciones y generaciones de personas que delinquen. La reinserción en realidad es un fantasma”, plantea en diálogo con Culto.


El afiche del documental Malqueridas explicita las condiciones en que se creó: “Esta película fue realizada con imágenes y testimonios de mujeres mientras cumplían condena”.

Esas imágenes –fotografías y videos registrados con celulares al interior de la prisión– estuvieron en la mente de Tana Gilbert (Santiago, 1992) durante los últimos siete años. La directora nacional se propuso indagar en las experiencias de madres privadas de libertad, un concepto que se conservó intacto a pesar de los cambios de rumbo propios del cine de no ficción.

“El corazón de la película se mantuvo desde que empezamos la investigación: cómo soportar la cárcel a través de los afectos y qué es lo que pasa después de que las mujeres son separadas de sus hijos cuando cumplen los dos años”, explica a Culto.

Estrenada –y premiada– en la versión del Festival de Venecia que acaba de concluir, la cinta de 74 minutos presenta una voz en particular, la de una mujer que genera vínculos con otras reas y que sabe que en algún momento dejará de estar a diario con su hijo.

La realizadora decidió respetar el formato original de las grabaciones, por lo que el largometraje tiene un formato vertical. Una elección también respaldada en que deseaba “representar simbólicamente la única posibilidad de ellas de poder mirar hacia el exterior, debido a que en la cárcel las ventanas son verticales”.

En el origen del proyecto Gilbert y la productora Paola Castillo conocieron a Karina Sánchez, la narradora y coguionista de Malqueridas, a través de un taller de derecho penitenciario al que asistieron en la cárcel de San Joaquín. Su historia –cumplió condena durante más de seis años– compone parte medular del filme, pero también hay más de 20 testimonios de otras mujeres que nutren el eje principal. Contar con sus relatos implicó un extenso proceso en que atendieron sus dudas y consolidaron las confianzas.

“Algunas eran más reticentes. Pero al final es tan precaria la red de apoyo que muchas de las que quizás desaparecían un tiempo siempre volvían. De alguna manera, sentían que este era un espacio seguro donde podían contar con nosotras. Pero eso se desarrolla durante años”.

El trabajo junto a esas mujeres implicaba que les confiaran sus videos y fotografías. Un registro que en cualquier momento podía extraviarse, a causa de que los celulares están prohibidos en la prisión (el equipo se asesoró durante la realización del documental con abogados expertos en derecho penitenciario y derechos de propiedad intelectual).

“No podemos hacer vista gorda a que los celulares dentro de la cárcel son muy comunes. La mayoría de las personas privadas de libertad en Chile los tienen, por lo que la posibilidad de perderlos implica no poder acceder a los materiales con sus hijos. La película releva que la memoria colectiva de esta comunidad muy abandonada está siempre en riesgo de eliminarse, y por eso pensábamos que este material era un tesoro, que había que conservarlo y mantenerlo vivo. Y por eso también es tan importante que no hayamos grabado nosotras, sino que ellas”.

Malqueridas plantea una serie de reflexiones sobre lo que implica ser mujer y madre en reclusión, pero también elabora apuntes sobre el frágil escenario que se configura una vez que la pena se ha cumplido.

“Un tema que me parece interesante de pensar a través de la película es cómo se construyen generaciones y generaciones de personas que delinquen”, indica la cineasta, para quien “la reinserción en realidad es un fantasma. Ellas tienen que cumplir sus condenas, pero nadie se hace cargo de lo que pasa después de que las mujeres salen en libertad”.

Tana Gilbert. Foto: Tom Chenette

El jurado de la Semana de la Crítica del Festival de Venecia le entregó el premio principal –además de otros dos galardones– “porque su temática es asombrosa y su propuesta formal magistral. Es un gesto radical que da vida al fuera de campo, mostrándonos sólo toques, imágenes borrosas, pixeles robados. La historia y el escenario están dictados por testimonios. La directora nos sitúa junto a mujeres prisioneras, sin emitir ningún juicio sobre su valor, y esta es una de las maravillas de la licencia poética del cine”.

Gilbert, quien viajó a Italia junto a parte del equipo (incluida la narradora), advirtió en terreno el impacto que generó la cinta. “Me llamó la atención el nivel de conmoción en algunas personas después del estreno, no solamente por la historia de esta mujer que construimos, sino que por cómo reflexionamos sobre los afectos. Un comentario que se repetía es que sienten la película. Aunque ocurre en Chile, hay algo universal que tiene que ver con sentir cariño o amor por alguien más”, sostiene.

Tras su triunfal debut en Venecia, el filme se exhibirá en octubre en el Festival de Valdivia y en otros certámenes internacionales durante la última parte del año. Su estreno en salas del país está planificado para el primer semestre de 2024.

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