Crítica de discos de Marcelo Contreras: la banalidad de Morat y el revisionismo de Neil Young y The Black Crowes

Crítica de discos de Marcelo Contreras: la banalidad de Morat y el revisionismo de Neil Young y The Black Crowes

Hay algo que une a Neil Young con The Black Crowes: la reverencia hacia un pasado gracias al que han formado su genética creativa. En tanto, el éxito del conjunto colombiano Morat tiene poca sustancia a nivel discográfico.


*Neil Young - Before and after

Imposible desconocer el ingenio de Neil Young para revisitar su pasado. El heroico y testarudo rockero nacido en Toronto hace 78 años, asume este cuadragésimo quinto álbum como un puzzle armado con canciones secundarias de su generosa discografía, bajo formato estrictamente acústico. Concebido junto a Lou Adler (Carole King), leyenda viviente de la producción musical y ejecutiva de 90 años, Before and after hilvana 13 títulos en 48 minutos, entramados sin respiro a pesar de la suave ornamentación. Arranca con I’m the ocean de Mirror ball, el álbum grabado junto a Pearl Jam en 1995, mientras en el corte subsiguiente retrocede hasta Burned, publicada en el disco debut de Buffalo Springfield en 1966. Reincide con los pioneros del folk rock que lideró junto a Stephen Stills, reinterpretando Mr. Soul y On the way home. Del clásico After the Gold Rush (1970), elige Birds.

La manera en que empalma una canción tras otra rasgueando la guitarra acústica -con desvíos al piano y la armónica como ocurre en A dream that can last de Sleeps with angels (1994) junto a Crazy Horse-, semeja más que nunca a un predicador que parece provenir de un pasado polvoriento en sepia. La voz envejecida pero aún íntegra, prodiga un melancólico encanto.

*The Black Crowes - The Southern harmony and musical companion (super deluxe)

Los recelos con Shake your money maker (1990), el debut de The Black Crowes y sus cuatro singles de éxito incluyendo el aplicado cover de Hard to handle de Otis Redding, no eran muy distintos de los que han rodeado la carrera de Greta Van Fleet, mimetizados con Led Zeppelin. En el caso de la banda de Atlanta, Georgia, liderada por los hermanos Chris y Rich Robinson, los tiros iban por la pócima revivalista que combinaba a los Faces y los Stones. The Southern harmony and musical companion, publicado en mayo de 1992, aplacó críticas en la medida que la propia alineación enfrentó cambios sustantivos, en tanto el sonido y la actitud se hicieron macizos, como si se tratara de una nueva partida. Ingresaron Marc Ford como primera guitarra en reemplazo del despedido Jeff Cease (“no podía tocar con mi hermano”, acusó Chris), y el tecladista Eddie Harsch.

La reedición a cargo de los hermanos Robinson y el coproductor original George Drakoulias, suma 29 cortes repartidos en tres discos incluyendo el original, lados b, temas inéditos, y un concierto grabado en febrero de 1993 en Texas. No es la máquina demoledora del espectacular Live at the Greek (2000) junto a Jimmy Page, pero se trata de rock clásico sureño en esencia, con gusto a whisky.

*Morat - Antes de que amanezca

Los colombianos Morat son un fenómeno de extraordinario éxito, curioso en la medida que el ambiente musical dominado por el urbano, no es propicio para su propuesta de pop rock romántico acolchadito de buenas intenciones. Con cuatro álbumes y una carrera en ebullición desde 2015, gracias al single Mi nuevo vicio junto a Paulina Rubio, han visitado varias veces Chile en los últimos seis años, con creciente arrastre. Tras un exitoso paso en el Movistar Arena en noviembre, la próxima cita ya está pactada para el 5 de octubre de 2024, en el estadio Bicentenario de La Florida.

Según declaraciones del manager del cuarteto de Bogotá “no estamos tratando de ser Neruda”, sino simplificar “sentimientos complicados”. Así, como si fueran los primos del empalagoso coterráneo Camilo, Morat propone en este EP su rock efervescente e inocuo en partes iguales, con notorias influencias de Coldplay y reverencias a Juanes y Bacilos. El sonido es perfecto y mullido; las voces entonan con un barniz de tristeza preadolescente, entre frustración y súplica. El amor se canta desde la pérdida o la mala fortuna, como ocurre en Feo, con ecos de Blink-182. Las rimas son sencillas, los tiempos cuadrados y festivos. Música accesoria, banal y comercial de orgulloso descaro.

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