El regreso de los directores de Loving Vincent: “El realismo es más difícil que el expresionismo”

El regreso de los directores de Loving Vincent: “El realismo es más difícil que el expresionismo”

Tras sorprender al mundo con su película sobre Vincent van Gogh, la polaca DK Welchman y el británico Hugh Welchman vuelven a aplicar su técnica de animación basada en pinturas al óleo. Esta vez la utilizan para narrar la historia de una joven atrapada en un matrimonio arreglado con un hombre mayor. “Si hubiéramos hecho La Vida de Jagna como nuestro primer filme, creo que habría sido un desastre. Loving Vincent nos dio una base”, asegura el director a Culto.


Nominada como Mejor película animada en los Oscar, Loving Vincent (2017) emergió como un deleite para los sentidos y una proeza visual difícil de igualar. La polaca Dorota Kobiela y el británico Hugh Welchman se adentraron en los últimos años de Vincent van Gogh a través del uso de una técnica de animación basada en pinturas al óleo, un ejercicio creativo sustentado en un riguroso estudio de la obra del artista neerlandés desarrollado por la cineasta y pintora.

Mientras estaban ocupados en la creación de esa cinta, su primer largometraje como dúo, Kobiela (DK Welchman desde que están casados) le sugirió a su esposo que leyera The peasants (1904-1909), la novela que le dio argumentos a la Academia Sueca para concederle el Nobel de Literatura a Władysław Reymont. Es un libro de cerca de mil páginas, por lo que no pudo prestarle atención de inmediato. Pero cuando lo hizo entendió perfectamente por qué se lo había compartido.

“Por la forma en que está escrita, es como si alguien te describiera hermosas obras de arte, bellos paisajes, personajes vívidos y extraordinarios, pueblos coloridos. Para nosotros encajaba bien con la animación de pintura al óleo. Nuestro estilo de hacer cine es la forma más lenta de hacer cine que nadie ha inventado jamás, y debes tener una muy buena razón para preferirla en lugar del cine con actores reales o algún otro estilo que sea más fácil y barato”, explica el director a Culto.

“Todo el mundo la conoce (en Polonia), pero a la mayoría de las personas no les gusta cuando la leen en el colegio. Queríamos intentar convencer a la gente de que es una historia increíble al adaptarla como un filme”, agrega a través de videollamada.

Dividida en cuatro partes (tituladas Otoño, Invierno, Primavera y Verano), es una novela realista que viaja a fines del siglo XIX para indagar en la vida al interior de un pueblo polaco. Retrato de la vida rural y de las costumbres locales, el libro tiene como principal personaje femenino a Jagna, una joven de 19 años que es obligada a casarse con Maciej Boryna, un adinerado granjero que acaba de enviudar. Inserta en una comunidad donde el estatus lo otorgan poseer tierras y una mujer, la boda se lleva a cabo a pesar de que ella tiene un romance secreto con Antek, el hijo de quien se transformará en su marido, gatillando una serie de fatídicos sucesos.

“Ella (DK Welchman) lo leyó cuando tenía 17 años. Lo volvió a leer cuando tenía 20 y le gustó mucho más. Y luego, cuando estaba pintando Loving Vincent, escuchó el audiolibro”, señala el cineasta. “Le encantó el hecho de que fuera una historia femenina, que procediera de su país, de su cultura, y también la posibilidad de utilizar a los pintores de la Joven Polonia, que pertenecían al mismo movimiento artístico que (Władysław) Reymont, y reunirlos (con su prosa). Pero le preocupaba que fuera demasiado polaco”.

Superadas esas dudas, ambos se embarcaron en un proceso para concebir una película que debutó en festivales durante 2023 y acaba de llegar a salas del país con el título La vida de Jagna. La pareja decidió inspirarse en las obras de pintores como Józef Chełmonski, Jan Stanisławski, Ferdynand Ruszczyc, Julian Fałat, Piotr Michałowski, Leon Wyczółkowski, Jules Breton y Jean-Francois Millet, dando como resultado una visualidad que acentúa el contraste entre la belleza de los paisajes y la dureza que define el recorrido de la historia.

El método que aplicaron se basó en primero filmar las escenas con los actores en sets construidos para el proyecto y, cuando fuera necesario, en exteriores. Ese material se empleó como referencia para crear pinturas de 67x49 cm, generando el primer cuadro de una secuencia que luego sería trabajada por los animadores. En la etapa final todos los cuadros de la secuencia se fotografiaban con una cámara digital Canon 6D de 6K de resolución.

Volvieron a ocupar las mismas estaciones de trabajo que inventaron para su cinta anterior, pero en muchos sentidos su segundo largometraje fue un reto superior. Según la perspectiva del director, “el realismo es más difícil que el expresionismo. Es una técnica de pintura más detallada y difícil, así que tuvimos que idear muchas más innovaciones tecnológicas y formas de pintar más rápidas”.

Y concluye: “Si hubiéramos hecho La vida de Jagna como nuestro primer filme, creo que habría sido un desastre. Loving Vincent nos dio una base de conocimiento para poder realizar La vida de Jagna. No hubiéramos podido haberlo hecho al revés. Necesitábamos conocer todo sobre la animación con pintura a partir de Loving Vincent para poder hacer La vida de Jagna. Teníamos movimientos de cámara mucho más dinámicos, teníamos grandes escenas de baile, batallas, peleas, bodas. Es realmente una escala mucho, mucho mayor”.

La producción también enfrentó factores externos que desafiaron la continuidad del proceso: la pandemia y, sobre todo, la invasión rusa en Ucrania, que ocurrió a semanas de haber comenzado a trabajar en Kiev con animadores de ese país.

“Instalamos un estudio en Kiev que estuvo funcionando durante un mes cuando los rusos iniciaron la invasión, por lo que tuvimos que cerrarlo. Compramos tickets para todos nuestros trabajadores, (aunque) sólo podían venir las mujeres; a los hombres no se les permitió salir del país. Entonces, la mayoría de las mujeres vinieron como refugiadas a Polonia y trabajaron en el estudio (en Varsovia). El 90% de ellas todavía están aquí”, relata Welchman.

En medio de un conflicto de ese calibre –añadido a las condiciones adversas que sacudieron al mundo tras la pandemia–, todo se podría haber derrumbado. Sin embargo, ocurrió lo contrario. “Todo el mundo se sentía muy miserable por culpa del Covid y la inflación, y luego llegaron estas mujeres ucranianas. Ellas decían: ‘¡Es increíble! ¡Tenemos trabajo! Estamos a salvo’. Todos pensaron que tal vez nuestros problemas no eran tan grandes como que tu país sea invadido. Todos adoptaron una actitud más positiva, porque estas refugiadas llegaron y crearon un espíritu positivo, lo cual fue increíble”.

La vida de Jagna se estrenó en la pantalla grande con una emotiva proyección en el Festival de Toronto 2023, acumuló varios premios del público en su recorrido por certámenes y se convirtió en un fenómeno de asistencia en cines de Polonia, donde se ubicó tercera en el balance anual de la taquilla (sólo superada por Barbie y Oppenheimer). Hugh Welchman destaca que la banda sonora fue un éxito aparte y que el filme entusiasmó especialmente a un grupo en específico. “En Polonia todos vieron la película. Fue muy popular entre los jóvenes. El público lo componían principalmente adolescentes y veinteañeros”.

Tras crear dos cintas que implicaron esfuerzos monumentales, permanece intacto el interés de la dupla por materializar ideas cada vez más ambiciosas. El realizador adelanta tres: un documental sobre Leonardo da Vinci en que reconstruirán su estilo; una adaptación de Sueño de una noche de verano, de William Shakespeare, y un largometraje de ficción que estará ambientado en África hace 140 mil años. En este último, dirigido y escrito por ambos, recurrirán a la animación de pinturas al óleo usando como base el arte rupestre. “Estamos muy entusiasmados”, reconoce.

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