Cómo contó la prensa chilena el tenso día en que terminó la crisis de los misiles
La mañana del 28 de octubre de 1962, el líder soviético Nikita Krushchov anunció por radio que habían llegado a un acuerdo con Estados Unidos para poder poner fin a la tensión originada por los misiles en Cuba. Para llegar a ese punto, el camino había sido largo y empedrado. Esta es la historia.
Estaba frustrado. Tras la crisis generada en agosto de 1961 con la construcción del muro de Berlín, que dividía la mitad oriental de la occidental de la capital histórica de Alemania, el líder de la Unión Soviética, Nikita Krushchov , buscaba una manera de propinar un golpe a los Estados Unidos. Si bien, el muro se había logrado llevar a cabo, los efectos de dominar la narrativa no se habían conseguido.
“La construcción del Muro de Berlín era un síntoma de la debilidad del Bloque oriental, no de su fuerza. La población de Berlín resistió lo mejor que pudo...El alcalde de Berlín, el socialdemócrata Willy Brandt, calificó el muro de ‘injusticia espeluznante’“, indica el historiador Odd Arne Westad en su libro La Guerra Fría.
A los jerarcas soviéticos el rol de Krushchov les había parecido insuficiente y comenzaron a presionarlo para que diera un puñetazo al mentón al tío Sam. Ahí fue cuando el calvo líder fijó su atención en Cuba. El bloque soviético se había anotado dos triunfos ahí: uno con la Revolución Cubana, a la que Fidel Castro situó rápidamente dentro eje comunista; y dos, con la victoria en Bahía Cochinos, cuando paramilitares cubanos exiliados, apoyados por el gobierno de Estados Unidos, intentaron invadir la isla pero fueron derrotados sin apelación en abril de 1961. Por ende, aparecía como el terreno perfecto para una nueva embestida. Así, decidieron colocar una serie de misiles en el país caribeño como un fantasma amenazante sobre el corazón de la potencia occidental, a solo unos pocos kilómetros. Corría octubre de 1962.
“Frustrado por los acontecimientos de Alemania, furioso con los chinos, que se burlaban de él por su cautela, y convencido de que Kennedy era una persona indecisa pero también cada vez más anticomunista, Kruschov quiso actuar de forma decisiva para salvar la Revolución cubana. ¿Qué pasaría, le preguntó a Mikoyán, que le escuchaba un tanto incrédulo, si la Unión Soviética desplegara misiles nucleares en Cuba ‘muy rápidamente’?. Estados Unidos había ubicado sus armas nucleares en Turquía, muy cerca de la frontera soviética. ¿Por qué su país no iba a poder garantizar la supervivencia de Castro enviando sus propias armas a la isla?“, indica Odd Arne Westad.
Así, los soviéticos comenzaron a instalar unos misiles en territorio cubano. “El primer contingente de personal militar soviético llegó, con gran secretismo, en julio de 1962 -señala Odd Arne Westad-. Los misiles empezaron a llegar a principios de septiembre. En el momento de máxima actividad, más de 40.000 soviéticos trabajaban en la construcción de bases de misiles con cometidos defensivos y ofensivos. Los mayores misiles nucleares que llegaron a estar operativos en Cuba en octubre de 1962 tenían un alcance máximo de 2.000 kilómetros, lo suficiente como para llegar a las ciudades del sur y el este de Estados Unidos, desde Houston hasta Baltimore”.
Los misiles no tardaron en ser descubiertos por un avión U-2, el célebre modelo espía estadounidense. Era una amenaza directa, y una prueba para el gobierno de John F. Kennedy quien ya había tenido que observar impotente la construcción del muro de Berlín sin poder hacer mucho más. Junto con su secretario de defensa, Robert McNamara -expresidente de la compañía automotriz Ford- comenzaron a cranear el escenario de manera cuidadosa. Era un ajedrez complejo.
Eso sí, el objetivo estaba claro: “Desde el comienzo de la crisis, Kennedy tenía la certeza de que debía eliminar de Cuba cualquier tipo de misil soviético. La cuestión era cómo lograrlo y evitar un guerra nuclear total entre Estados Unidos y la Unión Soviética”, indica Odd Arne Westad.
Lo primero era un cara a cara con algún jerarca soviético, y Kennedy lo obtuvo más o menos pronto, cuando se entrevistó con Andréi Gromyko en la Casa Blanca el 18 de octubre, con motivo de una reunión prevista de antemano. En la ocasión, Gromyko mintió sobre el despliegue soviético. “La URSS únicamente pretende contribuir a las capacidades defensivas de Cuba”, afirmó Gromyko.
Kennedy no le creyó, y decidió hacer públicas las noticias en cadena nacional para toda la nación. El joven presidente ya había entendido el poder de la televisión para llegar a las masas en un debate televisado (el primero de la historia) que lo enfrentó con Richard Nixon, durante la campaña electoral que lo llevó al poder, en 1960. Ahí se le vio joven, decidido y seguro, a diferencia de su rival. Por ello, no tuvo dudas en que ese era el paso a realizar en esta ocasión. Así lo hizo la fría noche del 22 de octubre de 1962. Con dramatismo, pero sin desbordarse, el mandatario le habló a su pueblo como un padre que advierte a un hijo.
“Durante la semana pasada pruebas irrefutables han demostrado el hecho de que actualmente se está preparando una serie de bases de misiles ofensivos en esa isla cautiva. El cometido de dichas bases no puede ser otro que proporcionar la capacidad de un ataque nuclear contra el continente americano [...]Los años treinta nos enseñaron una clara lección: cuando se consiente que las conductas agresivas prosigan sin trabas y sin respuesta, en última instancia conducen a la guerra”. Eso sí, aseguró tajante: su “objetivo inquebrantable” era “evitar el uso de dichos misiles contra este o cualquier otro país, y asegurar su retirada o eliminación del continente americano”.
En Chile, la portada de La Nación del martes 23 de octubre de 1962 dio cuenta de la crisis: "Advertencia de Kennedy a Khrushchev. RESPUESTA SERA LA GUERRA TOTAL“. Y en la bajada, la nota comentaba: ”El disparo de un proyectil nuclear cubano a EE. UU. o a cualquier país latinoamericano será contestado con un ataque en masa a la Unión Soviética. Cuba se ha convertido en una base comunista ofensiva con alcance desde Washington hasta Lima. Se inició el registro de todos los barcos que se dirigen a la isla cubana, cualquiera que sea su procedencia, con orden hasta de hundir a los que se resistan. Evacuadas las familias de los soldados y reforzada la base de Guantánamo. Kennedy dijo a Khrushchev que demuestre su buena fe retirando los proyectiles ofensivos de Cuba. El Presidente de USA acusó de mentirosos a dirigentes soviéticos y señaló que Occidente no está dispuesto a tolerar más falsedades".
En la URSS tomaron nota, pero no detuvieron la construcción de las bases ni la llegada de los cargamentos de armas con destino a Cuba. En tanto, en EE.UU. tomaron su medida: una cuarentena. Se trataba de bloquearles el camino a los buques soviéticos con destino a Cuba. “También anunció un aumento de la vigilancia de la isla, lo que venía a indicar que cualquier intento de impedir la invasión del espacio aéreo cubano por Estados Unidos se consideraría un acto de guerra”, indica Odd Arne Westad.
Así, la tensión fue creciendo y se comenzaron a suceder nerviosas y frenéticas negociaciones entre un lado y otro. “El principal punto fuerte de Kennedy a lo largo de toda la crisis de los misiles cubanos de 1962 fue que, a pesar de su línea dura en términos generales, le dio una oportunidad a la diplomacia”, asegura Odd Arne Westad.
La dificultad mayor es que tanto Kennedy como Kruschev enfrentaban tensiones en sus propias filas. Los “Halcones” y las “Palomas”. Los “Duros” y los “Blandos”. “Por un lado, (Kennedy) tenía que poner coto a los exaltados de su propio bando que querían lanzar bombardeos inmediatos para inutilizar los misiles soviéticos en suelo cubano -indica Odd Arne Westad-. Kennedy sabía que un ataque así significaría la guerra nuclear mundial contra la Unión Soviética. Por otro lado, tenía que encontrar una solución que eliminara los misiles y le diera la victoria a Estados Unidos”.
Para el 23 de octubre estaba previsto que se miraran frente a frente los barcos de ambos países, y fue el líder soviético quien tomó la decisión que contribuyó a aliviar la crisis de manera momentánea. “Cuando Kruschov, que también estaba bajo presión para evitar una confrontación, dio la orden de que los buques soviéticos dieran media vuelta, el presidente (Kennedy) pensó que había conseguido una victoria importantísima”, señala Odd Arne Westad.
Sin embargo, que el mandamás soviético ordenara la detención de los buques no fue el final de la crisis. “Kruschov no tenía intención de dar marcha atrás -dice Odd Arne Westad-. Al igual que Kennedy, necesitaba espacio para respirar, pero también le envió un mensaje al presidente donde rechazaba todas sus exigencias y condenaba el bloqueo ilegal de Estados Unidos contra Cuba. Por todo el mundo, las fuerzas militares soviéticas y estadounidenses se pusieron en estado de plena preparación para el combate”.
La noticia fue portada de La Nación, del jueves 25 de octubre. “BARCOS RUSOS COMIENZAN A CAMBIAR DE RUMBO”. La nota, de la agencia de noticias UPI, señalaba: “Algunos de los 25 barcos comunistas que navegan en dirección de las fuerzas navales norteamericanas que les cierran el paso hacia Cuba aparentemente han cambiado da rumbo, según informó el Gobierno esta noche. Agregó que los demás siguen avanzando hacia un encuentro con las unidades navales encargadas del bloqueo de Cuba”.
“El Departamento de Defensa dio esta información en una de las declaraciones más escuetas emitidas desde que comenzó la crisis cubana. Añadió que los buques de guerra norteamericanos aún no se habían visto obligados a interceptar a ninguno los barcos soviéticos”.
“Mientras tanto, el Secretarlo General interino de las Naciones Unidas, U Thant, envió dos mensajes idénticos al Presidente Kennedy y al Primer Ministro soviético, Nikita Khrushchev, procurando aliviar la tensa situación provocada por el envío de armas ofensivas soviéticas a Cuba v el bloqueo norteamericano da esta isla. Estos acontecimientos y una declaración de Khrushchev en Moscú redujeron ligeramente la tensión que ha prevalecido en Washington desde que estalló la crisis el lunes por la noche”.
Pero la tensión se mantuvo. En el aire se olía el enfrentamiento de los colosos. Y parecía que así sería cuando el 27 de octubre los soviéticos derribaron a un avión espía U-2. Los “Halcones” de la Casa Blanca, esos hombres duros que se habían curtido en la Segunda Guerra Mundial y en Corea, exigieron respuesta de inmediato. Había que dar una lección. En el Kremlin, también instaron a Kruschev a no ceder. Pero ahora fue Kennedy quien tomó la decisión clave: “En contra de la orden dada anteriormente, el presidente se negó a autorizar que la Fuerza Aérea estadounidense destruyera la base de misiles que había derribado el U-2″, señala Odd Arne Westad. Acto seguido, el mandatario mandó a su casa a todo su equipo de crisis que llevaba una semana sin salir de la Casa Blanca. A todos menos a uno: el fiscal general, su hermano Robert F. Kennedy.
A “Bobby”, el presidente le dio la misión más difícil: entrevistarse con el embajador soviético en Estados Unidos, Anatoli Dobrynin, y lograr el ansiado acuerdo que pusiera fin al conflicto. El blondo fue a verlo de inmediato y llegó con una propuesta concreta sobre la mesa: “Le ofreció la promesa de que Estados Unidos no invadiría Cuba y de la posterior retirada de los misiles estadounidenses de Turquía a cambio de que los soviéticos retiraran todos sus misiles”, dice Odd Arne Westad.
Kruschev, al tanto de la negociación, decidió aceptar. Y dio a conocer de manera pública su decisión. “Consciente de que se le agotaba el tiempo, ordenó que su aceptación se difundiera a través de las ondas de Radio Moscú. Incluso hizo que la repitieran dos veces”, cuenta Odd Arne Westad. Era la mañana del 28 de octubre de 1962. La hora más oscura de la Guerra Fría por fin había terminado. El mundo respiraba aliviado.
En Chile, la noticia se leyó el 29 de octubre de 1962. Al interior del diario La Nación se tituló: “Anuncio de retirar cohetes desde Cuba produjo sensación de alivio”. La noticia llegaba a través de la agencia UPI. “En los círculos occidentales se experimentó una sensación de alivio como reacción ante la decisión del Primer Ministro soviético, Nikita Khrushchev, de retirar las bases de cohetes instaladas en Cuba, ya que con ello se evitó que la crisis cubana quedara sin control”.
“Los diplomáticos occidentales acreditados en Moscú consideran que el hecho representa una ‘victoria’ para Estados Unidos. Uno de ellos dijo: ‘Estamos muy complacidos con la noticia’. En general, la reacción fue de alivio inmediato y satisfacción”.
El mayor damnificado por la crisis fue Kruschev. “El mes siguiente, la URSS desmontaba y repatriaba su material bélico ofensivo y Estados Unidos levantaba el bloqueo. Kruschev quedaba, no obstante, en mala posición frente a los halcones del Kremlin y el propio Castro, que lo acusaron de mostrar debilidad“, señala Eladio Romero en su Breve historia de la Guerra Fría. Dejó su cargo en 1964, pero ya se había anotado su lugar en la Historia.
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