
Ghost desilusiona, pero Viagra Boys y Pink Floyd son puro brillo
Mientras Ghost con su último disco se transforma en una pantomima del heavy metal, con más forma que fondo, Viagra Boys se alzan como la gran salvación del rock actual. En tanto, Pink Floyd rescata una joya de su pasado siempre glorioso.

*Ghost - Skeletá
Le pasó a Los Simpsons, a Friends, y a Felipe Avello: para mayor público y transversalidad, la fórmula obliga a rebajar la acidez, suavizar los chistes, blanquear en favor de una mayoría. Tobias Forge, sinónimo de Ghost, experimenta un proceso similar desde Impera (2022) cosechando triunfos.
La banda sueca goza de reconocimiento en EEUU y, emulando a escala el camino de Kiss en los 70, convoca fanaticada infantil que asiste maquillada a sus conciertos -lo vimos en el Movistar Arena en septiembre de 2023-, como una forma de integrarse a una imaginería diabólica más cerca de un musical de Disney, que de Slayer. Si en Meliora (2015) Ghost conjugó a la perfección una lectura irónica y kitsch de la estética católica, trasladando la adoración a Satanás mediante un relato musical transmisor de cierta densidad -el drama por sobre la comedia-, Skeletá se deshace de las sutilezas y comprime todo detalle y potencial filo en un producto chato, de bordes cromados e inasibles.
Cuesta una enormidad recordar las canciones porque son extraordinariamente homogéneas, como si su destino fuera acompañar alguna campaña publicitaria de gran presupuesto, un soporte que cumple estándares pero carente de personalidad. Con Skeletá, Ghost se convirtió definitivamente en una pantomima sobre el heavy metal. Figuran los gestos, la exageración, la comedia. Pero no hay sonido detrás.
*Viagra Boys - viagr aboys
“Monstruos con sobrepeso se pasean en sillas de ruedas motorizadas (...) fabricados por duendes en una fábrica en el extranjero”. Sebastian Murphy, cantante y letrista de los suecos Viagra Boys -una piedra preciosa de post punk en el chato firmamento rock actual-, persiste como cronista y observador de primera desde Man of meat, el arranque en este cuarto álbum.
Un examen gastrointestinal se convierte en una vía para experimentar charlatanería disfrazada de misticismo en pos de la salud, según relata Pyramid of health. En Dirty boyz, una base disco sucia y cortante enmarca una historia narcótica urbana, con tono vociferante: “salen cuando duermes, recogen un montón de mierda inútil, luego la tiran (...) ahí abajo junto al río, y fuman un montón de metanfetamina debajo del puente”.
Medicine for horses estremece por su fatalidad suicida resuelta con belleza. “Dile que me recreen dentro de un par de siglos -canta Murphy-, cuando todos estemos muertos. Besa a mi esposa, dile que la amo”. Las letras ingeniosas y corrosivas sobre la masculinidad -”puedo soltar (...) datos históricos sobre la Segunda Guerra Mundial (...)”, dicta una línea de You n33d me-, retroalimentan una música impredecible, inquietante y al acecho, que captura la pista de baile con pastosidad, tensión y creatividad. Si el rock está muerto, Viagra Boys es un zombi que guiña un ojo con uno de los mejores discos del año.
*Pink Floyd - At Pompeii MCMLXXII
El proyecto de Pink Floyd rodado en 1971 en las ruinas romanas de Pompeya, publicado al año siguiente como filme -una de las piezas documentales definitivas del rock-, refleja la transición natural entre la psicodelia y el proto progresivo de los 60, con el desarrollo conceptual más focalizado de los 70, menos proclive a la divagación a pesar del generoso minutaje.
Estas composiciones no solo son títulos subrayados en la discografía del cuarteto británico, sino que ampliaron las dimensiones del space rock, junto con alterar dramáticamente el cambio de curso de Radiohead a partir de Kid A (2000) y Amnesiac (2001), entre otras ondas expansivas.
Junto a la cinta recién reestrenada en cines, la banda sonora fue remezclada en Dolby Atmos por Steven Wilson. La intervención del músico y productor introduce cambios de enfoque más generosos, que permiten admirar detalles como las envolventes armonías de David Gilmour con Richard Wright en Echoes - Part 1. La nueva mixtura expande la presencia de los instrumentos, beneficiando la magistral guitarra de Gilmour, que florece orgásmica y luego melancólica en manos de Wilson como ocurre, por ejemplo, en A saucerful of secrets. Dividido en dos álbumes, el segundo incluye material alternativo como otra toma de Careful with that axe, Eugene. Es tal la fidelidad, que todo parece haber sido grabado ayer.
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