Negra y mestiza: la alfarería de Quinchamalí busca el máximo reconocimiento de la Unesco

Trabajo de la Unión de Artesanos de Quinchamalí, organización clave en la sobrevivencia de la cerámica negra. Foto: Claudio Pérez.

Con siglos de tradición, la cerámica ñublense está arraigada en el imaginario colectivo, y sigue viva, pero están en riesgo. Para evitar su desaparición, el Estado solicitará en marzo que la Unesco la reconozca como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, y con una estrategia nueva que apelará a un mecanismo de urgencia.


La guitarrera negra de Quinchamalí es parte del imaginario colectivo, y fue también fuente de las artes visuales contemporáneas: aún resiste en pie el homenaje que Nemesio Antúnez le rindió con uno de los escasos murales que pintó en Chile: Quinchamalí (1958), y en los mosaicos del piso de la galería Juan Esteban Montero, en el centro de Santiago.

Resiste también en el tesoro audiovisual de cuatro minutos de Sergio Bravo, Casamiento de negros (1959), que narra con figuras de cerámica negra la historia que Violeta Parra interpreta con su guitarra.

Esta tradición es negra, por su color, y también mestiza: tiene raíces precolombinas. Hoy son poco más de 80 las alfareras que la mantienen viva, en dos localidades de Quinchamalí y Santa Cruz de Cuca, ambas en la comuna de Chillán. Con un promedio de 50 años de edad, en su mayoría son mujeres, pero también hay algunos hombres.

Con un pie en la artesanía y el otro en el arte popular, estas piezas son parte de las colecciones de museos de todo el mundo, entre ellos, el Louvre de París, el Museo de Arte Contemporáneo (MOCA) de Nueva York y el Museo el Nacional de Moscú. Sin embargo, el ecosistema productivo de esta tradición está en riesgo, debido a varios fenómenos. Atendiendo el valor cultural, social y simbólico de esta práctica, el Estado ha trabajado durante años con estos artesanos en la preparación de un expediente que será presentado en marzo para su declaratoria como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.

Hasta ahora, Chile sólo cuenta con una práctica inscrita en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco.: los Bailes Chinos, que fueron incorporados en 2014. “Los Bailes Chinos tienen una tradición anual de fiestas religiosas, que se reproducen en forma orgánica y funcionan muy bien. La situación en Quinchamalí es distinta, la tradición está viva en Quinchamalí pero tiene amenazas concretas”, asegura Emilio de la Cerda, subsecretario del Patrimonio Cultural.

El arquitecto está justamente en Ñuble, pues al mediodía de hoy tuvo una nueva reunión con las alfareras. “Para que se mantenga esta práctica tenemos que atender las principales amenazas que existen; la transmisión intergeneracional, el movimiento del campo a la ciudad, el acceso a la materia prima, también hay temas previsionales, de salud y de planificación territorial. La salvaguardia no es sólo cultural, éste es un compromiso que, como Estado, debemos asumir con otras carteras”, detalla De la Cerda.

Las delicadas incisiones se realizan en las piezas cuando aún están crudas, por ello la figura de esta imagen es de color café todavía. Foto: Claudio Pérez.

Las alfareras fueron declaradas Tesoros Humanos Vivos en 2014 y son parte del Inventario de Patrimonio Cultural Inmaterial de Chile, que es la máxima distinción nacional para el mundo intangible. Gracias al trabajo de estos años, ya se enseña alfarería en la escuela local y hay experiencias de transmisión a los más jóvenes.

La postulación se realizará por un camino nuevo para nuestro país: la Lista de Salvaguardia Urgente del Patrimonio Cultural Inmaterial, de la Unesco. “Las propias artesanas pidieron que activáramos este mecanismo: esta lista exige más herramientas para que la salvaguardia sea efectiva; una serie de acciones concretas entre muchas reparticiones estatales para lograr la protección y el fortalecimiento de la práctica. Es decir, que no sea algo solamente nominal”, dice el subsecretario. La Unesco hará un seguimiento cada cuatro años para verificar que Chile cumpla con cada compromiso.

“Las alfareras han sido las protagonistas y conductoras de este proceso; recogiendo su voluntad, presentaremos como país esta manifestación a la lista de Salvaguardia Urgente, como una estrategia para generar acciones concretas e integrales en torno a su necesaria salvaguardia. Esta tradición cerámica es arte y artesanía, es embajadora de la identidad regional y nacional, por lo que nuestro compromiso está en potenciar su protección y desarrollo”, apunta la ministra de las Culturas, Consuelo Valdés.

Un sector muy golpeado por la pandemia

La técnica de la alfarería negra de Quinchamalí, explica Emilio de la Cerda, “ha sido heredada de tiempos precolombinos; siguen usándose hoy en día tratamientos que vienen de cerámicas previas a la Colonia. La cerámica negra tiene una técnica de modelado muy particular, al igual que el secado y el cocido, que lo hacen con brasas de bosta de caballos y vacas. En ese proceso de quema es que la cerámica termina siendo negra. Además, tienen un sistema de incisiones que tradicionalmente se ha realizado con agujas de victrola, que es seguido del coloreado en blanco con tierra de color y que la hace tan característica. Y a todo esto se suma un sistema de pulido con piedras de canto rodado, que provienen del río, y que le dan un brillo y una suavidad muy especiales”.

La temática de las piezas, en tanto, es otra característica única: “Están las piezas utilitarias, que son platos, vasos y ollas, y están las que las alfareras llaman juguetes y que son decorativas; entre los motivos clásicos están la guitarrera, el huaso, el chancho de tres patas y el pavo real”.

Dos guitarreras, antes de ser cocidas. Todo el proceso se sigue realizando a mano, en Quinchamalí y Santa Cruz de Cuca. Claro que en esta última localidad predominan las piezas utilitarias. Los "juguetes" son más abundantes en Quinchamalí. Foto: Claudio Pérez.

Para el subsecretario del Patrimonio, esta artesanía tiene características propias. “Esta técnica ha sido transmitida de generación en generación, y además está profundamente arraigada a un territorio, a un mundo campesino, con una manera de relacionarse específica en cuanto al acceso a la materia prima y la forma de venta. Porque es muy distinto a otras cerámicas conocidas, como Pomaire, por ejemplo. Las alfareras de Quinchamalí venden en sus casas hasta el día de hoy”, señala.

-¿Cuánto ha impactado la pandemia a estas alfareras?

Les ha golpeado muchísimo. La venta no se ha podido generar; ha sido una época muy complicada. Ha habido un monitoreo permanente de los equipos de patrimonio inmaterial del ministerio y de la seremía también.

-En lo concreto, ¿qué impacto tendrá sobre su actividad el ser incluidas en la lista de la Unesco?

Esta alfarería es una manifestación clave del patrimonio inmaterial de Chile, y este reconocimiento no solo permitirá desplegar mayores herramientas para que no esté en riesgo su continuidad, sino que además visibilizará su producción, que es una forma de vida. Porque las alfareras cultivan un saber, pero también viven de eso.

-Usted se ha reunido en varias ocasiones con las alfareras en los últimos años, por el expediente. ¿Cómo toman ellas este proceso?

A ellas les ha tocado mostrar sus cosas en el mundo, tienen una idea bien formada del tesoro y del conocimiento que tienen. En el pasado, figuras como Tomás Lago, Violeta Parra y Nemesio Antúnez hicieron un gran rescate de la cerámica de Quinchamalí, considerándola un arte, debido a su gran valor estético. Es una artesanía que cruzó fronteras y que ha sido reconocida como un referente. Pero ahora son sus propias cultoras quienes, en diálogo con el Estado, están ejecutando esta acción de salvaguardia. Esto no se hace desde arriba.

-Los sitios chilenos declarados Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco, en los últimos 25 años, Rapa Nui, las iglesias de Chiloé, Valparaíso, Humberstone y Santa Laura, Sewell y el Qhapaq Ñan o Camino del Inca, este último con otros cinco países, tienen un valor especial al ser únicos en el mundo. ¿Sucede algo similar con la alfarería negra de Quinchamalí?

Son criterios diferentes. En la Convención de 1972 el valor universal excepcional es clave. Pero en el caso del patrimonio inmaterial es distinto, pues la lista no se guía por una lógica del ranking, sino de la representatividad de la manifestación y el reconocimiento de las comunidades; lo que importa es reconocer justamente su importancia y su particularidad, que es de interés nacional e internacional. Y así es en el caso de la cerámica negra de Quinchamalí; la técnica es muy particular, proviene del mundo precolombino y las piezas tienen gran valor estético y poder simbólico en su representación del mundo campesino.

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