Editorial

La credibilidad de los programas presidenciales

El sentir más moderado que cruza al país ha llevado a que las principales candidaturas hayan centrado sus programas en los temas de inseguridad y crecimiento, sin refundaciones. La interrogante es hasta dónde serán creíbles para la ciudadanía, algo que sobre todo golpea a la abanderada del PC, por sus giros programáticos.

Foto: Aton

La carrera presidencial y parlamentaria ha registrado un hito relevante esta semana, luego de que se cumpliera el plazo para las inscripciones de las respectivas candidaturas ante el Servel. En el caso de la Presidencia, han sido ocho las candidaturas inscritas -un número similar al registrado en los tres últimos procesos electorales-, donde además de los representantes de los principales bloques de oficialismo y oposición, donde se cuentan Jeannette Jara, Evelyn Matthei y José Antonio Kast, se sumaron Johannes Kaiser (Partido Nacional Libertario), Franco Parisi por el PDG, Marco Enríquez-Ominami, Eduardo Artés y Harold Mayne-Nicholls.

Fue también la oportunidad en que los candidatos debieron registrar sus programas o lineamientos programáticos, un trámite sin duda importante, porque más allá de que estos documentos suelen contener una profusión de propuestas, muchas veces de orden genérico, ello igualmente permite a la ciudadanía formarse una idea general de qué es lo que cada opción busca proponer al país, marcando las similitudes y diferencias entre ellas.

Una revisión somera de las propuestas permite reparar en un aspecto que llama especialmente la atención: la mayoría de los programas contiene entre sus pilares dos dimensiones que figuran entre las principales preocupaciones de los chilenos: la delincuencia e inseguridad, así como reactivar el crecimiento económico y promover la creación de empleo.

Hay también otro aspecto llamativo: es posible observar que en la mayor parte de los programas hay una voluntad por alejarse de visiones extremas o refundacionales para centrarse en cuestiones más concretas. Esto marca una diferencia muy notoria respecto de la campaña del 2021, donde tanto la izquierda que representaba el PC a través de la figura de Daniel Jadue -quien entonces perdió la primaria-, como el abanderado de Apruebo Dignidad, Gabriel Boric, promovían cambios profundamente estructurales, apalancados en la expectativa de que en septiembre de 2022 se lograría aprobar una nueva Constitución de la mano de la Convención Constituyente, cuyos ejes eran claramente refundacionales. A la postre dicha carta fue rechazada por una abrumadora mayoría de la población, lo que obligó al gobierno de Boric a centrarse y dejar de lado las visiones más extremas. A su turno, José Antonio Kast, quien terminó siendo el abanderado de la derecha en la segunda vuelta, sostenía visiones particularmente conservadoras en el ámbito valórico. La experiencia del segundo proceso constituyente en 2023 -esta vez liderado por los Republicanos-, que también fue rechazado por la mayoría, ratificaba que no había disposición de la ciudadanía para visiones más extremas.

Así, el país de 2025 es muy distinto al de aquellos años, con un giro hacia la moderación, obligando a que la mayoría de las candidaturas recojan este sentir en sus programas y se centren en los problemas más acuciantes. Es un avance que las candidaturas que hoy llevan la delantera hayan renunciado a las visiones extremas o refundacionales, y estén coincidiendo en que seguridad y crecimiento son los pilares más relevantes, pero a la vez se abren dos grandes interrogantes: hasta dónde este cúmulo de propuestas se podrán materializar una vez que se llegue al poder -para lo cual será importante analizar los cuadros técnicos con que cada candidatura cuente-, y desde luego hasta dónde estas posiciones de mayor moderación se mantendrán y serán creíbles para la ciudadanía, porque también es un hecho que las visiones ideológicas que están detrás de algunas de las candidaturas siguen plenamente latentes.

En ese orden de cosas, la candidatura que enfrenta las mayores dificultades es la de la abanderada del PC Jeannette Jara, cuyo giro programático ha sido ciertamente sorprendente. El escueto programa que presentó en las primarias -elaborado por representantes de la línea más dogmática del PC- promovía un desarrollo basado en la demanda interna, la nacionalización del litio y el cobre, terminar con las AFP y muchos otros aspectos que sintonizaban con el corazón de una izquierda más extrema. Pero luego de que Jara se transformara en la abanderada de la mayor parte del oficialismo, incluida la DC, ahora busca convencer que su lineamiento programático es de corte socialdemócrata, abandonando la mayor parte de las posturas sostenidas en la campaña de primarias, e incluso mencionando que propuestas como la nacionalización de los recursos mineros fue un error.

El salto olímpico de un programa a otro le ha traído constantes dificultades. En varias oportunidades se ha visto obligada a dar explicaciones por propuestas -ahora desechadas- que ni siquiera recordaba que ella misma las había defendido, generando perplejidad y un evidente desgaste en su campaña. Su afán por borrar cualquier rastro de la ideología comunista en su programa no solo resulta poco creíble, cuando Jara ha sido por décadas una disciplinada militante comunista, y es un hecho que sus planteamientos están comenzando a causar cierta incomodidad con el ala más dura del PC. En la medida que estas contradicciones sigan profundizándose, se acrecentará la duda de hasta dónde este programa refleja el pensamiento de Jara o si es un mero acomodo táctico.

Por el lado de las derechas, la abanderada de Chile Vamos, Amarillos y Demócratas, Evelyn Matthei, ha presentado un programa donde los ejes están puestos en seguridad y recuperación del Estado de Derecho, así como abandonar el crecimiento mediocre -poniendo como meta una expansión del PIB del 4% hacia el final del período, para lo cual se busca impulsar, entre otras medidas, la inversión mediante beneficios tributarios- como también en la expansión del empleo. Son metas ambiciosas, y aquí la dificultad estriba en hasta dónde podrá cumplir con lo que se promete, sobre todo cuando en las administraciones de Sebastián Piñera quedaron a la vista las dificultades para activar un crecimiento más robusto y controlar la delincuencia.

José Antonio Kast, por su parte, ha sido claro que las materias valóricas -como revisar el matrimonio igualitario o el aborto en tres causales- no formarán parte de su agenda, porque como ha dicho, el país vive una serie de emergencias en seguridad, economía y en materia social, y esas serán las prioridades. Se ha propuesto, entre otras materias, frenar la criminalidad desbordada, cerrar las fronteras, revertir la baja natalidad, terminar con las listas de espera en salud y reducir el tamaño del Estado, entre otros aspectos. Son ejes consistentes con lo que han planteado los Republicanos, pero al igual que en el caso de Matthei, la interrogante pasa por entregar mayores garantías de cómo pretende concretar dicha agenda, y si sus convicciones más conservadoras en materia valórica efectivamente no buscarán ser reflotadas en algún momento.

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