A 10 años de la Sudamericana: Anecdotario de la hazaña azul

Charles Aránguiz y Eduardo Vargas en Mi Juguetería. Ambos, junto a Osvaldo González, pasaron largos minutos divirtiéndose entre guitarra, Play Station y skate.
Charles Aránguiz y Eduardo Vargas en Mi Juguetería. Ambos, junto a Osvaldo González, pasaron largos minutos divirtiéndose entre guitarra, Play Station y skate. Foto: Pedro Rodríguez.

El 2011 está marcado a fuego en la memoria de los hinchas de Universidad de Chile por la obtención de su primer -y hasta ahora único- título internacional. El camino para conquistarlo, además de las míticas crónicas adentro de la cancha, está plagado de historias desconocidas y material gráfico inédito que aquí se intenta recopilar.



“Esa fue la única discusión en que quedó la cagada al interior del directorio”. Quien habla es una de las autoridades de Azul Azul que comandaban a la U en 2011, cuando conquistó la Copa Sudamericana. Ni siquiera porque han pasado 10 años desde aquellas jornadas, quiere dar a conocer su nombre. Dice que prefiere mantener los códigos, porque el equipo y la dirigencia de ese entonces fue eso: una familia que se respetaba. Y mucho.

Una década después, parte de esas anécdotas que se fueron dando en un viaje espectacular intentan ser revividas en estos párrafos, sobre todo las que envolvieron a los partidos definitorios.

¿A qué discusión se refiere el director? El Romántico Viajero ya había ganado la final de ida y para la vuelta surgió la idea de reacomodar un bus descapotable para la hora de los festejos. Justamente eso provocó la diferencia de opiniones: mientras algunos miembros de la mesa decían que aún no se había ganado nada y que el bus podía significar una “mufa”, otros estaban tan seguros de que el equipo refrendaría el resultado en la vuelta que ya planificaban las celebraciones. Al final, ganó la idea de preparar todo como si se fuera campeón y el famoso vehículo descapotable tuvo que ser escondido en la Quinta Normal y solo en el entretiempo, cuando la U iba 1-0 arriba, partió rumbo al Estadio Nacional.

Y es que si de mufas o cábalas se trata, uno de los referentes del equipo también dio muestras de aquello días antes. “Se toca cuando se gana”. Escueto y encomendándose a todas las brujerías del mundo, José Rojas, jugador de la Universidad de Chile por ese entonces, esbozaba una sonrisa incómoda cuando, en la presentación de la final de la Copa se negaba a tocar el trofeo que a la jornada siguiente alzaría en sus manos con propiedad y que por estos días festejó sus 10 años.

Hasta el evento organizado por Conmebol llegaron los capitanes de ambos finalistas. Por el lado de los azules fue Pepe, mientras que por el de Liga Deportiva Universitaria llegó Ulises de la Cruz. Y mientras el ecuatoriano sí tomó el trofeo, al momento de querer pasárselo al zaguero chileno este se negó y solo accedió a fotografiarse a lo lejos-con él.

Pero no fue lo único que no se vio de esa campaña. ¿Qué tenían que hacer la Rana René y Gonzo, de los Muppets, días antes en la concentración de la U en Ecuador, a horas de enfrentar la final de ida de la Copa Sudamericana 2011? La respuesta es obra de Eduardo Vargas, la máxima figura en la conquista de ese torneo, pero también uno de los principales referentes del humor dentro del plantel de ese entonces y autor de varias de las anécdotas que ya son parte del colectivo de quienes protagonizaron esa hazaña universitaria.

Y es que, frente al hotel donde se hospedaban los estudiantiles en Guayaquil, previo a viajar a Quito para enfrentar a la Liga Deportiva Universitaria, había una gran tienda de juguetes, de nombre Mi Juguetería. La Navidad estaba a la vuelta de la esquina y aunque la gran mayoría del plantel apenas salía de sus habitaciones para comer y recorrer las instalaciones, tres jugadores -Osvaldo González, Charles Aránguiz y Edu- rompieron esa calma, autorizados por el cuerpo técnico, para asistir a dicha tienda.

Quizás presos del tedio de la concentración, los tres futbolistas, bautizados como los Wachiturros por el diario La Cuarta y a quienes el plantel siguió llamando así, se entretuvieron como niños durante el tiempo que permanecieron en la juguetería de la que, por cierto, salieron cargados.

Por breves minutos al defensa, volante y delantero se les olvidó que tenían a la mano el mayor logro de la historia del club y se divirtieron tocando guitarra, jugando Play Station, andando en skate y comprando distintos regalos para sus familiares, pero también para molestar a sus propios compañeros. Así, quien tiempo después sería apodado Turboman, compró dos peluches de los Muppets: la Rana René, para molestar a Nelson Rebolledo, y Gonzo, para hacer lo propio con Rocky, a quien en el hotel perseguían para todos lados con el peluche.

Mismo hotel hasta donde llegó un pintor ecuatoriano, hincha de Emelec, donde años antes había dirigido Jorge Sampaoli. ¿El motivo de su visita? Regalarle al argentino una pintura con su retrato dirigiendo El hombre, eso sí, tuvo que armarse de paciencia para lograr hablar con el ex técnico de la Roja. La jornada ya casi terminaba y Sampaoli seguramente seguía repasando en su cabeza una y otra vez el posible partido con que se toparía al día siguiente en la Casa Blanca de Quito. El casildense, más de una hora después, bajó hasta el lobby a recibir el regalo, el que eso sí tuvo que ser sacado de su marco para que el entrenador se lo pudiera llevar en el avión.

En ese avión y ya con la victoria por la cuenta mínima en la final de ida consumada, viajó el plantel de la U de regreso a Santiago. Era un charter que temprano por la mañana del día del partido había aterrizado con varias decenas de hinchas y algunos periodistas. Con la victoria ya timbrada, el equipo se trasladó hasta el aeropuerto y en el ambiente se respiraba la tranquilidad del deber cumplido. Ya en el terminal aéreo los jugadores se toparon en la sala de embarque con los fanáticos que también se iban en el charter, aunque estos fueron muy respetuosos con sus ídolos y el tiempo de espera se vivió con bastante calma. Una vez arriba del avión -futbolistas y cuerpo técnico en los primeros asientos, el resto hacia atrás- el capitán sorprendió a todos: no contento con saludar al plantel y felicitarlo por el merecido triunfo de visita, puso el himno de Universidad de Chile por los altoparlantes. A pesar del cansancio, los jugadores agradecieron el gesto y terminaron cantando junto a hinchas y dirigentes. Al final, gritos y vítores de ánimo a un plantel que días más tarde levantaría su primera copa internacional.

Ese viaje, eso sí, había comenzado meses antes, con una pretemporada a cuestas y la conformación del plantel. Ahí se vivieron dos anécdotas que Federico Valdés, presidente de la época, y Edmundo Hermosilla, uno de los directores, no quieren dejar pasar para reflejar al arquitecto de la hazaña de cuerpo entero: “Pepe Rojas estaba listo para irse a préstamo a Everton y Sampaoli dijo ‘yo lo necesito’. Algunos directores se miraron y dijeron ‘pero cómo’. Y no solamente se queda, sino que lo hizo jugar, dio la vuelta olímpica y llegó a la Selección solamente porque hubo un DT que supo sacarle lo mejor. Si no llegaba Sampaoli iba derecho a Everton y puede que esto Pepe incluso nunca lo haya alcanzado a saber”, recuerda Hermosilla. Valdés complementa con otra historia: “La noche que le ganamos 4-1 a la UC la final, estábamos celebrando en el Intercontinental y fueron a hablar conmigo Johnny, Pepe y Rivarola. Me pidieron que por favor los ayudara a conseguir que Sampaoli les diera un par de días de descanso. El torneo ya había terminado, pero Sampaoli quería entrenar al día siguiente y como niños chicos fueron a pedirme ayuda. Jorge no me la hizo fácil, pero se los dio”.

Y si de cábalas se trata, en tal se convirtió Vaithiare, la hermana de Edu Vargas, el goleador del torneo (11 dianas). Ella acompañó al delantero en todos los partidos de la Copa y en los compromisos que se disputaron en el Estadio Nacional salía siempre en los brazos de su hermano, quien con el correr de la campaña se fue ganando el aprecio de los hinchas e incluso llegó a tener un fans club que le dedicó un lienzo y que para su cumpleaños, en noviembre, llegó con una torta al Centro Deportivo Azul a celebrar.

A esa altura, el mítico 4-0 de los azules sobre Flamengo y que provocó que el mismísimo Ronaldinho fuese a felicitarlos por su juego hasta los vestuarios ya era cosa del pasado y parte de una historia que incluyó que el plantel, al día siguiente de esa goleada, disfrutara de un día de playa en Copacabana que incluyó ser espectadores de una pichanga de hinchas azules.

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