María Antonieta Saa: El plebiscito en los ojos de una feminista

MARIA ANTONIETA SAA33511_preview

Más allá de la articulación política en torno al plebiscito, una de las fuerzas sociales más llamativas en contra de la dictadura fue la que lideraron las mujeres feministas. Tomando diversos nombres e institucionalidades a lo largo de un recorrido que comienza a fines de los 70, la gran demanda de las mujeres de cara al plebiscito de 1988 se resumía en "democracia en el país y en la casa". Para María Antonieta Saa, exalcaldesa, exdiputada del PPD y una de las mujeres que lideró este movimiento, falta mucho todavía – a 30 años del triunfo del No - para concretar esa demanda.


*Este artículo es parte del especial conjunto por los 30 años del plebiscito de 1988 entre La Tercera y la Escuela de Comunicaciones y Periodismo de la Universidad Adolfo Ibáñez.

Sentada en una sala de reuniones del Consejo Regional Metropolitano de Santiago, donde trabaja como consejera desde 2013, María Antonieta Saa se entusiasma y se emociona al hablar de su labor en los movimientos feministas durante la dictadura y del plebiscito de 1988, el cual define como una "epopeya". Pero al retroceder en el tiempo para reconstruir la historia, reconoce con claridad a otras mujeres como sus predecesoras.

"Las mujeres se organizaron muy temprano contra la dictadura. Las primeras fueron, en el Estadio Nacional, las mujeres familiares de los presos, de las víctimas de los derechos humanos. Ahí hubo un contingente de mujeres muy muy valientes, que desde los primeros momentos salieron a lo público, a denunciar los atropellos a los derechos humanos de la dictadura. Posteriormente vino una tremenda crisis económica y ahí hubo una tremenda organización de las mujeres populares. Las mujeres se organizaron en ollas comunes, comprando juntas, y le hicieron la guerra a toda la escasez, a la cesantía. Los hombres estaban todos cesantes, totalmente desestructurados en su papel de proveedores. Incluso existió una organización que se llamó Momupo (Movimiento de mujeres populares) que se declaraban feministas. Como a finales de los 70 surgió el primer grupo feminista – costó mucho llamarse feministas en esa época – en el Círculo de Estudios de la Mujer, que estaba al amparo de la Academia de Humanismo Cristiano de la Iglesia. Entonces había una serie de problemas, había que ser muy sigilosas para no ofender a nuestros protectores."

A medida que las demandas del mundo feminista se aproximaban al mundo político tradicional, surgían nuevos nombres, otros paraguas que aunaban esfuerzos, y que, de acuerdo al relato de María Antonieta Saa, mostraban su poder de convocatoria y su autonomía, sin importar quien estuviese al frente.

"Mujeres por la vida fue un movimiento muy potente. Llenamos el Caupolicán en plena dictadura. Era un núcleo con mujeres democratacristianas como Patricia Verdugo, comunistas, socialistas. Yo fui representando a las feministas. Mujeres por la vida llamó a protestas nacionales muy lindas. Después se creó mujeres por el socialismo, que también era feministas y que respondían más al mundo socialista convergente. Nuestro líder ahí era Ricardo Lagos pero incluso a nuestro líder no lo dejamos entrar una vez a una reunión nuestra, porque reclamábamos nuestra autonomía".

Para Saa, la explicación del origen, el crecimiento y la influencia de este movimiento tiene que ver, precisamente, con el estado de la política tradicional en Chile impuesto por la dictadura.

"¿Por qué se dio este fenómeno? Arriesgo una interpretación: Porque Pinochet privatizó el mundo público. Los partidos estaban privatizados, estaban en la clandestinidad. Y tuvimos un espacio para pensarnos a nosotras mismas. Ya no éramos las compañeras que éramos en la UP, como decía el himno de la CUT: "yo te doy mi vida entera, te la doy, te la entrego compañera (…) y en el día que me muera, mi lugar lo ocupas tú". Pasábamos a tener un propio protagonismo".

Las demandas feministas de la época no iban solo en contra del régimen militar, sino que proyectaban lo que, para María Antonieta Saa y sus compañeras feministas, había que exigirle a un eventual regreso de la democracia.

"Creamos un documento, "Demandas de las mujeres a la democracia". Y muchos nos decían ¿por qué le demandan a la democracia? Y decíamos: la democracia también es patriarcal y machista y no va a reconocer nuestros derechos. Y ahí reclamábamos la fundación de un servicio, de una institución especial gubernamentalmente para promover los derechos de las mujeres y la igualdad. Entonces ahí, en la asamblea de la civilidad, se plasmaron nuestras demandas políticas y sociales".

-Eso le costó una detención…

-Fue muy emocionante esa detención porque mucha gente me iba a ver. Los mineros de Lota me llevaron unos panes. Era una cosa que yo salía de lo días de visita llena de cosas que las repartíamos entre las presas políticas. Estábamos en la cárcel del San Miguel. Ahí estaban las chiquillas del Frente Manuel Rodríguez, las chiquillas del MIR, y algunas otras, como una viejita que no tenía nada que ver y que había alojado a alguien en una pensión, y que el Fiscal Torres la torturaba con sus interrogatorios.

Pasada la detención y cambiando otra vez de nombre y orgánica, se crea la Concertación de Mujeres por la Democracia. Una agrupación cuyos objetivos quedaron a medio camino o incluso más atrás.

"Ya se había creado la Concertación de Partidos por la Democracia y nosotras presentamos nuestras demandas a la concertación. Mi idea era que nuestras demandas fueran firmadas por los dirigentes de la concertación en un acto en un estadio y que se comprometieran a llevarlas adelante. Y ahí decidimos formar la concertación de mujeres por la democracia. Autónoma, sin depender de la concertación de partidos. Y dijimos: aquí van las feministas, y van las mujeres de partidos y las mujeres de movimientos sociales. Teníamos una tremenda organización con tres tareas: La primera tarea era participar en las campañas con nuestros mensajes. La segunda, cuando ya ganamos el plebiscito, era poner nuestros contenidos en el programa de gobierno. Y la tercera tarea, cuando ya estaba la candidatura de Aylwin, era tener cargos en el futuro gobierno, cargos de decisión. No nos resultó casi ninguna."

La epopeya

La relación con la campaña del No tuvo altos y bajos, reconoce Saa. Pero resalta la gran participación y la importante labor de las mujeres en aquellas semanas previas al plebiscito.

"Todas las mujeres participamos en la campaña del No. Repartíamos volantes. Esto con mucho temor, estábamos en dictadura. Pero las mujeres, muy valientes, estábamos desplegadas en todo Chile. Si bien no con algo muy orgánico, sí con una gran acción política, propagandística y concientizadora con respecto al plebiscito. Y después muchas mujeres siendo apoderadas de mesa, jefas de local. Y nosotras, las feministas, queríamos participar de la franja con nuestro discurso, pero se asustaron un poquito. Y la que fue a la franja fue la Marta Cruz-Coke, una tremenda mujer que hoy tiene 90 años y que le tocó llevar la voz de las mujeres".

María Antonieta Saa recuerda con claridad el día en que, a eso de las 23:30, comenzó a emitirse por cadena nacional la franja política. Un momento que hasta el día de hoy le provoca una genuina emoción.

"Estábamos las feministas en un grupo grande ahí por Bellavista, en la casa de una compañera. Empieza la franja y salimos a la calle, no hallábamos qué hacer, gritábamos, saltábamos, llorábamos (se emociona). No podíamos creerlo, que estábamos en la televisión. Y con esa canción maravillosa. Mira…cuántos años han pasado y todavía me emociono…porque después de tanta tiranía, de tanta dictadura, de tanto callarse, de tanto tener miedo todo el día, salir a la calle a gritar sin miedo y con la televisión ahí fue una cosa realmente espectacular (…) La dictadura no se atrevió a grandes represiones".

La noche anterior al plebiscito estuvo marcada por el apagón y el temor. Un sentimiento que si bien la acompañó todo el día, se desvaneció en parte tras una conversación de ascensor.

"A mí la noche anterior al plebiscito, que hubo un bombazo, yo estaba en mi casa ahí en las Torres de Tajamar, con algunos amigos españoles que venían como observadores internacionales del plebiscito y yo dije: con estas bombas la gente se va a asustar. A las 5 de la mañana cuando partí a mi lugar que era en La Pincoya, una señora iba bajando en el ascensor con una sillita, con cocaví, conversamos. Iba a los locales de votación de Providencia. Yo le dije: soy apoderada el No. Yo también me dijo. Ahí se le pasó el susto, antes me miraba con mucha desconfianza. Y yo pensé "aquí ya estamos".

El temor, sin embargo, fue dando paso a la esperanza, a la emoción y, finalmente, a las ganas de celebrar lo que – como lo cuenta la propia María Antonieta Saa entre risas – le significó salirse de los márgenes de la prudencia con que se habían manejado las fuerzas de oposición hasta esa jornada.

"Cuando llegó el día fue una expectativa y una emoción, y un miedo y un susto y todo. Miedo entre los dirigentes de que la gente no fuera, de que tuviera miedo de ir. Cuando yo llegué a Huechuraba, al local que era un local de hombres, daban vuelta la plaza, una placita que hay ahí en la Población La Victoria. Ahí bajó todo el barrio alto, todos los "nórdicos", rubios, estaban en La Pincoya, en Huechuraba. Estaban todos en las mesas del Sí. Y nosotros en las mesas del No. (…) Pasó el día, empezaron los escrutinios en las mesas. Y una tendencia a nuestro favor en muchas mesas. Por ejemplo, de 300 votos teníamos 200. Los tipos del barrio alto, demacrados. Y nosotros conteniéndonos para no aplaudir, porque la instrucción era tranquilidad. Nosotros nos dábamos abrazos pa´ callado, de repente se nos salían algunos aplausos, llorábamos. Y ganamos. En Huechuraba ganamos lejos. Cuando iba por las calles de Huechuraba, toda la gente estaba en las puertas de las casa escuchando radio, pero callados todos. Se hizo de noche, voy cruzando por La Pirámide y en los cerros de Huechuraba ¡había unos No de fuego! Y yo empecé a tocar la bocina, dije "aquí no me siente nadie". Y llegué a Américo Vespucio y era un funeral. Las calles vacías. Y yo tocaba la bocina. De repente empecé a ver carabineros, militares, me empecé a asustar. Más tarde, cuando empezó la historia de que Matthei reconoció el triunfo del No, ahí la gente se fue a la Alameda. A las 5 de la mañana estábamos en la Alameda con pañuelos blancos diciendo "chao". Era una emoción… nos abrazábamos, abrazábamos a los carabineros. Yo estuve por lo menos hasta las 11 de la mañana celebrando ahí cerca del cerro Santa Lucía".

La fuerza para celebrar alcanzó también para los actos oficiales de gran convocatoria.

"Nos juntamos en el Parque Cousiño. Tengo fotos y las caras de la gente, de nosotros, de mi familia, de mis amigos, de mis grupos de mujeres… nunca he visto fotos más bonitas, de gente más bonita. Con la sonrisa, con la alegría profunda que se te reflejaba en los ojos. Fue realmente una epopeya. Una de las cosas – en el plano público y también en lo personal porque mi compromiso era muy profundo – más lindas que he vivido en mi vida. Más emocionante, más colectiva, más de todo un país, más generosa de parte de todos, más políticamente correcta en el sentido más precioso de la palabra política (...) En el plebiscito no pueden decir que nosotras no estuvimos. Las mujeres, con democracia en el país y en la casa, estuvimos y fuimos profundamente solidarias con nuestro país y contra la dictadura".

-A 30 años del plebiscito, desde la perspectiva feminista, ¿llegó la alegría o no llegó la alegría?

-La alegría es un concepto distinto. Es difícil. Es difícil cambiar un país. Yo creo que hemos hecho muchos cambios. Siempre tiendo a ver el vaso más lleno entonces considero que es casi un milagro cuando logramos aprobar el femicidio por unanimidad en la Cámara, cuando después de 10 años, ¡10 años de tramitación!, aprobamos el divorcio (…), cuando tenemos la igualdad de los hijos ante la ley, la prueba de paternidad con el ADN, en fin. Cosas que hoy nos parecen corrientes, después de toda la batalla que hemos dado, yo considero que es casi un milagro pero falta mucho todavía. La vida de las mujeres sigue siendo muy difícil. Falta. Y esto que han hecho las chiquillas ahora corre el cerco de manera muy muy importante. Es un estallido.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.