216 minutos para encauzar una derrota

Cuenta pública, 1 de junio. Foto: Dedvi Missene.

Al asumir explícitamente el cambio de prioridades y dejar atrás las ambiciones refundacionales, el Presidente dio cuenta de cómo ha ido procesando internamente el nuevo escenario del país. Desde esa reflexión, marcó el camino para levantarse.


El almuerzo fue más tarde de lo esperado, pero con caras alegres. Pasadas las 16 horas del jueves 1 de junio el Presidente Gabriel Boric, sus asesores más cercanos y algunas ministras del comité político llegaron a Cerro Castillo para comentar y reflexionar sobre lo que había dejado la segunda cuenta pública presidencial, un discurso que duró tres horas y 36 minutos y que se convirtió en el más largo desde el regreso de la democracia.

Al llegar al palacio presidencial de Viña del Mar todos abrazaron al Mandatario y lo felicitaron por su desplante y carisma. También, varios reconocieron el trabajo del jefe de asesores, Miguel Crispi, el hombre a cargo del discurso que pulieron la noche anterior hasta cerca de las 2.30 horas, cuando las 74 páginas ya estaban revisadas.

Aunque solo fueron poco más de tres horas, esta vez los asesores del Mandatario le recomendaron dormir en la noche anterior (en 2022 pasó prácticamente de largo). El consejo tenía que ver con que si no, en cada palabra que revisaba Boric iba a encontrar algo que refrasear, o querer agregar alguna referencia. Su objetivo era que el discurso tratara más de logros concretos que de promesas y que la ciudadanía los entendiera. Por eso la extensión -de la que estaban absolutamente conscientes, según le decían a los ministros y parlamentarios después de que terminó- no les importó tanto.

Lo que sí querían era que el acto del Presidente fuera visto como un punto de inflexión en la hoja de ruta del gobierno, y para eso estuvo obligado a remarcar explícitamente que hubo un cambio de prioridades en su programa y a dejar varias promesas simbólicas de campaña condicionadas a la aprobación de la reforma tributaria. Incluso aquellas como la condonación del CAE, que como explicó después el ministro de Hacienda, Mario Marcel, no se financiará con ella.

Además, Boric acudió a la ayuda de figuras de los gobiernos de la Concertación para conectar con la ciudadanía -la expresidenta Michelle Bachelet (PS) fue una de las protagonistas de la jornada- y el Mandatario tuvo que hacer varios reconocimientos al gobierno de Sebastián Piñera, porque ahora necesita de la oposición para poder desarrollar el programa. Optó por bajar algunas banderas frente a su adversario (o al menos plantearlo), para intentar crear un clima de diálogo que encamine a un nuevo “pacto social” en medio de la polarización política que han evidenciado las últimas elecciones.

La expresidenta Bachelet tomó apuntes en la cuenta pública. A su lado, Irina Karamanos.

Ese pragmatismo que hace un año se veía lejano, ahora -después de dos importantes derrotas electorales encima y el avance del Partido Republicano- era aplaudido por las dos almas oficialistas en el Congreso, incluso por quienes aún insisten en que Apruebo Dignidad debe fortalecer sus demandas y que hicieron lo posible por incidir en las semanas previas al discurso.

De todas formas, Boric también le hizo gestos a su coalición de origen, sobre todo en el tono con el que se refirió a la conmemoración de los 50 años del Golpe militar y a la defensa de los derechos humanos y las diversidades.

El comienzo del Presidente en su discurso marcó el tono de lo que quería transmitir: “Si alguien me pregunta ¿acaso estas constataciones los han hecho modificar sus principios? Mi respuesta es no (...) Pero si alguien me pregunta, a continuación, ¿acaso el constatar el grado de tensiones que presenta la sociedad chilena, sus miedos e incertidumbres, y el retraso del Estado para darles respuesta les ha hecho reordenar las prioridades? Mi respuesta es sí; tajantemente sí. Por ello, no tengo complejos en declarar aquí, ante ustedes, que al ver la situación de discordia en que estaban nuestras relaciones sociales, nuestra seguridad y nuestro aparato estatal, hemos reordenado nuestras prioridades y lo seguiremos haciendo. Las urgencias del pueblo son también las urgencias del gobierno”.

Con ese párrafo, el Presidente hacía explícita su reflexión frente al nuevo escenario. Terminó por enterrar la apuesta refundacional y marcó una ruta que tiene como eje central la necesidad de llegar a acuerdos.

El Presidente en la cuenta pública. Foto: Dedvi Missene.

El toque personal

El trabajo de la cuenta pública estuvo dividido en dos etapas. La primera tenía que ver con lo técnico y el seguimiento del trabajo ministerial -a cargo de Crispi- y la segunda, con lo político: definir y marcar la ruta y la estrategia para lo que viene en el segundo año de gobierno, después de la derrota en la elección del Consejo Constitucional, en la que la oposición obtuvo una mayoría contundente.

La idea era repetir la fórmula de la primera cuenta -que tuvo un buen balance interno-, pero también darle un sello más realista: el año pasado la directora de Presupuestos, Javiera Martínez (RD), y el ministro Marcel pidieron estar más encima de las promesas del gobierno para no fallar en los cálculos o prometer soluciones inabordables. Y así lo hicieron en esta oportunidad, en la que asumieron un rol protagónico.

Además, para evitar cualquier tipo de error, integrantes de todos los equipos más cercanos acompañaron a Boric la noche anterior. En Cerro Castillo estaban las ministras Camila Vallejo y Carolina Tohá; Crispi; el jefe de gabinete, Carlos Durán; la directora de Comunicaciones, Tatiana Klima; Leonardo Moreno, a cargo del equipo de seguimiento de compromisos presidenciales; Andrea Reyes, parte del equipo de contenidos, y Rodrigo Echecopar, jefe de la División de Coordinación Interministerial. También estaban Tomás Boric, hermano del Mandatario, e Irina Karamanos, excoordinadora sociocultural de La Moneda, quien siempre lo ayuda con consejos, sobre todo en la parte más personal.

No fue casualidad que Karamanos, la misma noche que terminaban de afinar detalles, le escribiera un mensaje de apoyo a la diputada Marisela Santibáñez (PC), luego de que fuera atacada ese mismo día afuera del Congreso por el “Pastor” Soto.

“Esta es una señal de compañía”, fue parte del mensaje que le escribió a la parlamentaria. Al día siguiente, las palabras le hicieron más sentido aún a la diputada cuando Boric mencionó la ofensa que recibió en una parte del discurso en la que también se refirió a los cuestionamientos a la exconvencional Elisa Loncon y a las críticas a la gestión del ministro de Educación, Marco Antonio Ávila (RD).

El Mandatario dijo: “En un país moderno y civilizado, no es aceptable que se hostigue a una académica por ser mapuche; o enrostrarle a una diputada la muerte de su hija y su duelo; o que un ministro tenga que dar explicaciones especiales respecto a una política pública por ser homosexual; o que una senadora que sufrió una gravísima violación a sus derechos humanos tenga que responder a acusaciones absurdas y revictimizantes. No nos podemos acostumbrar a estos retrocesos civilizatorios, a esta falta de humanidad, a este afán de humillar, a esta barbarie”.

El Presidente endureció el tono en algunos temas de la cuenta pública. Foto: Dedvi Missene.

Esa parte del discurso -la más personal- fue la última que escribió el Presidente y que ajustó hasta el último minuto. Fue también el momento -junto a los compromisos de derechos humanos- que más aplausos concentró entre su sector, que pese al cambio de prioridades, no hizo ruido y se cuadró con su líder.

Ni siquiera reclamaron que el Presidente optó por no recibir a las bancadas de ningún partido en la previa de la cuenta pública, pese a la insistencia de los diputados y los senadores por hacerse escuchar luego de que Apruebo Dignidad obtuviera mejores números que el Socialismo Democrático en la última elección.

Reacciones opuestas

En La Moneda también se preocuparon antes de la cuenta pública de alinear a los parlamentarios y a los partidos políticos.

A las 19.30 horas del miércoles los presidentes de los partidos, diputados y senadores oficialistas se reunieron en el Congreso con las ministras Tohá y Vallejo y también con el ministro de la Segpres, Álvaro Elizalde. Ahí se les explicó que la cuenta estaría enfocada en hechos concretos que aterrizar a la ciudadanía y también se les pidió enfrentar con unidad lo que venía.

Al día siguiente esa fue la actitud que intentaban mostrar los parlamentarios.

“Se viene el discurso del mejor gobierno de los últimos años”, decía en la previa un senador socialista.

Hay que tener ‘perso’”, le respondió el diputado Diego Schalper (RN), mientras esperaban la cuenta.

Esto, porque entre los parlamentarios de Chile Vamos la actitud era muy diferente. De hecho, antes de que el discurso empezara difundieron una minuta para confrontar las palabras del Presidente.

“Quince meses bastaron para destruir nuestra economía”, “hoy Chile es un país más pobre, más desigual y con peores expectativas futuras”, “el gobierno debe ponerse a trabajar de verdad para superar los problemas de la gente y abandonar su ideología”, eran algunas de las frases más duras que se leían en el documento.

La oposición fue muy crítica por el contenido y duración del discurso del Presidente.

Otros, como el diputado republicano Mauricio Ojeda, abordaron al Mandatario en su ingreso al Parlamento.

“¿Cómo me tratará hoy, diputado?”, le preguntó Boric.

“Muy bien”, le respondió el parlamentario, quien le agregó: “Le quiero pedir que actúe con fuerza contra el terrorismo y el narco, sin complejos”.

“Así lo haremos”, contestó Boric.

Al cerrar, Ojeda intentó regalarle una chapita de su partido que el Presidente rechazó con humor.

“Lleve este regalo para que la fuerza lo acompañe”, le dijo el diputado.

Ese mismo humor se mantuvo en las improvisaciones de Boric durante su discurso -en las que abordó directamente a la derecha-, pero también había quienes querían ser serios en sus críticas al gobierno, a la gestión y también alegaban por la duración del discurso.

“A este ritmo vamos a superar todos los récords”, reclamaba el diputado Guillermo Ramírez (UDI), mientras tomaba un café.

Luego pasó por el mismo lugar el diputado Gaspar Rivas (PDG), quien comentó riendo: “Esto es más largo que la película El Padrino 2″.

Al salir, la crítica de la oposición fue dura: cuestionaron la credibilidad de los temas económicos y de seguridad y también todo el tiempo que estuvo el Presidente en televisión (RN envió un reclamo formal a Anatel).

Pero en el oficialismo era muy distinto el ambiente.

“¡Me encantó el discurso!”, le dijo el presidente de la Cámara de Diputados, Vlado Mirosevic (PL) a su par Diego Ibáñez (CS), quien sonrió, lo abrazó y le dijo: “Te copié la facha”, ya que usaba corbata, algo muy poco usual en el presidente de Convergencia Social y por lo que fue objeto de bromas de sus pares.

Pero más allá de los chistes, la reflexión entre los líderes del oficialismo fue que Boric logró lo que buscaba: hacer énfasis en los logros del gobierno, conectar con la ciudadanía y también hacer un llamado a todos los sectores a trabajar en conjunto. Así también lo abordaron en la reunión de presidentes de partidos oficialistas la mañana siguiente en el Partido Liberal.

En la conversación del jueves en Cerro Castillo el balance fue el mismo.

Pese a que el Mandatario optó por almorzar en solitario, los ministros del comité político sí tuvieron un espacio para analizar la jornada: “Fue una buena evaluación, partiendo por reconocer todo el trabajo previo y también por el trabajo del Presidente y su liderazgo, la convicción que mostró, la confianza en lo que estamos haciendo. Esto va a requerir y va a seguir requiriendo de acuerdos y capacidad de dialogar de distintos sectores. Eso se logró transmitir, todos lo manifestaron en ese balance”, admite la ministra Camila Vallejo.

En paralelo, otros ministros, como Giorgio Jackson (RD), de Desarrollo Social -quien pese a no tener espacio en el comité político sí tuvo conversaciones profundas con Boric en los días previos al discurso-, pasaron a almorzar en el camino a Santiago al restaurante El Quillay. Ahí, al igual que en el grupo de WhatsApp que integran los 24 ministros, hubo buenas palabras para la cuenta pública.

Pero ese día el Mandatario no tuvo espacio para celebraciones. Horas después, grabó la cadena nacional y durmió en Cerro Castillo.

Después de la cuenta pública el Presidente hizo una cadena nacional desde Cerro Castillo.

A la mañana siguiente viajó después de unas horas a Santiago, pero no apareció en La Moneda hasta pasadas las 18 horas. Optó por teletrabajar desde su casa en el barrio Yungay.

“Necesitaba un aire para preparar lo que viene”, dicen quienes pudieron conversar con el Mandatario, quien esta semana deberá liderar un nuevo consejo de gabinete para aterrizar el discurso a su equipo.

Así lo explica la ministra Vallejo: “El Presidente marcó la ruta y ahora tenemos que caminar ese camino”.

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