
Columna de Paula Escobar: Bienvenida, Gioconda Belli

Después de 611 días en prisión, el dictador de Nicaragua, Daniel Ortega, los mandó deportados en un avión a Estados Unidos. Los 222 no sabían a dónde iban cuando se subieron al bus que los llevó al aeropuerto; al darse cuenta de que ya no volverían a la cárcel, una vez en el avión, se abrazaban y cantaron la canción nacional de su país.
En realidad, de su expaís.
Porque el dictador les quitó la nacionalidad, sus bienes y sus propiedades, así como a otros 94 nicaragüenses. Una de ellas, la destacada escritora Gioconda Belli.
El Presidente Boric y la canciller Urrejola condenaron a Ortega y les ofrecieron residencia y ciudadanía chilena a los nicaragüenses privados de patria. Dentro de los países de la región, especialmente de los de izquierda, Chile fue el primero y “la única potencia de América Latina que condena abiertamente la última ofensiva de Ortega”, como dijo El País. Y en calificarlo, sin titubeos, como dictador, en contraste con la tardanza o el silencio de otros países, cuyos presidentes han mirado vergonzosamente para el techo.
La decisión del gobierno chileno ha sido amplia y transversalmente aplaudida, en todas partes, y en Chile en especial.
Salvo por el alcalde de Recoleta, Daniel Jadue, que discrepó de la decisión presidencial.
“Le recomendaría al gobierno que se preocupe de las problemáticas del país”, dijo el excandidato presidencial del PC, y aseguró no “juzgar” las acciones de Ortega, recalcando que “lo que sé es que fue electo en elecciones”.
Esto nos recuerda por qué Gabriel Boric triunfó en la primaria de su sector -frente a Jadue- y luego en la elección presidencial, frente a José Antonio Kast. Boric triunfó por sus credenciales democráticas impecables, que se manifiestan en su compromiso irrestricto con la defensa de los derechos humanos y de la democracia, y en su condena de toda dictadura.
Y es que, contrario a lo declarado por el alcalde Jadue, preocuparse por Chile y su futuro es apoyar los valores democráticos, en riesgo o atropellados en tantas partes del mundo. La mayoría de las personas no vive en una “democracia plena”. Según el último reporte del Economist Intelligence Unit, solo 8% (24 de los 167 países del mundo analizados) son plenamente democráticos: Chile, Costa Rica y Uruguay son las únicas democracias plenas de la región. Los demás países viven en democracias híbridas o son defectuosas, y más de un tercio (36,9%), bajo regímenes autoritarios o dictatoriales.
La democracia está en problemas. Y no está en declive, como se dice a menudo, sino que está bajo ataque, como asegura Samantha Power, destacada diplomática, quien lidera USAID y fue embajadora de Obama frente a Naciones Unidas. “Los autoritarios están uniéndose para socavar la democracia alrededor del mundo”, asegura Power.
Estos ataques a la democracia deben ser enfrentados de modo mancomunado, con vigor y firmeza. Lo que ha hecho el Presidente Boric es lo que todo Estado y liderazgo democrático debe hacer. Además, ha puesto en valor nuestra historia compartida, como es haber logrado restablecer la democracia en Chile después de 17 años de dictadura. A 50 años de la conmemoración del Golpe de Estado, es una obligación de Chile defender la democracia y los derechos humanos, y celebrar nuestro sitial de país plenamente democrático. No solo salimos de una cruel dictadura, sino que a lo largo de los años ha habido continuidad democrática y respeto a las instituciones que la sostienen. Pese a todas las dificultades de los últimos años, hemos podido robustecer nuestra democracia y encauzar institucionalmente el estallido social. Tenemos una democracia resiliente, que incluso ha podido resistir dos procesos constituyentes frustrados. Y hoy estamos ad portas de ir a votar para elegir consejeros y consejeras para el tercer proceso, en que hay consenso amplio de la necesidad de dejar atrás una Constitución hecha en dictadura, por un nuevo pacto social habilitante y redactado en democracia, y para este siglo.
Defender la democracia y su valor, como ha hecho el gobierno de Chile frente al caso de Nicaragua, nos ayuda a recordar lo mucho que nos costó llegar aquí. Y lo importante que es que todos quienes creemos en la democracia la protejamos de los cantos de sirena de los populismos y radicalismos que hoy las asedian en todo el mundo.
La escritora Gioconda Belli aceptó la nacionalidad chilena emocionada por la solidaridad chilena y recalcando la importancia del gesto de Chile de apoyar el Estado de Derecho y la demanda democrática en Nicaragua y Latinoamérica.
Acogerla a ella, y a las demás personas que acepten la nacionalidad chilena, también nos emociona a quienes hoy somos sus compatriotas, pues refleja lo mejor que tenemos para dar.
¡Bienvenida!
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