Evelyn Matthei: “Nadie me ha llamado para ser ministra del Interior... Es una responsabilidad brutal”

22/07/2020 FOTOGRAFIAS A EVELYN MATTHEI Mario Tellez / La Tercera

“Ojalá que no me llamen”, bromea la alcaldesa de Providencia, asumiendo que su nombre suena para el cargo. En una veta reconciliadora, Matthei dice que “no vamos a lograr un buen diálogo si nos dedicamos a señalar a los del frente con el dedo, diciéndoles que son brutos, irracionales, populistas o traidores”.


“Me preocupa que Andrés Allamand se la juegue demasiado por el ‘rechazo’ y por una posición tan dura”. Para Evelyn Matthei (UDI), sería bueno que el senador de RN “matizara” su postura y no cayera en un “juego de los buenos y los malos” ante el plebiscito constitucional. La alcaldesa, exministra y excandidata presidencial es reconocida por su carácter y experiencia política, factores que la hacen estar -al igual que su excompañero de la “patrulla juvenil”- entre las cartas que se mencionan en la centroderecha para asumir, eventualmente, al mando del Ministerio del Interior. Sin embargo, en medio de la crisis oficialista y del complejo escenario político que ha provocado la pandemia, Matthei hace un llamado a calmar los ánimos y construir “confianzas”.

Así, por ejemplo, dice que para la consulta de octubre mantendrá en reserva, y para siempre, su voto. No quiere que se caiga en una disputa de “blanco o negro”, aunque propone que ya se empiece un debate constitucional de forma pública para ir, justamente, disipando dudas y temores sobre el proceso constituyente. Además, dice que la Constitución fue creada en otro momento del país, “pero la sociedad cambió, hoy es muy distinta a la de los 80”.

Hace dos años, en una entrevista, usted cuestionaba el rol del Congreso. “Trataría de mandar los menos proyectos posible, porque lo más probable es que mandes un caballo y va a salir un camello”, dijo. Y agregó que el Ejecutivo “puede gobernar sin necesidad de legislar”. Pareciera, más bien, que La Moneda hoy ni puede gobernar en la práctica…

Estamos en una situación muy, muy compleja, porque tenemos una crisis social, sanitaria, económica y, además, podemos caer en una crisis política. Y esa es la tormenta perfecta. Tengo críticas a distintas actuaciones, personas, instituciones, pero en este momento hay que tratar de sembrar confianzas y conversaciones, no estar en la vereda de la crítica continua. Es tan grave el momento que está viviendo Chile y el momento que puede vivir, que hay que cambiar el lenguaje y la actitud. Por ejemplo, el proyecto de las AFP puede tener graves problemas, puede no estar bien hecho, puede provocar daños futuros, pero ya se aprobó, les guste o no. Estos no son momentos ni de recurrir al Tribunal Constitucional ni de hacer vetos ni nada… A estas alturas, la responsabilidad del Ejecutivo, a mi juicio, es hacer que esto funcione de la mejor forma, porque tiene riesgos. Y así en muchas otras cosas. Hacer una guerra santa y transformar en traidores o patriotas por este retiro del 10% no corresponde.

¿Cree que el populismo que ha acusado el gobierno está permeando al Congreso?

No hay que ponerle motes ni señalar con el dedo a nadie. Es un momento tan complejo para nuestro país, que lo único que hay que trabajar es construir confianzas y diálogo. Hay, efectivamente, proyectos que me causan preocupación, como en el caso de los migrantes. Eso creo que le hace un daño terrible a nuestro país. Y hay otros proyectos. Pero no vamos a lograr un buen diálogo y buenas soluciones si nos dedicamos a señalar a los del frente con el dedo, diciéndoles que son brutos, irracionales, populistas o traidores. Ese es un lenguaje que tiene que erradicarse, porque esas acusaciones rompen toda posibilidad de diálogo constructivo y de generar confianzas.

Algo que ha tensionado el clima político es el proceso constituyente. ¿Cree que la Constitución resiste más tiempo tal como está?

Si en España murieron millones de personas en la guerra civil, y si después tuvieron a Franco durante decenas de años, ¿por qué hoy España puede mirar al futuro sin tanto rencor respecto del pasado? Yo viví en Inglaterra en los años 70, y en Irlanda del Norte todos los días había bombazos, crímenes, entre católicos y protestantes. Y pudieron llegar a un acuerdo. Me cuesta entender por qué en Chile seguimos tan pegados en el pasado y por qué algunos defienden tanto y otros quieren destruir todo lo que sucedió hace 40 o 50 años. Creo que el plebiscito del “Sí” y del “No” nos hizo un tremendo daño como país. Obligó a la gente a marcar blanco o negro, cuando la realidad nunca es blanca o negra, siempre son matices de grises. Y temo que este nuevo plebiscito del “apruebo” o “rechazo” es nuevamente blanco o negro. Lo que siento es que la Constitución que se creó en los años 80, les guste o no les guste, estaba destinada a sacarnos de un nivel de pobreza muy desesperante. Y fue efectiva en eso. Pero la sociedad cambió. Nuestra sociedad hoy es muy distinta a la de los años 80… Ha surgido una clase media enorme, que quiere seguir progresando, que se siente vulnerable en muchas materias y que, probablemente, sobre todo en el capítulo que tiene que ver con las protecciones de los derechos, se quedó atrás… Creo que no hay nadie que no diga que le gustaría hacer algunos cambios a la Constitución. ¿Cuál es el temor? Que los cambios sean tan locos, que nos transformen en otra sociedad. Entonces, nuevamente estamos pensando en blanco o negro. Y todo el mundo está pensando en si votan “apruebo” o “rechazo”. Yo digo: ¿No podríamos empezar a conversar cuáles son las cosas buenas y cuáles hay que modernizar?

Justamente, eso sería parte del trabajo en una eventual convención constitucional...

¿Y por qué no podemos empezar a conversar de eso ahora? Si empezáramos a conversar de eso ahora, quizás muchos de los miedos se disiparían.

Ya hay un acuerdo político instaurado y un proceso en marcha. ¿Cómo se define usted?

El plebiscito se tiene que hacer y se tiene que asegurar que se haga en forma justa y transparente. Hay que tratar de lograr que la mayor cantidad de gente pueda ir a votar… Yo, por ejemplo, nunca voy a decir cómo voy a votar.

Justo le iba a preguntar eso…

No lo voy a decir nunca. ¿Sabes qué más? No puede ser que todo el desarrollo de nuestro país esté enfocado en el pasado, que si votaste “sí” o votaste “no”. Lo que quisiera para Chile es lo mismo que ha logrado Irlanda del Norte, Francia, Alemania y España, que el pasado es pasado y que debemos preocuparnos del futuro.

Pero más allá de que mantiene en reserva su voto, por todo lo que dice se entiende que es partidaria de que hay cambios que hacerle a la Constitución y cosas que mantener…

Siempre habrá gente de extremos, que quieren cambiar y destruir todo o que dicen que no hay que cambiarle nada a la Constitución. Lo que más me preocupa son los extremos, de izquierda o derecha.

En resumen, para usted la Constitución no es intocable…

Nada es intocable, nada. Todo se puede mejorar. Y en la medida en que usted ve que hay algo que está creando situaciones de malestar, sentimientos de injusticia, tiene el deber de abordar esos temas y conversarlos.

En medio de este escenario político y la crisis que enfrenta el oficialismo, ¿cómo ha visto al Presidente Piñera? ¿Ha hablado con él?

No, el otro día tuvimos una reunión con él y varios alcaldes, con el motivo de que viene el fondo municipal, pero hace harto tiempo que no converso con él. Hace varios meses ya que no converso con él. Él está teniendo que liderar a Chile en una coyuntura que es brutalmente compleja. Creo que, en el fondo, en la medida en que él ha ido poniendo figuras como el doctor Paris, que están dispuestas al diálogo, que están dispuestas a sentarse con sectores que son críticos, que tienen una forma muy calmada y realista de enfrentar los temas, ha ido bajando la tensión… Lo único que de verdad me preocupa es esta situación que se ha dado al interior de Chile Vamos, en que unos llaman traidores a los otros y los otros llaman no sé qué a los otros. Tener un desorden en las filas internas es una situación compleja.

¿A qué cree que se debe? Hay varios factores: el rol de los propios parlamentarios, los liderazgos de los partidos y también la conducción política del gabinete…

Yo no estoy en ese día a día, estamos acá en el tema municipal. Es muy difícil para mí decir de quién es la culpa principal. Es muy difícil hacer el diagnóstico desde afuera. Lo único que estoy diciendo es que, al final, el resultado no es bueno.

Le pregunto también porque su nombre ha sonado como una carta para asumir como ministra del Interior. Me imagino que ha escuchado eso…

He escuchado varios nombres, entre los cuales, efectivamente, está el mío. Y usted permítame señalarle que ese no es un tema que yo sienta que se deba tratar a través de la prensa. Me parece que es como… No puedo, no puedo hablar de ese tema a través de la prensa. O sea, cómo. Nadie me ha llamado para ser ministra del Interior. Ojalá que no me llamen (se ríe). Qué quiere que le diga, porque es una situación muy, muy, muy difícil. Es una responsabilidad brutal.

Pero si la llaman, usted puede decir que no. ¿O también, considerando la situación del país, es difícil decir que no?

Hay muchas cosas que uno puede, debe o quiere hacer… No son cosas que voy a discutir a través de la prensa.

¿Qué cree que le ha pasado a la UDI, su partido? Se ve una crisis, con parlamentarios pasados al tribunal supremo, otros renunciados, Pablo Longueira llamando a que se vayan los que votarían a favor del proyecto de AFP, etc. Es como caótica la situación…

No sobra nadie. Yo, por lo menos, siento que había muy buenas razones para oponerse a este proyecto, y también había razones para decir “sabes qué más, la gente está desesperada y necesita su dinero”. Y esta es una ocasión tan excepcional, que requiere de soluciones que, a lo mejor, en tiempos normales no hubiéramos votado a favor. Espero que estos temas puedan conversarse en forma desapasionada. Obviamente, también hay elementos de gente que va a la reelección, que siente que este proyecto era muy popular y que era imposible decirle que no; hay otros que dicen que eso es populismo. Bueno, hay muchos, muchos puntos de vista. Y ninguno tiene toda la razón ni ninguno está totalmente equivocado.

La UDI siempre ha sido, más allá de las caricaturas, un partido que actúa con pragmatismo, no tan ideológico. En el debate por los fondos de AFP se ha visto todo lo contrario, ¿o no?

Bueno, y esto también puede ser pragmatismo. Aquí hay un segmento de la población que es de una derecha bien tradicional. Y es muy posible que algunos estén apostando a esos votos, y otros estén apostando a votos más del medio. Esto no, necesariamente, es falta de pragmatismo. Lo que sí es falta de pragmatismo es que se agarren a patadas. Muchas veces, lo que parece un tema de defensa de principios, en realidad también es una apuesta electoral. Entonces, algunos dicen “yo quiero ese voto duro”. Y hay otros que dirán que “ese voto duro a mí no me quiere, no confían en mí, quiero votos de centro”. Siempre he creído que los partidos deben tener cosas que los unan, pero en su minuto yo voté a favor del divorcio, la mayoría de la gente votó en contra y nadie me dijo que yo era traidora. Y para la UDI eso sí que era un principio. Las pasiones están muy desbordadas. Este momento, más que nunca, requiere cabeza fría, pragmatismo y entender qué es lo fundamental y qué es, más bien, un instrumento. Lo peor es cuando uno cree que un instrumento pasa a ser un objetivo. Ahí usted perdió la brújula.

¿Cómo ve el liderazgo que han ejercido Andrés Allamand y Joaquín Lavín, dos figuras de la centroderecha que son bien relevantes en este escenario?

Me preocupa que Andrés Allamand se la juegue demasiado por el “rechazo” y por una posición tan dura, porque es, de alguna manera, caer nuevamente en el juego de los buenos y los malos. Quizás sería razonable que él matizara. No soy yo quién para darle consejos a nadie, pero siento que uno tiene que tratar, sobre todo los líderes, de ir morigerando las pasiones. Especialmente en estos momentos tan difíciles, es bueno señalar los riesgos, pero también las oportunidades y tratar de poner sensatez en la discusión pública. Y en el caso de Lavín, bueno, él se ha posicionado bien con lo que la opinión pública quiere escuchar. Y creo que también tiene que trabajar más a qué tipo de sociedad aspira.

Qué ofrece Lavín, en el fondo, porque no está claro eso. ¿A eso se refiere?

Claro, porque una persona que es candidato o precandidato, probablemente debe tratar de trabajar cuáles son los sueños de sociedad. ¿Es una sociedad tipo Alemania, EE.UU.? O sea, cuáles son las cosas que cree que hay que corregir, pero las cosas grandes. Usted está hablando de educación de calidad, ¿cómo lo va a lograr? ¿Cómo va a disminuir la delincuencia? Porque la gente se da cuenta de que endurecer las penas simplemente y mandarlos a todos a la cárcel como que no es la solución, ¿no? Como que ese discurso ya no puede correr. Entonces, qué propone para prevenir la delincuencia.

Dice que Lavín “se ha posicionado bien con lo que la opinión pública quiere escuchar”, una manera diplomática de decir lo que siempre se le critica a él…

No, no lo he dicho como una crítica, de verdad. Lo que sí, se ha posicionado bien. Punto. El tema es…

Las definiciones…

Sí. Tiene que trabajarlas. Tiene tiempo.

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