Isabel Allende: “No va a haber nunca la verdad oficial, cada uno lo vive como lo vivió... Pero no entiendo que no podamos decir ‘nunca más romper una democracia’ ”

23/08/2023 SENADORA ISABEL ALLENDE FOTO: MARIO TELLEZ / LA TERCERA

A días de la conmemoración del 11 de septiembre del 73, la senadora cree que es posible un último esfuerzo de cara al futuro. “Ese mínimo civilizatorio que nos permite decir “con eso podemos construir lo que sea mañana”, pide la hija de Salvador Allende.


Isabel Allende cae en cuenta que quizás podría no haberle dado nunca la chaqueta que le trajo de México. Esa que su padre le pidió por encargo y que, al probársela, esa noche del 10 de septiembre del 73, en la casa de Tomás Moro, Salvador Allende le dijo: “Puede ser que la alcance a usar”, y que ella quedó helada por la duda. Porque ahora, sólo después de 50 años desde ese 11 de septiembre, se ha decidido a escribir. A escribir para sanar, como le dijo su hija, Marcia Tambutti, porque en su familia se hablaba poco del sufrimiento, de lo que hicieron y lo que no, de lo que estuvo bien y lo que estuvo mal. Y ahora, recién, mientras escribe un libro que circulará en los próximos días, cae en cuenta que en lugar de volver ella y su madre, Tencha, de su visita a México el día 9, pudo haber sido el 12 o el 13… Y no se habría despedido de Salvador.

Cincuenta años después, la senadora -exprimera mujer presidenta del Senado, extimonel del PS- hace un viaje dentro de una vida marcada por las tragedias, por la figuración internacional, por la reivindicación del Chicho, como lo llamaba, por una existencia que ha tenido igual cuota de dolor y de felicidad.

Desde la casa de Guardia Vieja, la misma que heredó de su padre y en la cual los muebles, cuadros y recuerdos permanecen intactos, Isabel Allende (78 años) pide un gesto mirando al futuro. Un gesto en que la clase política -”porque es absurdo pedir la verdad oficial”, diría más de una vez durante esta entrevista- diga, unida, que nunca más se debe quebrar la democracia.

-Ha sido un tiempo bien especial. Estoy haciendo un ejercicio que yo me he negado siempre, que es escribir. Y decidí concentrarme en esa semana, entre el 9 de septiembre que llegamos Tencha y yo de México, y el día 16, que aterrizamos otra vez de vuelta a México. He estado más sensible, recordando muchas cosas. Y me ha costado. Porque tiene razón Marcia en su reclamo que hace en su documental, de que esta familia se queda callada, que no quiere hablar.

Y uno no quiere hablar porque duele, y porque cree que protege. Yo tengo una amiga que quiero mucho, que me dijo ‘tú hablas como en editado’. Entonces, como que me ha golpeado esta cosa. De sacar para afuera, como me dice Marcia.

¿Y eso será porque ha tenido que estar toda la vida en el rol de la hija de Salvador Allende?

Es un rol, cierto. Y la vida te obliga a hacer muchas cosas, pero creo que en el fuero interno era medio tímida. Tenía un padre tan en la escena pública, con una casa llena de gente, de conversaciones interesantes en las que nos incluían, que pienso que esas cosas a mí me hicieron ser bastante tímida. Tenía un reducido círculo de amigas, no era fiestera. Y post 73 la vida es como es. Das saltos que ni te los propones, pero las circunstancias te empujan. O sea, si hay algo por lo cual en mi vida me he sentido bien es, uno, haber llegado a La Moneda el día 11, y dos, haber cumplido un poco lo que mi padre nos dijo a Tati y a mí: ‘Quiero que denuncien al mundo lo que aquí ha pasado, la traición, etc.’.

El escritorio de Salvador Allende en la casa de Guardia Vieja está intacto. En ese sillón se senataba a conversar con sus invitados. FOTO: MARIO TELLEZ / LA TERCERA

¿Cuál es la reflexión con que llega a los 50 años, en lo personal y en la política?

Bueno, la personal es dolorosa, por la cantidad de gente que murió, por tantas vidas rotas. Pero, por otra parte, me ha dado mucha tranquilidad haber ido ese día a La Moneda. Y después hubo tanta solidaridad y cariño, que también te da una sensación de que pierdes al padre, pero ganaste afectos, reconocimientos que ayudan a sanar un poco.

¿Y en lo político qué es lo que siento? Una mezcla rara.

Siento que en lugar de avanzar estamos involucionando. A los 25 años nosotros hicimos el primer concierto masivo, trajimos a Serrat, a Ana Belén. Fue maravilloso.

Después trajimos a Gilberto Gil y otros artistas. A los 30 años, me acuerdo que las televisiones por primera vez dieron muchos programas, sacaron archivos. Se habló mucho. A los 40 años, Piñera dice lo de los cómplices pasivos. Y ahora me encuentro con gente que te dice que Pinochet fue “un estadista” y ese tipo de cosas.

Ahora es dolor, pero un dolor diferente. Es el dolor de pensar cómo es posible que como sociedad, 50 años después, no tengamos la capacidad de decir “mira, por grave que sea una crisis política, por polarizado que esté el mundo, nunca tienes que terminar con la democracia, nunca quiebras la democracia”. Siempre tiene que haber una salida, pero no esta, que es un Golpe y una dictadura con las violaciones más atroces que hemos conocido.

Entonces, me duele y me digo cómo es posible que la gente no entienda. No va a haber nunca -ni tiene por qué haberla, sería absurdo- “la” versión, no va a haber nunca “la” verdad oficial. Cada uno va a tener su interpretación, cada uno lo vive como lo vivió. Y es perfectamente respetable, más allá de que hay hechos probados como la intervención de Estados Unidos.

Lo que yo no entiendo es que no seamos capaces de sentarnos a decir “nunca más romper una democracia” . Ese es el compromiso que hay que tener para siempre. Ese mínimo civilizatorio que nos permite decir “con eso podemos construir lo que sea mañana, porque sabemos que la democracia tienes que cuidarla”.

¿Y por qué cree que se da esta involución que usted ve ahora?

Hay dos planos. Uno, algo que no se ha sabido mucho, pero ya ha habido casi un centenar de actividades de reflexiones, conversatorios, simposios en las universidades y otros lugares. Hay un mundo que está muy activo, conmemorando de distintas maneras y muy bien. Es el mundo político el que ha involucionado. Y no es Chile solamente, hay una suerte de involución en el sentido de que se ven fuerzas conservadoras que emergen y que tienen que ver con temas lejos de los 50 años, pero que están presentes en la sociedad; las migraciones, la seguridad, los crímenes organizados. Entonces, hay algo, por lo que la gente está muy crítica y muy alejada.

Y, por otro lado, creo que también tiene mucho que ver con este distanciamiento que tenemos entre la dirigencia política y el mundo de la calle.

La senadora en el comedor de su casa. FOTO: MARIO TELLEZ / LA TERCERA

Bueno, las encuestas dicen claramente que la mayoría de la gente está alejada del tema y cree que los 50 años dividen. ¿Hay una disociación?

Es posible que haya una disociación. Y que dividen, obvio, porque es una herida que no tiene todavía cicatrización y no la va a tener mientras no ocurra el día en que todas las fuerzas, sin excepción, sean capaces de decir “nunca más deberá romperse la democracia”. Pienso que a los 30, a los 40 años había mejores condiciones para hacerlo. Y hoy día pareciera que retrocedemos, con declaraciones que en el mundo de la derecha no veíamos hace tiempo.

¿En eso influye la presencia fuerte del Partido Republicano?

Está la presencia del Partido Republicano, o este mundo tan inmediatista en que la gente sólo vive el día a día y este cuestionamiento a la democracia, a los partidos, y da pasto para populismos, autoritarismos, muchas alternativas. A la locura de Argentina, en que eligen a una persona que es capaz decir ‘a lo mejor tenemos que vender a los niños’.

La idea de La Moneda era hacer una invitación a todas las fuerzas políticas a firmar un acuerdo para respetar para siempre la democracia, pero entiendo que el Presidente Boric se precipitó, habló de condenar el Golpe del 73 y ahí se desactivó.

No sé si dijo condenar el Golpe del 73. Él tenía la intención de que hubiese una carta donde se apoya, defiende y se entiende que la democracia nunca debe romperse y, por lo tanto, condenas la existencia de un Golpe. Y eso debió haber sido firmado por todos y podría ser firmado por todos. Pero ahí hubo un error, primero, porque lo tira desde España, en una entrevista. Hubiera sido mucho más lógico que se juntara, conversara y explicara su propuesta.

¿No cree que se podría estar a tiempo de hacer un último intento?

Yo pienso que sí, que si hubiese esa capacidad de conversar con todos los presidentes de partidos y explicarles que no es más que esto: no puede haber una verdad oficial, porque no tiene sentido. Es imposible, es absurdo. Lo único que puede haber es este compromiso. Es lo que aprendimos nosotros en la renovación, en nuestra autocrítica profunda post 73, en el sentido de reconocer que no estuvieron a la altura como partido, que había divisiones, que no seguían la misma estrategia, etc. Y esto fue muy importante, porque empezamos a ver que era trascendental que cualquier cambio requiere mayoría, pero además se hace como quería el Chicho: con democracia, con libertad, con partidos, con Congreso, con toda la institucionalidad.

Entonces, todavía es tiempo, debería ser.

Ahora, usted dice que ve una involución política en la derecha, pero también vienen de un estallido social en que se quiso sacar al Presidente. ¿Cree que la izquierda estuvo a la altura en sus credenciales democráticas?

No me atrevería a decir que eso significó que iban por un camino fuera de la democracia, no. Porque era una acusación constitucional, no habrían podido echarlo de otra manera, no había otro camino.

Pero pensando en cómo se avaló la violencia...

A ver, efectivamente ese estallido demostró una cantidad de cuestionamientos muy fuertes y muy distintos, pero que en el trasfondo mostraban lo que siempre hemos dicho: una sociedad muy desigual, donde hay gente que no accede ni a lo más básico. Eso irrumpió con mucha fuerza y con una masividad impactante. Ahora, obviamente, cuando pasan esas cosas siempre ocurren estas otras que pasan los límites. No había necesidad, pero son como incontrolables esas situaciones, la destrucción y saqueos de supermercados era absurdo, eso no tenía ningún sentido. Y ahí sí, a lo mejor, sí, podríamos haber tenido una voz más fuerte para decir ‘momento, estamos completamente de acuerdo con lo que ha pasado, esta gente está manifestando muy profundamente lo que siente, pero no necesitamos quemar supermercados’. Creo que ahí puede haber faltado aquello, pero acuérdate que a la par que se quemaron los supermercados o estaciones de Metro, empezaron a estallar los glóbulos oculares y tú no podías poner a la altura al supermercado cuando tenemos 400 personas que tienen lesiones oculares.

Aquí hubo una represión brutal, desproporcionada.

Salvador Allende. Archivo Copesa.

El PC le ha sido más difícil para La Moneda en la búsqueda de un relato común en esa conmemoración. Quizás sí pide una sola verdad ¿no?

No sé si pide una sola verdad. Y entiendo no es tanto el Partido Comunista como tal, sino que las organizaciones de derechos humanos, lo que es parecido pero no igual. Y ahí es otro mundo, porque hay un nivel de sensibilidad que es enteramente entendible. Cuando te has pasado 50 años buscando esos restos y todavía no tienes justicia… Ahí inicialmente hubo poca incorporación y poca sensibilidad de entender esta realidad especialísima. Debió haber sido siempre como lo que está haciendo ahora el ministro Cordero. Explicar qué significa esto de la búsqueda, que no tiene más sentido que decir “mire, el Estado es responsable. No se hizo responsable, pero llegó la hora de decir que somos responsables”.

Ustedes como familia le han transmitido al Presidente que ojalá haya una ceremonia más bien sobria.

Muy solemne. Yo le decía al Presidente, ‘mire, los ojos del mundo van a estar puestos en lo que pase en La Moneda’. Porque ahí pasó todo. En el sentido de que el bombardeo, la muerte del presidente marcaron al mundo.

Y yo creo que él (Boric) tenía razón de tratar de hacer esto, pero no le ha ido bien por las razones que hemos hablado y porque a lo mejor se precipitó, pero sobre todo porque el ambiente está muy crispado.

¿Y usted habla harto con él?

No, pero lo que pasa es que muy en privado tuvimos dos o tres gestos que fueron bonitos. El primero fue que él quería conocer esta casa y lo invitamos, y llegó. Estaba muy impactado, muy emocionado. También conversamos bastante, porque el 11 de septiembre pasado nosotros le dijimos que fuera al mausoleo, no había ido nunca.

Yo creo que él siente mucha admiración, él tiene mucho interés en la historia del Partido Socialista y lo que pasó. Es bien curioso Boric, porque como que tiene esos rasgos de madurez que es difícil encontrarte en alguien de 30 y tantos años.

Y cuando el Presidente Boric sugiere el libro de Daniel Mansuy y dice que es una invitación a conocer el período y a conocer a Allende más allá del mito, ¿qué le parece?

Creo entender lo que él quería decir, porque es fácil hacer un mito y hasta cierto punto lo es. Hay muy pocos casos en el mundo de un Presidente que decide entregar su vida para no vivir la humillación y no deja su lugar.

Bueno, pero lo que quiere decir es que es mucho más que eso. Que hay errores y hay aciertos. Fue una época de una proliferación cultural y de cosas maravillosas. Y también de otras cosas no tan maravillosas. Todo eso convive. Yo creo que él está invitando un poco a eso. Ahora, no sé si es recomendable el libro de Mansuy. Es otra cosa.

¿Por qué?

La verdad yo no lo leí a completo. Me leí la introducción, pero él ignora toda la intervención foránea, toda la resistencia de la derecha tan fuerte. Entonces echa la culpa directamente a lo que fue Salvador Allende y los desaciertos de esta locura. Y la verdad es que no explora en profundidad, no es capaz de decir todo lo que ocurrió mucho antes y durante ese período.

Ahora, si uno fuera un extranjero y lee el libro, incluso podría pensar que Mansuy no es de derecha.

Probablemente debe ser el libro de una persona que no es de izquierda que lo trata de mejor manera. Pero el resto, lo de la Unidad Popular, no lo comparto. Siento que el proyecto de la UP era viable. Distinto es que, por supuesto, nos derrotaron. Pero no es lo mismo que decir que era un fracaso destinado del primer día, que es la teoría Mansuy. Distinto es que tú digas ‘claro, era viable, pero si no teníamos un acuerdo en la estrategia, que fue lo que ocurrió en la propia coalición, dentro de los propios partidos nuestros en su apoyo al presidente, si a eso le agregas el sabotaje, el bloqueo, los atentados, la negativa de venta de repuestos, de crédito, de todo lo que sufrimos’. Y a eso agrega que el manejo económico el primer año fue maravilloso, después las cosas empezaron a ser distintas, porque la gente tuvo un poder adquisitivo que no había tenido en su vida. Pero después se desató un desequilibro entre oferta y demanda que hizo que termináramos mal y fuimos derrotados. No podría decir ‘esto es una locura’ aún reconociendo que sí, eso te exigía tener mayorías sociales, culturales, políticas, tener mucho diálogo, tener la capacidad de ir generando y no ahuyentando sectores que inicialmente parecían mirar el proyecto con interés y cariño y que después, a medida que se iba polarizando, se fueron asustando.

Lo retratan como un hombre de buen carácter. ¿Lo vio angustiado hacia el final?

Ese día 10 en que cenamos, recuerdo exactamente haberlo visto más tenso.

Y en esa comida había tensión. Nosotros después nos retiramos, yo me vine a mi casa, no le hice caso, porque él pide que me vengan a dejar, pero yo pesqué mi auto nomás y me vine. Si no, no llego a La Moneda el otro día.

Después de ir a La Moneda, usted se va con Tati. ¿Qué pensaba en ese trayecto? ¿En que lo iba a ver de nuevo?

Eso fue lo terrible. Cuando nos despedimos, en la puerta de Morandé 80, tuve la percepción de que no era el final. Y de alguna manera me aferré a que esa no era la última vez que lo iba a ver. Estaba con una sensación de como que algo podía pasar. Creo que en mi cabeza quería el tanquetazo. Quería creer que esto podía revertirse.

¿Cree que después de tanto tiempo ha encontrado el perdón?

A mí la palabra perdón no me hace mucho sentido. Primero, porque creo que tiene un cierto contenido religioso que no está en mi ADN. Pero reconciliada quizás, no sé cuál es la palabra. Yo tengo todo tipo de reencuentros y me parece que eso es lo que deberíamos tener cuando compartimos ese mínimo civilizatorio, como digo yo. Pero no puedo sentir un reencuentro o no me siento bien cuando veo este tipo de expresiones.

23/08/2023 SENADORA ISABEL ALLENDE FOTO: MARIO TELLEZ / LA TERCERA

Da la sensación de que está muy en paz, pero también su vida ha tenido varias tragedias alrededor. El suicidio de su padre, de su hijo, de su hermana, de su tía Laura…

Sí, Laura Allende tenía un cáncer avanzado. Es la hermana menor de mi padre, el Chicho la adoraba. Y era una mujer bellísima. Laura Allende trató de llegar a Tomás Moro. No lo logró. Después la detuvieron. Estuvo en Cuatro Álamos. Finalmente sale exiliada. Vive en Cuba. El cáncer avanza. Pide entrar a Chile a morir y no la dejan. Y entonces se tira del piso no sé cuánto de un hotel en Cuba. Fue un acto de absoluta rebeldía de hacer ver, de remecer, porque no la dejaron entrar.

Lo de mi padre, si me preguntas cómo lo vivo, bueno, nosotros teníamos claro que mi padre no iba a salir en el primer avión que le ofrecieran. Sabíamos que iba a hacer lo que hizo si llegaba el caso.

No es el suicidio de una persona que está deprimida, que es lo que ocurre con Beatriz.

Y a Tati, lamentablemente, le afectó mucho dejar La Moneda, se querían mucho con mi padre. Pero, además de eso, Tati en Cuba era como el símbolo. Todo llegaba a ella, y nunca tenía un descanso. Te lo pongo de la siguiente manera: yo en México salí durante 15 años a hacer recorridos por todo el mundo, pero cuando llegaba a México no era nadie. Era un ser normal y corriente.

Tati fue símbolo 365 días del año, durante no sé cuántos años, y recibiendo todos los testimonios de toda la gente que salió presa, torturada. Yo creo que le fue entrando una depresión sin que tuviéramos conciencia de la profundidad. Y aparte, cuando ya empezó a verse en ese momento, quiso buscar algo y ya era tarde. Yo paré durante dos años, fui una estudiante posgrado, para desarrollarme yo y para convivir, y qué sé yo... Y Tati nunca tuvo esa oportunidad. Se le fue entrando una cosa muy fuerte y no fuimos conscientes. Empezamos a notar que no estaba tan bien, de alguna manera por sus cartas y la última vez que la vi, pero nunca pensé que había llegado a ese punto. Esa es la verdad.

Y su hijo, Gonzalo Meza, también se suicidó.

Sí. Eso ya es otra cosa, difícil. Gonzalo siempre fue un poco especial. Tenía una epilepsia muy niño, después se le quitó, después regresó la epilepsia. Viajamos a Francia, tratamos de ver si había alguna alternativa y no resultó.

Y hay cosas que marcan mucho. Estos días que decía que estaba haciendo mi ejerciciode memoria de escribir, a diferencia de Tencha, que el 11 en la casa de Felipe Herrera no dejaron poner ni radio ni televisión, Gonzalo y Marcia se van a la casa de los padres de Romilio, el papá de Marcia, y Gonzalo escuchó todo. Entonces yo pensaba, ¿cuánto debe marcar a un niño que se entera así, violentamente, que su madre partió a La Moneda, que la han bombardeado? Pero, además, él en el último tiempo como que no se encontraba a sí mismo. No sabía qué hacer. Tuvo distintos proyectos y no le fue bien.

Eso sí que es duro. Y al mismo tiempo es bien raro. Yo lo único que quisiera decir es pucha, yo lo prefiero aquí con todos sus problemas y con todas sus dificultades, con no encontrarse a sí mismo, qué sé yo. Pero dentro de todo, tengo esa sensación de que Gonzalo tenía plena conciencia de que de alguna manera iba a ser “un cierto alivio”, era su opción. Cuando la gente toma una determinación como esa es muy difícil que tú puedas intervenir. Y es liberador para esa persona. Y yo creo que Gonzalo, en su fuero íntimo, sabía que él iba a estar siempre como trastrabillando. Me gustaría tenerlo, lo echo de menos. Pero también respeto eso.

Para cerrar, ¿qué significa esta fecha para Isabel Allende?

Emoción, recuerdos, un orgullo por los padres que tuve. A mí Tencha también me generó una tremenda admiración, creo que fue una mujer increíble. En Chile, ya en los años finales, fue maravilloso, porque esa mujer llena de energía y vitalidad se volvió más tranquila, era como más abuela.

El retrato que Guayasamín hizo de Hortensia Bussi.

¿Ella fue feliz?

No sabría decir, tuvo sus momentos muy felices y otros que no, obviamente. Yo creo que en general, sí. Tenía buenas amigas, sabía disfrutar, fue muy respetada, en todos lados la recibían con mucho cariño. Yo creo que eso también le hizo bien, porque jugó un rol muy fuerte y nadie la obligó.

Pero después fue bonito, porque se volcó acá a ser la Tencha sola, sin apellido.

Un poco parecido al proceso que está viviendo Isabel Allende.

Sí, es como raro decirlo, pero yo quiero terminar como lo estoy haciendo. Me gusta lo que hago, pero también me siento un poco en retirada. Y me parece bien. Ya he cumplido hartos ciclos en la vida y eso me tiene bien tranquila. Lo único que lamento a veces es que digo pucha, mis amigas son todas medio pobretonas, jubiladas, y vamos a tener ya muchos años que no vamos a poder viajar.

Digo chuta, tenía tantas ganas de jubilarme y hacer viajes por puro placer, porque tengo ganas de ir a Escocia, me gustaría conocer Irlanda, me gustaría volver a Machu Picchu, pero ya no sé si va a haber condiciones, pero en fin. Abrí espacios, me lancé a cosas que no habían ocurrido, fue la primera vez que una mujer fue presidenta del partido, la primera vez presidenta del Senado, la primera vez de muchas cosas, pero está bien.

Me siento muy en paz.

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