Viaje a Scranton: La cuna de Joe Biden

El candidato demócrata, Joe Biden, posa para los fotógrafos frente a su casa de infancia en Scranton, Pennsylvania, en julio pasado. FOTO: Getty Images/AFP

El candidato demócrata podría no ser profeta en su tierra. Pennsylvania, el estado donde se sitúa su ciudad natal, forma parte del deprimido corazón industrial de Estados Unidos, donde se han perdido miles de empleos durante décadas.


Una poderosa ventisca, acompañada de agua, ha levantado todas las hojas amarillentas descartadas durante todo el días por los árboles, ya casi esqueletos, en un barrio residencial. Los pocos valientes que paseaban se han refugiado en sus coquetas viviendas unifamiliares de madera. Scranton, la ciudad natal del candidato presidencial demócrata, Joe Biden, es un lugar frío, pero la campaña electoral está elevando la temperatura de un estado, Pennsylvania, y un país, Estados Unidos, inmersos en un profundo clima de polarización.

Las diferencias se sienten en los suburbios. La mayoría de las casas de Scranton están, estos días, decoradas con propaganda electoral, que se mezcla con las calabazas dentadas de Halloween y las hojas caídas de los árboles. Algunas, con un simple cartelito en apoyo a Biden o Donald Trump. Otras, muchas, con decenas de ellos, además de la bandera nacional, la enseña en apoyo a la policía, el Ejército, los libertarios, o a Black Lives Matter. Las calles parecen un campo de batalla silencioso en el que uno no puede ser menos que el vecino.

“Biden es un hombre honesto, que ha hecho lo mejor para unir a nuestro país. Va a ser el elegido y hará un buen trabajo. Es un moderado, como yo. Si los demócratas fuesen socialistas, habrían elegido a Bernie Sanders. Biden ya estaba ahí antes de Trump, que ha vaciado el pantano de la política y lo ha convertido en un lodazal. No tiene corazón, ni tiene alma. No tiene empatía”, comenta George Sancabage, un empresario retirado, mientras dirige su vehículo a uno de los actos en formato de autocine organizados por la campaña demócrata.

Joe Biden frente a la casa donde creció, en julio pasado, en Scranton, Pennsylvania. FOTO: AFP

Nunca había apoyado activamente a ningún candidato hasta que Trump entró en la política, hace cuatro años. Cree que la Presidencia del empresario ha dividido al país. “Ahora ni siquiera puedes ir a una cena de Acción de Gracias con tu familia. El país no era antes tan frágil y abrasivo como ahora. La otra parte de mi familia, la de mi hermano, es demócrata y tuvimos muchas discusiones el año pasado”, se lamenta.

Pennsylvania, parte del deprimido corazón industrial de EE.UU., donde se han perdido miles de empleos durante décadas, debido a la deslocalización de compañías e industrias en países donde la mano de obra es más barata, es uno de los estados clave de cara a las elecciones del martes. Buena parte de los analistas cree que el Presidente republicano sería incapaz de retener su posición en la Casa Blanca si no gana Pennsylvania, debido a la mayor fortaleza de Biden en otros estados que ganó Trump en 2016.

Pennsylvania apoyó a los demócratas durante seis elecciones presidenciales consecutivas, hasta que llegó Donald Trump, prometiendo la vuelta de los puestos de trabajo perdidos, un mensaje que caló en la población. El líder republicano consiguió dar vuelta las encuestas, que situaban su candidatura por debajo de la de Hillary Clinton, y se impuso en este estado por tan solo 44.000 votos, ganando los preciados 20 votos de Colegio Electoral que ofrece el estado.

Las previsiones este año también son muy ajustadas y ahora, como en 2016, Trump también está reduciendo la diferencia con respecto a los demócratas en los sondeos durante la última semana de las elecciones. Biden lidera en Pennsylvania con unos 3,5 puntos de ventaja sobre Trump, según el consolidado de encuestas realizado por el portal Real Clear Politics, pero esa diferencia superaba los 10 puntos el pasado 12 de octubre.

La ciudad de Filadelfia, en Pennsylvania. FOTO: REUTERS/Hannah McKay

Trump, a pesar de haber cumplido a medias su promesa de creación de puestos de trabajo en Pennsylvania -la tasa de desempleo descendió en cuatro años hasta el 4,7% registrado en febrero, antes de la pandemia, apenas medio punto porcentual menos con respecto a la marcada por la administración de Barack Obama al final de su mandato- continúa siendo muy popular.

“Si Biden gana, habrá una guerra civil”, asegura Keith Brodeloc, un comerciante de Wilkes Barre, una ciudad situada a una decena de kilómetros de Scranton, mientras levanta una bandera en apoyo a Trump en un acto, en el que se han dado cita un centenar de republicanos, convocado a escasos metros de una escuela donde va a hablar Biden.

“Si Biden gana, habrá una guerra civil”

Keith Brodeloc, un comerciante de Wilkes Barre

“Ellos son socialistas. Quieren que el gobierno lo controle todo, y decirnos a los americanos cómo tenemos que vivir nuestras vidas. Eso no va a ocurrir”, añade, mientras, a su espalda, un grupo de seguidores de Trump se enzarza, verbalmente, con seguidores de Biden, sin que la cosa vaya a más.

El candidato demócrata ha basado su campaña en las últimas semanas en señalar que Trump menospreció la pandemia de coronavirus e hizo poco para intentar aplacarla. Brodoloc cree que Biden tampoco tiene un plan. “Todo lo que dice que va a hacer, Trump ya lo hace. El coronavirus es una guerra. En las guerras, hay bajas. Con el coronavirus, también. Se irá, es sólo cuestión de tiempo. Y con el tiempo, llegará una vacuna, y tratamientos, y lo venceremos”, apunta el hombre, de mediana edad, que apoya a Trump en la calle sin portar mascarilla, como aproximadamente la mitad de los presentes, aunque lo hace a una distancia prudencial del resto.

La localidad de Jermyn, Pennsylvania. FOTO: REUTERS/Caitlin Ochs

“El Presidente va a traer de vuelta los empleos perdidos, pero es difícil competir con China. Ellos les pagan con cacahuetes a su gente. Muy poco. Es muy difícil competir contra países como esos, cuando los americanos quieren vivir un poco mejor. Lo mejor que podemos hacer es apoyar el producto local. Y no prohibir el fracking, claro”, añade el comerciante, mientras ondea su bandera.

No lo dice por decir. El fracking se ha convertido en el principal tema de campaña en Pennsylvania. La industria de la extracción hidráulica de gas da trabajo directo a 26.000 personas en el estado norteño, y de ella dependen otros miles de empleos. Trump alega que los demócratas quieren acabar con ese sector. Lo repite constantemente en sus múltiples visitas a la zona, en busca del hasta el último voto posible.

Biden, por su parte, no ha sido capaz de transmitir con claridad al público su programa energético. El exvicepresidente dijo, durante el último debate, que su futuro gobierno buscaría realizar una “transición energética” que “se aleje” de los combustibles fósiles. Le dejó la pelota robotando a Trump, que no dudó ni un instante en utilizar ese argumento en su contra. “Básicamente lo que está diciendo es que quiere destruir la industria petrolera”, espetó, veloz. “¿Recuerdan eso, Pennsylvania?”, añadió, poniendo especialmente en el foco el estado de Biden.

El candidato demócrata ha repetido en innumerables ocasiones en su campaña que no va a prohibir el fracking. Su programa pretende culminar la transición energética en 2050, y no de manera inmediata. Quiere, eso sí, acabar con el fracking en tierra de propiedad federal, que supone apenas el 10% del total.

Pero los votantes no lo tienen claro. El ala más progresista del Partido Demócrata, capitaneada por el senador Bernie Sanders, sí ha planteado una prohibición del fracking, a la que se suscribió, hace unos meses, La candidata a la vicepresidencia, Kamala Harris, cuando aspiraba a la nominación presidencial de la formación azul, creando dudas entre el electorado que está a favor del fracking.

Y ese segmento, en Scranton, incluye a muchos demócratas. “Yo no tengo problema con el fracking. Creo que debe continuar”, asegura Bill Herbert, un sindicalista, seguidor de Biden, del sector del acero, en un lugar donde el horizonte dibuja fábricas cada pocos kilómetros.

“Eso sí, no estoy de acuerdo con la política republicana de empleos. Trump quiere tener salarios bajos. Cree que a la gente le pagan demasiado en EE.UU. Yo no estoy de acuerdo con eso. Creo que el salario mínimo debería ser, por lo menos, de 20 dólares la hora, y no los 15 que proponen los demócratas más izquierdistas. La idea de Trump de devolver los empleos a América es que esos empleos paguen poco. Y no creo que la gente pueda vivir con algunos salarios que se dan aquí. Hay gente que tiene hasta tres empleos para poder sostener a su familia”, puntualiza el sindicalista.

Planta de gas en St. Mary's, Pennsylvania. FOTO: AP Photo/Keith Srakocic

La posición de Herbert es abominada por otro de los vecinos de Scranton, Rick Logan, propietario de un pequeño y vetusto taller, a las afueras de la localidad. “Cómo demonios esperan que le pague yo a la gente con un salario mínimo de 16 o 17 dólares. Si hiciesen eso, además, subiría el precio de todo. Si Burguer King pagase eso a la hora, el precio de la hamburguesa subiría, y quién la iba a querer pagar…”, dice, mientras repara una rueda, sentado en un banco de madera, con la puerta del centro de mecánica entreabierta.

Logan realiza su trabajo ataviado con una gorra alusiva a la campaña de Trump. Es otro de los vecinos de Biden que no votará por él. “Los demócratas quieren mantener sin trabajo a la gente que tiene subsidios para que sigan votándolos. Eso es como la esclavitud, y hay generaciones que llevan viviendo así toda su vida”, comenta el mecánico. “Ellos no quieren ni petróleo ni gas. Planean que todo sea verde, pero el problema es que todo en Pennsylvania es carbón y fracking, y quieren deshacerse de ello”, añade.

Logan es de los que cree que puede haber disturbios o tensión en la noche electoral. “Estoy preocupado de que roben las elecciones. Por eso han enfatizado lo del voto por correo”, asegura. Es una idea que Trump ha alimentado en las últimas semanas. El mandatario ha sembrado dudas sobre el recuento de votos, que podría ser lento en Pennsylvania.

Casi dos millones de los nueve millones de votantes que tiene este estado ya han ejercido el derecho al voto, mediante el sistema de sufragio temprano y el postal. Trump ha pedido a sus seguidores que acudan a votar el mismo día de la elección. Algunos analistas han alertado que el voto por correo presumiblemente favorecerá a los demócratas y será contado después. Las encuestas a boca de urna, por ende, podrían dar como vencedor a Trump, incluso de forma clara, pero el resultado se iría invirtiendo a lo largo de las horas, una situación que sería un potencial foco de tensión en un estado que podría recibir la visita de milicias armadas el día de las elecciones, según ha advertido un informe de las organizaciones Armed Conflict Location y Militia Watch.

La polarización en Estados Unidos es alta y un estado tan dividido como Pennsylvania será mirado con lupa en la noche electoral.

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