Alfredo Castro: "Incluso el teatro que se tiene que hacer en Chile de ahora en adelante tendrá que replantearse"

26/12/2018FOTOGRAFIAS AL ACTROR ALFREDO CASTROFoto: Mario Téllez
El actor, retratado en Santiago. Foto: Mario Téllez / La Tercera.

El actor y director del Teatro La Memoria tuvo que terminar por adelantado las funciones de Excesos en el GAM, y de Mano de obra en el Teatro UC, ante el estado de emergencia. Aquí critica la falta de comunicación entre la política y la realidad, a los rostros de TV que se han mantenido ajenos al debate y también saluda las manifestaciones pacíficas, aunque admite: "He sentido un poco de temor de las calles, porque la gente está muy molesta con los privilegios".


Las funciones estaban agotadas, pero el país y las calles dijeron otra cosa. Este domingo 27, Alfredo Castro (1965) bajaría del escenario como actor y protagonista de Excesos, el montaje dirigido por Cristián Plana en el GAM donde encarnó al fallecido escritor chileno Mauricio Wacquez. Mañana, en tanto, cerraría la segunda temporada de Mano de obra, su versión escenificada de la novela de la Premio Nacional Diamela Eltit del año 2002, protagonizada, entre otros, por Amparo Noguera y Marcial Tagle. El estado de emergencia y el cese actividades culturales, sin embargo, se lo impidieron.

"Esta última semana, con lo agitada que fue, terminó dejándome cesante y así lo asumo, entendiendo la realidad", comenta Castro a La Tercera. Le dolió más por Mano de obra, reconoce: aunque el texto lo montó por primera vez en 2007, el correr de los años le dio absoluta contingencia, y sobre todo hoy, al plantear el deterioro de las relaciones de un grupo de empleados de un supermercado. Todos, desde la cajera y el guardia, hasta el aseador del baño, comparten una casa que se cae a pedazos e instalan allí un simulacro de comunidad de emergencia, ante la constante amenaza de cesantía.

"Cuando decidí montar Mano de obra, no tenía ese carácter premonitorio, pero hoy le doy vueltas a esto y pienso que la Diamela fue una iluminada. O sea, se anticipó a más de 15 años de historia, y es porque la creación artística siempre se adelanta a la reacción política", dice el actor. "Luego, cuando lanzó Sumar (2018), me acuerdo que a las dos semanas empezaron las marchas desde Honduras hacia México y EEUU. Entonces, uno dice qué increíble la mente de una creadora y cómo puede anticiparse a los hechos o leer muy bien la historia. Yo al menos me preguntaba cuándo iba a reventar todo esto aquí. En Argentina y Brasil ya había sucedido y aquí seguíamos adormecidos. Todo sube y todo es en contra del ciudadano desde hace mucho, pero nadie, salvo los jóvenes, protestaban ni eran capaces de levantar la voz. Pero, de un día para otro Chile cambió, y ahora es otro país. Y ver los afiches de Mano de obra completamente rayados en Plaza Ñuñoa nos pareció a todos muy notable", agrega.

En los últimos días, el actor premiado en septiembre pasado en el Festival de Cine de Venecia con el Starlight International Cinema Award a la trayectoria, cuenta que ha recibido varios mensajes de amigos y colegas suyos desde el extranjero. "Sobre todo de Gael (García Bernal)", cuenta. "El otro día hablábamos de cómo Ema, la última película de Pablo Larraín, también se anticipó a lo que hoy vemos en las calles, con la quema de semáforos, paraderos y calles, e inmediatamente le escribí a Pablo. Lo mismo (Andrés) Wood con Araña, o Sebastián Muñoz con El príncipe. El arte ha tenido siempre un contacto mucho más directo con los males que sofocan a la sociedad", añade.

¿Cómo ha visto a este movimiento social en comparación con el del Chile de otros años?

Yo creo que la gente se encontró y perdió el miedo. Tomó una actitud de demostrar que lo ha perdido, porque antes, en dictadura, tú te pasabas el toque de queda y te llevaban preso o te mataban o hacían desaparecer. Yo vivo en Pedro de Valdivia y he salido a la plaza, donde todas las tardes sale la gente, y las personas están bien organizadas. Se pasan incluso del toque de queda, entonces hay también un desafío a la autoridad, que para mí es bien interesante como fenómeno, sobre todo en los jóvenes. Antes del viernes pasado estábamos todos tan perdidos, tan en otra, cada uno luchando en su propia parcela privada. Los artistas, por ejemplo, luchando por el recorte en cultura, y sin darnos cuenta de que estábamos inmersos en un mundo social que también nos requería y que nuestra demanda era también la de otros. A mí me entusiasma este movimiento. Lo encuentro bien especial, sobre todo en el uso de la imagen.

Una fotografía, dice, lo impactó: ayer, en Plaza Italia, varios jóvenes desnudos treparon hasta encaramarse sobre los monumentos al General Baquedano y el expresidente José Manuel Balmaceda. "Ahí te das cuenta del desafío que implica pasar del toque de queda, a desnudarse públicamente. El problema es que en Chile no se hizo justicia. Lo sabemos nosotros, pero lo saben los jóvenes también. La transición se hizo llena de amarres por todas partes y llena de terror, y lo que todos estamos reclamando es dignidad y justicia, cosas que por muy obvias que parezcan, no las hubo ni ha habido aún", agrega.

¿Usted se siente igual de comprometido que en el pasado?

Sí, claro. Y mucho más, yo creo, aunque desde mi lugar como creador también. Por eso me apasiona mucho el uso de la imagen. La foto de los desnudos en Plaza Italia, por ejemplo, me impactó tanto como la de las chicas con los pechos desnudos frente a la Universidad Católica, que fue la imagen icónica del movimiento feminista chileno. Porque marchas hay y seguirá habiendo, pero cuando un chico sube a la estatua de Balmaceda en calzoncillos y levanta la bandera, él sabe que está trabajando con una imagen que va a provocar una reacción.

Mucho se ha hablado de un nuevo pacto social. ¿Cómo debería entenderse ese proceso?

Lo primero es el cambio a la Constitución. Inmediato. Digamos, con los tiempos que requiera y siendo prudentes en esto, pero todo parte por ahí. Y sencillamente porque esta Constitución no representa a nadie. Está en absoluta crisis. Lo que estamos viendo en las calles es una protesta ante ese modelo que la Constitución amparó, y de ahí vino todo un descalabro. Por eso la sensación de abuso no es, como dijo Carlos Peña, una especie de irrupción de un imaginario casi adolescente y sin destino. ¡Esto venía incubándose hacía 30 años! Entonces, ¿de qué está hablando el rector? Totalmente desapegado de todo. Él, como muchos otros de derecha, evidentemente no están viendo nada. Lo mismo el presidente, que no escucha ni a sus ministros, mucho menos a la gente. Entonces, cuando la política no sabe leer la realidad ni esas imágenes y signos que los jóvenes y manifestantes han puesto delante de ellos, deben irse para la casa. Que un político no sepa entender ni ver la realidad es gravísimo, pues se desencadena en violencia, y es ahí donde la cultura entra. Aunque la miren con desprecio y casi como un peligro, el cuerpo crítico que queda en este país es la cultura.

Ud. siempre ha sido vinculado a la izquierda, ¿qué autocrítica hace hacia su sector?

La misma, que no han escuchado. Dicen que no han sabido escuchar y piden perdón, pero ya van 30 años, y 30 años de sordera y ceguera es mucho.

¿Cómo ha visto ese rol más social en el teatro chileno en los últimos años?

Yo veo que el teatro en general ha perdido contacto con la realidad. Porque no es simplemente el traslado de una voz testimonial y ponerlo arriba de un escenario con un foco. Puede ser el punto de partida, pero no hay un trabajo riguroso de transgresión y entonces el teatro, al igual que la política, pierde contacto con la realidad y las audiencias. La gente no va al teatro a escuchar una vez más lo que ha oído en los noticiarios todos los días, sino a enfrentarse con una obra o un espectáculo que lo ponga frente a un peligro. Y lo que sucede con algún tipo de teatro desde hace un tiempo, es que ha perdido su conexión con el peligro. O sea, desde los griegos para adelante, el teatro lo que ha hecho es exorcizar los demonios sociales y advertir que pueden suceder si no enmendamos el rumbo. Y, lamentablemente, muchos jóvenes han confundido el traspaso literal del testimonio a la escena, pero ese no fue el trabajo que hicimos nosotros junto a La Memoria y tampoco fue el de las Yeguas del Apocalipsis o el CADA. Lo que hace la creación es estar en esos lugares que la gente cree que está viendo, pero no está viendo realmente. Hay un secreto en la imagen que es interesante.

Algunos actores han salido a criticar a los artistas y rostros de TV por desmarcarse de las manifestaciones. ¿Se ha sentido interpelado?

Creo que a quienes están emplazando la ciudadanía y algunos actores y actrices, es a los que están haciendo televisión, y yo no hago televisión desde hace muchos años. Ahora, yo creo que a toda esa gente que está siendo criticada también se les vino el mundo abajo. No es solo una frase poética que, desde el viernes pasado hasta ahora Chile es otro, y creo que va a ser muy difícil que gente hasta hace algunos días estaba haciéndole promociones a jabones, a tratamientos de belleza y a vinos incluso pueda seguir haciéndolo de la misma manera. El movimiento ha sido tan radical que a nadie se lo perdonarían. Yo he sentido un poco de temor de las calles y he intentado no exponerme mucho, porque siento que la gente está molesta con los privilegios y razones le sobran. Pero aquí es la gente que hace televisión la que aparece como representante de ciertos privilegios también, de sueldos muy altos, frivolidades y mundos paralelos. Los asocian con lo más negativo del sistema. Yo creo que tienen que pensarlo mucho. No hablo de todos, pero sí muchos tendrán que replantear su postura al respecto. Y en mi caso, bueno, incluso el teatro que se tiene que hacer en Chile de ahora en adelante está también en entredicho y tendrá que replantearse. No sabemos aún hacia dónde va.

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