Columna de Sebastián Izquierdo: ¿Todo o nada?

Foto: Andres Perez

Si bien el anhelo de refundar el país ha quedado atrás, aún corremos el riesgo de que los desacuerdos fomenten el statu quo en el gobierno, el cual parece querer aferrarse a su ya cuestionado programa.


Después de su primer año, el gobierno busca arrancar este nuevo periodo con un cambio de gabinete que vendría tanto a refrescar al elenco como a zanjar cuál de las dos almas estará a la cabeza del segundo tiempo. Y es que si el Ejecutivo quiere obtener logros no basta con que mejore la gestión, sino que también deben concentrar sus esfuerzos en el proceso legislativo, el cual requiere de una cooperación oficialismo-oposición que hasta hoy no ha sabido manejar. Es más, llevamos un buen tiempo siendo testigos de cómo el populismo intenta apoderarse de nuestro país, tal como lo ha advertido la propia jefa del gabinete, Carolina Tohá: “Si en este gobierno no logramos esas reformas, les habremos abierto las puertas de par en par a los populistas de derecha e izquierda, a los caudillismos y a los partidos de ocasión”. Repasemos.

Actualmente, la mayoría de las encuestas indican que delincuencia, salud, pensiones y educación son los temas que más preocupan a las personas, a lo que se suma la percepción pesimista de la situación económica. ¿Qué avances hemos visto al respecto? Poco y nada: una mesa de seguridad desahuciada, un sistema de salud sin plan de modernización, una reforma de pensiones que no avanza, una catástrofe educacional pospandemia sin una solución a la altura del problema, y un complejo escenario económico.

Si bien el anhelo de refundar el país ha quedado atrás, aún corremos el riesgo de que los desacuerdos fomenten el statu quo en el gobierno, el cual parece querer aferrarse a su ya cuestionado programa. La clave está en comprender que en democracia no se pueden producir cambios sociales sin algún tipo de cesión recíproca. Sin acuerdos estamos condenados al estancamiento.

Un ejemplo claro del valor de los acuerdos lo hemos vivido hoy con la instalación de la Comisión Experta que dio inicio al nuevo proceso constituyente. Esto fue posible gracias a que la mayor parte de la derecha fue prudente en administrar el “triunfo” del 4 de septiembre –cumpliendo así con su promesa de no cerrar la compuerta constituyente–, a pesar de su clara opción en el plebiscito. Palabras más, palabras menos: lo que primó fue la buena política.

Es cierto que actualmente la indisciplina parlamentaria es un dolor de cabeza para los diferentes gobiernos, y que las renuncias al excesivo listado de partidos generan mayor atomización. En un contexto tan cambiante y con una ciudadanía cada vez más impaciente y exigente, no hay tiempo que perder. Cuanto más polarizada esté la sociedad, es menos capaz de progresar. Es momento de que el Ejecutivo cambie su rumbo en favor de los consensos. Solo así se podrá lograr un entendimiento capaz de impulsar las transformaciones que requiere el país, las que no han logrado consolidarse este primer año de gobierno.

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