El solitario adiós de una contagiada

Los familiares de la señora Rosa Fuentes retiran su cuerpo del hospital.

Solo cinco familiares en el funeral o la imposibilidad de vestir al difunto(a) son algunas de las normas para tratar a los fallecidos por Covid. La pandemia ha reescrito los protocolos de una de las ceremonias más dolorosas.


Desde que el Covid-19 arribó a Chile, el 3 de marzo, la señora Rosa Fuentes (79) decidió enclaustrarse en casa junto a su familia, una hija y seis nietos, para evitar un posible contagio del virus. De ahí, nunca salió.

Como era adulta mayor y uno de sus nietos posee el Síndrome de Williams, sabía que el riesgo vital que correrían al infectarse de Covid-19 era enorme, por lo que su hija Paola (47) fue quien asumió las compras y el abastecimiento de comida. Pero este miércoles, a casi tres meses de que comenzó su cuarentena, cinco familiares –el máximo permitido hoy en un funeral- la lloran en el cementerio Parque del Sendero de Maipú. La señora Rosa Fuentes falleció por una insuficiencia respiratoria, causada por el coronavirus.

“No sabemos cómo se pudo contagiar”, asegura su hijo Juan Carrasco (43). Recuerda que fue todo muy repentino: el domingo 17 de mayo tenía problemas para respirar, por lo que fue internada de emergencia en la UCI del hospital San Juan de Dios, en Quinta Normal; al día siguiente, con PCR positivo, fue entubada a un ventilador mecánico… Lo que siguió desde ahí fue solo el empeoramiento de su estado de salud. “No salía casi ni de su pieza. En su casa, solo mi hermana era la que salía. Como dos personas eran de riesgo, tomamos todas las precauciones para que esto no ocurriera. Yo, incluso, dejé de ir a verla desde el 10 de marzo por lo mismo, pero igual pasó”, se lamenta el hijo menor de doña Rosa.

Y tan repentino como el contagio de la matriarca ha sido todo lo que sucedió después. En una pandemia que ha puesto en jaque al sistema de salud de Chile, vivir la infección y el posterior fallecimiento de un ser querido es algo que nadie jamás imaginó. “Los días que estuvo hospitalizada, los doctores nos informaban de su situación todos los días, a las cuatro de la tarde. Pero ya cuando supieron que no resistiría mucho más, nos llamaron para que nos despidiéramos. Solo dos familiares pudimos entrar, yo y mi hija. Fue algo muy extraño, pues teníamos que entrar con todos los elementos de protección personal y no pudimos tocarla”, recuerda. Eso fue el martes al mediodía. Dos horas después, falleció.

Mientras esperan por sus restos un día después, en este miércoles gris en Quinta Normal, Juan cuenta cómo ha sido enfrentar la abrumadora situación. Porque no pudieron vestir a su difunta, ni mucho menos velarla. Su funeral será tan escueto que uno de los cinco asistentes deberá transmitir en vivo la ceremonia para el resto de la familia, algo impensado hasta hace unos meses. “Después de que me vine a despedir de ella, fui al cementerio para dejar todo listo para su funeral. También debí cotizar en las funerarias. La que me tocó no me cobró de más por tratarse de un paciente Covid e hizo todo el trámite formal en el Registro Civil para poder retirar su cuerpo. Allí demoraron, pero por la alta demanda de trámites”, detalla.

Recuerdos que la familia instaló fuera de su casa en Quinta Normal. No hubo velorio.

Recién están asumiendo el duelo, pero los Carrasco Fuentes están intranquilos. Al no saber de qué forma la matriarca fue contagiada, conviven con la incertidumbre de qué otro familiar podría portar el virus. “Como no han presentado todos los síntomas, no se les tomó el PCR. Mi cuñada compró test rápidos, pero dieron negativos. Tenemos que estar atentos a cualquier síntoma”, reconoce Juan. Ahora, la cuarentena se agudizó aún más para quienes vivían con ella, y ni al funeral pudieron asistir por el temor a estar contagiados.

Unos globos blancos, una fotografía junto a su fallecido esposo Fernando y un cigarro, fueron los elementos centrales del simbólico homenaje que vecinos realizaron afuera de la casa de doña Rosa, en la población Yugoslavia. “Ella era muy querida porque llegó hace 50 años a la población, cuando solo eran terrenos divididos”, recuerda el hijo, aún digiriendo el sinsabor de una pérdida tan inesperada como extraña. Otro dolor causado por la pandemia.

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