Columna de Pablo Allard: Ni bala ni de plata



Por Pablo Allard, Decano Facultad de Arquitectura UDD.

Cuando el gobierno sufría su peor semana política, el Presidente Boric usó como bala de plata el anuncio de un nuevo tren Santiago-Valparaíso. Recibido con alegría por quienes trabajamos en planificación e infraestructura, y amamos los trenes por su capacidad de ampliar la oferta de movilidad con un modo predecible, accesible, cómodo y seguro; con una muy baja huella de carbono y pocas externalidades negativas.

Sin embargo la alegría se descarriló al conocerse los detalles. Más que un proyecto transformador y modernizador, como podrían haber sido las dos iniciativas privadas de concesiones de tren rápido descartadas con el anuncio; el tren de Boric consiste en la sumatoria de tramos pre-existentes de servicios de regulares de cercanías, que por las características del trazado tomarán 1 hora y 30 minutos en conectar Santiago y Valparaíso, que eventualmente podría reducirse a 45 minutos si a futuro se construye un túnel bajo la cuesta La Dormida que costaría más de 2.1 mil millones de dólares. Un contraste con los proyectos anteriores, que proponían tecnologías similares al famoso tren bala japonés y sus pares europeos, tiempos de viaje estimados en 34 minutos a Viña del Mar y 45 a Valparaíso, y se rentabilizaban con los servicios de carga entre los puertos de Valparaíso, San Antonio y un antepuerto logístico en la capital.

La gran duda entonces no es la velocidad -será un buen tren de cercanías y no un tren bala-, sino su factibilidad, ya que hasta ahora no se ha presentado ningún estudio de demanda, condición necesaria para este tipo de proyectos, los tiempos de viaje no serán competitivos con los buses y deja fuera el necesario componente logístico.

Celebramos que se avance en la política “Trenes para Chile”, priorizando los sistemas de cercanías e interregionales. Pero esta política debe venir acompañada de una visión de desarrollo territorial proactiva para que esta megainversión realmente beneficie al país como un todo. No sólo poniendo el foco en los necesarios trenes rápidos entre Valparaíso, Viña y Santiago o el sistema a Puerto Montt, sino que también sectores con mala conectividad como Til Til, Llay Llay, La Calera y Limache, puedan capitalizar la llegada de esta infraestructura, combinando servicios expresos con locales y abriendo nuevas oportunidades de desarrollo para esos territorios. En resumen, no fue ni bala ni de plata, pero igual es una buena noticia para quienes amamos los trenes.

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