El rápido resurgimiento de las guerras civiles en el mundo

Milicianos de la región de Amhara se dirigen a enfrentarse al Frente de Liberación Popular de Tigray (TPLF) en Etiopía, en noviembre de 2020. Foto: Reuters

La guerra rusa en Ucrania o la crisis en Sudán no son ni las más largas, ni las más sangrientas. Múltiples combates civiles o de guerrilla, impulsados por simple codicia o incluso debido al cambio climático, han puesto de manifiesto un alza sustancial en las guerras desde 2011.


Ya no existen los grandes conflictos de antaño, como lo fue la Primera y Segunda Guerra Mundial, con un sangriento saldo de muertes en ambos bandos y la población civil europea diezmada por los cruentos combates. Pero no porque Europa Central no viva en carne propia guerras que dejan decesos, saqueos y violaciones, significa que estos hayan desaparecido. Al contrario, según una investigación de la revista británica The Economist, durante la última década el número de conflictos, muertes y personas obligadas a huir de sus hogares ha aumentado de manera significativa, donde este último fenómeno creció hasta duplicarse en comparación a comienzos del siglo XXI, alcanzando los 100 millones de personas que han abandonado su tierra natal.

Mientras la pobreza retrocede en los indicadores mundiales, la cantidad de personas que requieren de ayuda de emergencia se ha duplicado en los últimos tres años. En 2020 la cifra alcanzaba los 170 millones, para 2023 ya asciende a 340 aproximadamente. Y según el Comité Internacional de Rescate, organización no gubernamental, el 80% de esas personas se encuentran en esa situación debido a conflictos armados.

La Tercera contactó al Armed Conflict Location & Event Data Project (ACLED), organismo de recopilación de datos desglosados, análisis y cartografía de crisis que trabaja evaluando los niveles de violencia en los conflictos del mundo. Y sus datos también demuestran un incremento en la cantidad de conflictos.

Vehículos blindados del Ejército de Myanmar circulan por una calle después de que los militares tomaran el poder en un golpe de Estado en Mandalay, Myanmar, el 3 de febrero de 2021. Foto: REUTERS.

A través de cuatro indicadores, ACLED mide la violencia a través de mortalidad, peligro, difusión y fragmentación. Para inicios de 2023, 46 países y territorios cumplían los criterios de al menos uno de ellos, mientras que 19 estaban en niveles altos o extremos de gravedad del conflicto, destacando desde Afganistán, Nigeria y Ucrania, hasta Malí, Myanmar y Yemen.

“Nuestro análisis indica que la mayoría de los países del Índice han experimentado niveles sostenidos o crecientes de violencia grave en los últimos cinco años, en lugar de mejoras en su situación de seguridad”, explicaron a este diario.

Según The Economist, las complejas tramas que mantienen a naciones africanas y asiáticas inmersas en extensas guerras tienen como motivo temas tan variados como la religión, la codicia o el cambio climático, el que ha forzado a comunidades a traspasar sus fronteras e iniciar cruentos conflictos étnicos que datan de hace años.

En Etiopía, por ejemplo, Mohammed Kamal se encontraba arando cuando escuchó una ráfaga de disparos. Al regresar a su aldea, se encontró con 400 pobladores, miembros de la etnia amhara, asesinados por un grupo insurgente que renacía y que intentaba expulsar a otros grupos étnicos. Era el Ejército de Liberación Oromo, quienes niegan su implicancia. “Solo sobrevivió un pequeño número”, dijo Kamal a The Economist.

Y este es un pequeño ejemplo de lo que vive el país ubicado en el Cuerno de África, considerando que su mayor conflicto es el que se desarrolla entre el gobierno y la región de Tigray. Fue esta batalla, y no Ucrania, la más mortífera registrada en 2022.

El expresidente de Nigeria, Olusegun Obasanjo, fue uno de los participantes que logró las negociaciones de paz en noviembre pasado, y cifró las muertes en cerca de 600.000 entre 2020 y 2022, número mucho mayor a las estimaciones de la guerra rusa en Ucrania.

Tercera oleada

El análisis de The Economist plantea tres grandes “oleadas” de conflictos desde 1945. Primero fueron las colonias europeas en búsqueda de su independencia. Luego llegaron las batallas internas para hacerse con el control de naciones en el marco de la Guerra Fría. Después del colapso de la Unión Soviética en 1991, la cifra de muertos en combate disminuyó drásticamente, pero no duró mucho.

En 2011 llegó la tercera oleada acompañada de viejos imperialismos encarnados en Vladimir Putin, aseguró el medio, y nuevas formas de yihadismo que se extendían por el mundo musulmán. Pero no es solo el número de víctimas, también es su duración.

Según datos del Comité Internacional de Rescate, en la década de 1980 el promedio en el que se desarrollaba un conflicto era de 13 años. Para 2021, dicho media es de casi 20. Una de las razones, apunta The Economist, podría ser que actitudes como las de Rusia, que violó directamente la carta fundacional de la ONU con su invasión a Ucrania, “envalentona a los matones más pequeños”.

Tropas francesas llegando a la base aérea militar 101 cerca de Bamako para reforzar las operaciones "Serval", antes de su despliegue en el norte de Mali. Archivo de 2013. Foto: AFP.

Las métricas de ACLED también muestran que la violencia política está creciendo en todo el mundo. “Registramos un aumento del 27% en los incidentes de violencia política en todo el mundo en 2022 en comparación con 2021. La violencia dirigida contra civiles, en concreto, aumentó un 12%”, detallaron a La Tercera.

Las potencias que han intentado hacer algo para frenar las olas violentas han fracasado. Ejemplo de aquello fue el de Francia, que en noviembre de 2022 desistió de la Operación Barkhane, recordó The Economist, intervención que intentó ayudar a los gobiernos de Burkina Faso, Chad, Malí, Mauritania y Níger en la lucha contra los yihadistas, apoyados “con satisfacción”, aseguran, por el grupo mercenario ruso Wagner.

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