
El rol mediador del Papa León XIV
La elección del nuevo Papa León XIV plantea interrogantes sobre el papel del Vaticano en un mundo marcado por la polarización y los conflictos internacionales. “Su doble nacionalidad y experiencia misionera lo posicionan como un puente entre culturas, pero también lo obliga a navegar tensiones geopolíticas con criterio ético y firmeza pastoral”, señala en esta columna Felipe Vergara, analista internacional de la Universidad Andrés Bello.

La designación de León XIV como nuevo Papa marca un hito en el escenario global.
Nacido como Robert Francis Prevost en Chicago y con una sólida formación religiosa y misionera, este sacerdote agustino representa una figura sin precedentes en el Vaticano: es el primer pontífice con doble nacionalidad (estadounidense y peruana), dualidad cultural y geográfica que lo convierte en un símbolo de unión entre dos realidades diferentes y augura un liderazgo adaptado a los desafíos contemporáneos.
Desde su primer mensaje dejó clara su globalidad. Al saludar en español, no sólo reconoció su vínculo personal con América Latina, sino que reafirmó su cercanía pastoral con Sudamérica, pero también habló en italiano, respetando la naturaleza propia del Vaticano y su primera misa, luego de ser investido, fue en inglés, su lengua materna.
Sin embargo, su relación con Estados Unidos no estará exenta de complejidades, no sólo por el hecho de que el catolicismo no es la principal religión del país del norte; sino porque también dicha nación atraviesa profundas divisiones internas y mantiene tensiones con actores clave en la escena internacional.
En este contexto, el Papa —como jefe de Estado del Vaticano y líder espiritual de cerca de 1500 millones de personas— tendrá que desempeñar el papel de mediador y propulsor de la paz mundial, aunque no sin tensiones, por lo que, pese a que el presidente Trump lo saludó con entusiasmo, es probable que surjan desencuentros cuando el Pontífice fije posiciones en asuntos como justicia social o política internacional.
Precisamente en el ámbito internacional, León XIV asume su responsabilidad en medio de un escenario convulso: conflictos como la invasión rusa a Ucrania, la persistente violencia entre en el Medio Oriente y las crisis migratorias globales forman parte de un panorama que exige liderazgo moral.
Al igual que el Papa Francisco, se espera que el Papa actúe como promotor de la paz, recurriendo al diálogo y la diplomacia para evitar mayores confrontaciones; su voz deberá potenciarse para lograr ser reconocida y validada como un referente ético, visión fundamental para abrir caminos de reconciliación.
Dentro de la Iglesia, el Papa electo también enfrenta exigencias sustanciales. Se espera que continue con las reformas iniciadas por Francisco I, entre ellas una mayor inclusión de las mujeres, el respeto a la diversidad, la modernización de la estructura eclesial y una lucha decidida contra los abusos sexuales y la corrupción, asuntos urgentes que exigen una conducción firme, coherente y transparente.
Asimismo, su liderazgo deberá combinar la dimensión espiritual con una gestión efectiva; el nuevo Pontífi<ce no solo guía a sus fieles alrededor del mundo, sino que también debe asegurar el funcionamiento institucional del Vaticano.
Aspectos como la autosuficiencia financiera y una conexión más estrecha con las comunidades serán esenciales para revitalizar una Iglesia que aún es percibida como distante por muchos; en definitiva, desafíos internos y externos acompañarán el nuevo líder del catolicismo que eligió como su lema “In illo uno unum” o “En el Único, todos somos uno”, considerado como una invitación a la unidad en tiempos de división y polarización global.
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