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¿Estamos ante la extinción de los “Machos Alfa”?

La exitosa serie española del mismo nombre ha logrado volver cotidiana una conversación que, hasta hace poco, estaba concentrada en los círculos más académicos y activistas: la transformación progresiva del modelo de masculinidad en medio de un mundo que reclama por igualdad de derechos y empoderamiento femenino. ¿Cuáles han sido sus avances y las tareas pendientes?

La serie "Machos Alfa" de Netflix va por su tercera temporada y este 2025 ha tenido adaptaciones en Francia e Italia.

Pedro, Raúl, Luis y Santi, los cuatro amigos que protagonizan la serie española “Machos Alfa”, de Netflix –que ya va por su tercera temporada y que este año ha sumado adaptaciones en Italia y Francia–, son cuatro hombres en la mitad de la vida que buscan dejar de ser “machirulos”, es decir, hombres tradicionales, que proveen, no lloran y toman las grandes decisiones en sus entornos familiares y laborales.

Para ellos, querer cambiar no es una opción: es una herramienta de supervivencia ante una sociedad que, de un momento a otro, se ha transformado y en la que parece que los hombres tradicionales están perdiendo su poder e influencia.

En el caso de Pedro, exitosísimo ejecutivo de TV, la vida gira en 180 grados cuando es desplazado en su cargo por una mujer que no le teme al enfrentamiento y le ofrece ser un subordinado en su nueva estructura.

A su amigo Raúl, dueño de un restorán, emparejado e infiel, el mundo se le da un poco vuelta cuando su novia abogada le propone tener una “relación abierta”.

Santi, un arquitecto separado que tiene una mala relación con su exmujer, de un momento a otro debe hacerse cargo de su hija de 17 años, quien lo anima a probar Tinder para conocer a una nueva pareja. Y Luis es un policía con una mujer dominante, que trabaja por cuenta propia y que, en muchas facetas de la vida, es mucho más arriesgada que su marido.

Todos ellos llegan al curso “Deconstrucción de la masculinidad”: una especie de terapia de choque que les enseñará a lidiar con las exigencias de una nueva forma de ser hombre que les está pidiendo a gritos dejar de ser “machos Alfa”.

“‘Machos Alfa’ muestra que los roles —en lo familiar, lo afectivo y hasta lo identitario— son mucho más maleables de lo que la tradición nos ha enseñado", dice el sociólogo Mauro Basaure.

Más allá de la caricatura y de algunas exageraciones, la serie acierta en un punto:

“‘Machos Alfa’ muestra que los roles —en lo familiar, lo afectivo y hasta lo identitario— son mucho más maleables de lo que la tradición nos ha enseñado. En el centro de todo ello está la puesta en escena hilarante de un fenómeno que la literatura académica ya ha explicado al detalle: la masculinidad hegemónica –por mucho poder que regale a sus “portadores”– puede resultar dañina también para los propios hombres”, escribió hace un tiempo Mauro Basaure, profesor titular de la Escuela de Sociología de la Universidad Andrés Bello, ante el éxito de una historia que es hoy uno de los productos más vistos de la plataforma de streaming.

“‘Machos Alfa’ ha instalado en la conversación pública —de forma directa y con humor— un tema que antes se debatía casi en exclusiva en foros académicos o activistas. Que millones de personas se sienten a disfrutar de una comedia y acaben preguntándose sobre su masculinidad, sus relaciones de pareja no es poca cosa. Puede que el chiste no sea perfecto, pero sí abre a la reflexión (...) Nos recuerda que las viejas fórmulas de ‘el hombre no llora’, ‘el hombre provee’ y ‘el hombre manda’ no sólo perjudican a las mujeres y a las minorías, sino que son una trampa que atrapa también a los propios varones”, dice el académico.

¿Es correcto hablar de una “nueva masculinidad”?

El profesor Fernando Herranz, miembro del Observatorio de las Masculinidades de la Universidad Miguel Hernández de Elche, España, hace un llamado a ser críticos con el concepto: hablar de “nuevas” masculinidades implica que existen “viejas” masculinidades, lo que puede dar la impresión de que todas las masculinidades del pasado eran patriarcales o machistas. Y no siempre ha sido así.

Hay registros históricos de hombres que se han alineado con la lucha feminista y la igualdad de género, agrega Ramón Flecha, catedrático emérito de la Universitat de Barcelona y primero en el ranking Google Scholar en investigaciones de temas como la violencia de género, quien detalla que esta discusión ha sido llevada tanto por hombres como mujeres. Es más: desde 1790 hay evidencia de las primeras discusiones sobre los derechos femeninos.

Lo cierto es que ahora, en los albores del siglo XXI, los hombres están obligatoriamente llamados a reflexionar sobre su rol en la sociedad. “Y aunque esto no ha derivado aún en un movimiento social amplio, cada vez más hombres se sensibilizan con temas como la corresponsabilidad en el hogar, la gestión emocional y la toma de conciencia sobre las distintas violencias de género”, comparte Fernando Herranz, quien cree que esta mayor implicación masculina es clave para avanzar hacia una sociedad más justa e igualitaria, ya que el feminismo no es solo una lucha de las mujeres, sino de toda la sociedad.

"Cada vez más hombres se sensibilizan con temas como la corresponsabilidad en el hogar, la gestión emocional y la toma de conciencia sobre las distintas violencias de género", observa el académico español Fernando Herraz.

Ramón Flecha, quien comenzó a hablar de feminismo desde hace más de 50 años, cree que aunque la “masculinidad hegemónica” sigue intentando mantener su poder, su influencia “se ha erosionado enormemente”. “Aún queda mucho por hacer, pero el avance hacia la igualdad ha sido posible gracias a mujeres feministas y a hombres feministas”, responde.

El año en que la masculinidad tradicional vivió en peligro

En Chile, Francisco Aguayo, investigador desde hace más de 20 años en temas de masculinidades, cree que el cambio que han vivido los hombres en los últimos años ha sido “muy acelerado”, impulsado por el feminismo y el empoderamiento de las mujeres en todos los ámbitos de la sociedad. Sin embargo, este proceso no puede entenderse sin mirar fenómenos más amplios, como el control reproductivo y la disminución del tamaño de las familias.

“También hay varios procesos de las últimas décadas que es importante mirar para poder entender qué es lo que pasó”, dice en referencia a las manifestaciones feministas de 2018, que desencadenaron en conocidas denuncias a personalidades públicas, tomas universitarias y ciberactivismo, los que generaron “interpelaciones muy directas a los hombres en el tema de la violencia, por ejemplo, o en el tema de la corrupción civil”.

Este fue un evento que permitió que muchas mujeres, sobre todo las generaciones más jóvenes, criticaran comportamientos que antes se consideraban normales, como los piropos, los chistes machistas o las actitudes dominantes.

Parte de las nuevas masculinidades es renunciar al silencio que comúnmente existió a la hora de esconder o proteger al victimario por sobre la víctima, explica el psicólogo especialista en masculinidades Francisco Aguayo.

Un ejemplo claro es la violencia sexual, tema que permaneció tabú durante décadas y que solo en los últimos años ha comenzado a ser abordado con mayor profundidad. De hecho, parte de las nuevas masculinidades es renunciar al silencio que comúnmente existió a la hora de esconder o proteger al victimario por sobre la víctima, con consecuencias legislativas como la ley que declara imprescriptible los delitos sexuales a toda edad.

Otro de los elementos centrales en la transformación de las relaciones de género que se ha visto visible es el consentimiento. El español Ramón Flecha enfatiza que “lo que vale es lo que tiene consentimiento, donde hay acuerdos sin presiones y tal. Si no hay acuerdo, no hay consentimiento, no vale”, dice, y agrega que este concepto abarca no sólo las palabras, sino también los gestos y contextos en los que se da la comunicación.

“La masculinidad tradicional dominante no se da por vencida. O sea, lo tiene cada vez peor, pero lucha, y lucha en todas partes”, dice el académico Ramón Flecha.

La socióloga y académica de la Universidad de La Frontera Loreto Arias retoma los eventos de 2018, los cuales tuvieron un fuerte impacto en la manera en que los hombres jóvenes comenzaron a cuestionar su propia identidad masculina.

Y si bien han existido avances, como la implementación de direcciones de género en universidades y protocolos contra el abuso, Arias considera que los cambios aún son insuficientes: “Los avances están más bien orientados a las representaciones y a los discursos más que a las prácticas, y ahí es donde hay que poner el énfasis”.

Resistencia ante el cambio

¿Cómo influyen los discursos conservadores en la resistencia a la deconstrucción de la masculinidad? El sociólogo Mauro Basaure considera que esta “fuerte resistencia” tiene entre sus argumentos principales la naturalización biológica o discursos religiosos, que ven en estos cambios una narrativa de crisis.

“Los discursos conservadores a menudo caracterizan los intentos de deconstruir la masculinidad como síntomas de una decadencia o crisis cultural más amplia, que amenaza valores fundamentales de la civilización judeo cristiana y la estabilidad social”, sintetiza.

Basaure insiste que estas estas resistencias no deben interpretarse como reaccionarias o parte de un discurso únicamente conservador. “Reflejan preocupaciones legítimas sobre la identidad y el lugar de los hombres en sociedades cambiantes, lo que señala la necesidad de enfoques más matizados para abordar la transformación de las masculinidades”, sugiere.

"Existe la necesidad de enfoques más matizados para abordar la transformación de las masculinidades", dice el sociólogo de la UNAB Mauro Basaure. Javier Torres

El español Ramón Flecha lo sintetiza de esta forma: “La masculinidad tradicional dominante no se da por vencida. O sea, lo tiene cada vez peor, pero lucha, y lucha en todas partes”.

Dejar este modelo tradicional, dice Loreto Arias, implica dejar privilegios y enfrentarte a otros distintos o a tus pares, lo que puede significar exclusión dentro de ciertos círculos masculinos.

A su vez, la transformación en las nuevas masculinidades no ha sido homogénea. Francisco Aguayo identifica dos grandes reacciones entre los hombres: algunos han comprendido el mensaje y han reflexionado sobre sus comportamientos, mientras que otros han mostrado resistencia.

“En otro extremo también hay fenómenos de resistencia que se observan en varios planos. Con discursos como los de Bolsonaro, Trump o Milei, también se ha visto un recrudecimiento ahí”, desarrolla. En este contexto, menciona la aparición de movimientos “neoconservadores” o “antiderechos”, que buscan reforzar la masculinidad tradicional, defendiendo ideas como el rol dominante del hombre en la familia y la existencia de funciones específicas para cada género.

Una decisión personal

Fernando Herranz considera prioritario distinguir entre lo político y lo partidista. “El feminismo es político, porque todo en nuestra vida lo es, pero eso no significa que sea partidista”, señala.

Sin embargo, reconoce que las ideologías de izquierda han tendido a respaldar estos movimientos de transformación, mientras que los sectores conservadores suelen resistirse a cambios que desafían el statu quo. “Es un cambio estructural del sistema, y por naturaleza, los movimientos reaccionarios buscan frenar esos avances”, explica.

El académico Ramón Flecha es certero, y defiende que el verdadero cambio está en el respeto por las decisiones individuales, más que en regulaciones impuestas.

La transformación de la masculinidad y su importancia debe llevar a que este proceso sea genuino y no meramente performativo, y toma como ejemplo el caso del “Club de Valientes”, una acción implementada en colegios de Cataluña y otros lugares de España, donde los hombres no solo se declaran feministas, sino que actúan en consecuencia, protegiendo a las víctimas y promoviendo la equidad de género en su entorno.

“Las nuevas masculinidades no son un discurso, sino una práctica activa que transforma las relaciones de género”, discute.

Para enfrentar este fenómeno, Fernando Herranz cree en la necesidad de una estrategia pedagógica capaz de acercar a los hombres a la idea de que el feminismo también los libera. “Es un proceso de aprender a desaprender”, menciona, recordando que los modelos de masculinidad tradicional han impuesto limitaciones emocionales y sociales sobre los propios hombres.

No se trata sólo de que un hombre puede llorar o expresar cariño a sus amigos, sino que el costo de la masculinidad se refleja en mayores tasas de suicidio, accidentes laborales y muertes en el tránsito, además de una menor propensión a buscar ayuda psicológica o médica. “Todo esto sería mucho más sencillo si despojáramos de nuestra identidad los mandatos de la masculinidad tradicional”, afirma Herranz Velázquez.

El desafío, entonces, es doble: por un lado, desmontar las estructuras de violencia que siguen vigentes y asumir responsabilidades en la reproducción de estas dinámicas; por otro, comprender que el feminismo no solo beneficia a las mujeres, sino que también ofrece a los hombres la posibilidad de vivir con mayor libertad emocional y social.

“Pensemos en espacios íntimos, en familia, en cuestiones tan cotidianas como quién hace una cama, o en las relaciones de género en el colegio y los espacios laborales. Es importante deconstruir estos mandatos”, dice la académica Loreto Arias.

Por eso, esta discusión, por más incómoda que parezca, tiene que llevar a que hombres y mujeres encuentren lugares seguros para enfrentar esta tarea de reeducación y resocialización en términos de género, y que no es un cambio inmediato, sino una transformación en 180 grados en las formas de expresión cultural.

“Pensemos en espacios íntimos, en familia, en cuestiones tan cotidianas como quién hace una cama, o en las relaciones de género en el colegio y los espacios laborales. Es importante deconstruir estos mandatos”, sentencia Loreto Arias.

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