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Cliente y aprendiz

Amplia, moderna, perfectamente integrada al paisaje de Zapallar; otra obra que demuestra cuán merecido fue el Premio Nacional de Arquitectura para Teodoro Fernández.

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Teodoro Fernández

fue postulado al Premio Nacional de Arquitectura a través de un video. Entre toda la gente que habló frente a la cámara, Smiljan Radic y Cecilia Puga incluidos, Alejandra Bosch tenía probablemente la perspectiva más inusual. De alguna manera ella había sido su cliente y su ayudante en un mismo proyecto.

Cuando los padres de Alejandra compraron un terreno de dos mil metros cuadrados en el cerro El Morro, en Zapallar, tenían muy pocos vecinos y ella era aún estudiante de arquitectura. “Me preguntaron con quién creía yo que debían construir la casa y  dije que con Teo, sin conocerlo personalmente, solo por lo mucho que gustaba su obra. En un acto supergeneroso él me invitó a hacer la práctica de oficina en la suya. Ahí estuve trabajando un año de diseño y otro de construcción”, recuerda ella.

Se acuerda también que la abundancia de pinos en el terreno les llamo la atención desde las primeras mediciones, que decidieron resolver el problema de la pendiente tan pronunciada con arquitectura bien pensada y sin talar ni un solo pino. “Su relación con lo que había es muy armónica. Queda perfectamente enganchada. Muchos han dicho que al mantener los pinos da la impresión de que la casa ha estado ahí desde siempre”.

“Mi hija hizo un posgrado en urbanismo y paisajismo en Londres, pero trabajar con Teo fue un aprendizaje igual o mayor. Fue como hacer un máster cuyo resultado nosotros disfrutamos permanentemente”, explica la mamá de Andrea. Temprano una mañana de jueves, antes de preparar mamaderas y salir a disfrutar de Zapallar con sus cinco nietos, entre los tres meses y los seis años, ella nos habla de las principales ventajas de la casa: “Tienes vista al mar en 180 grados. Las persianas de celosía de madera dejan entrar la luz del poniente, pero actúan como una semisombra muy agradable. Hay dos terrazas, una abierta hacia el norte y otra cerrada hacia el sur. En esa última ubicamos el quincho, porque ahí se puede regular el viento”. Mucha gente le dijo que ni pensara en llevar a sus nietos pequeños a ese cerro, que se iban a caer por el barranco. El minijardín infantil a cargo suyo demuestra que estaban equivocados.

El requerimiento fundamental tenía más que ver con sensaciones que con estilos o estéticas: no querían una casa en la que la pareja mayor se sintiera sola cuando no estaban los hijos o los nietos. “Nos interpretó muy bien. Hacia el lado norte está mi dormitorio con un baño. Los otros dormitorios están en el otro extremo y si no viene nadie no es tan notorio. Es una casa compacta pero de espacios amplios”.

Para esos espacios, dejando que la arquitectura fuera protagonista, la dueña de la casa escogió muebles simples, como los cómodos sillones que mandó a hacer para instalar frente a la chimenea. En el colorido se dejó asesorar por Fernández, quien la orientó hacia las tonalidades cálidas.

El jardín es otro motivo de orgullo para la dueña, porque es uno de los más bonitos en la zona y porque lo diseñó su hija con asesoría de Teresa Moller. “Usé plantas bastante resistentes a estas primeras líneas de costa, la mayor parte es flora nativa. Puse chamisas, baccharis, stipas, alstroemerias, molles típicos de la costa, olivos, que se dan superbién en Zapallar”, explica Alejandra. Ahora ella tiene una oficina de arquitectura junto a su marido, pero sigue colaborando en proyectos con la de Teodoro Fernández.

W teodorofernandez.cl

W lyonbosch.cl

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