Con los ojos puestos en el mar

Fotos: Nicolás Saieh (@nicosaieh).

Cuando la bautizaron la llamaron Casa de Punta Chilen, por ubicarse sobre una puntilla con este nombre en la isla de Chiloé. Lo que partió ideándose como algo complementario se convirtió en el corazón de una gran familia que se reúne para celebrar y disfrutar el tiempo compartido contemplando el mar.




Cuando el arquitecto Baltazar Sánchez, de la oficina Basyco, recibió el encargo de hacer esta casa puso a correr toda su creatividad y experiencia para hacer un edificio complementario a una construcción ya existente que tenía muchas falencias por ser una casa antigua y de tamaño medio. La experiencia recorrida por Baltazar para llegar a este resultado es vasta. Acaba de abrir su oficina, después de trabajar 4 años en Christie’s Real Estate, relacionado a la venta de propiedades de lujo. Esta nueva oficina que formó está orientada a la arquitectura, asesoría inmobiliaria y propiedades con un sello boutique, que cuenta con clientes, proyectos y propiedades exclusivos, atendida por su propio dueño. “La experiencia de estos 4 años me ha demostrado que es muy importante y complementario que en el rubro de las propiedades trabaje un arquitecto, ya que tiene una formación más técnica y global, que es de gran ayuda a los clientes para resolver sus problemas, tanto residenciales como comerciales u oficinas”, explica.

En este proyecto en específico se le pidió el diseño de un quincho interior que pudiera reunir a más personas y dejar la otra casa como habitación. “En el transcurso del diseño se empezó a evaluar agregar más piezas a la nueva edificación porque las existentes en la casa antigua se hacían pocas en la temporada de veraneo. Al cabo de unos meses el proyecto quedó como un quincho y tres suites, las cuales podían albergar a tres familias”, cuenta Baltazar.

Entre los requisitos para levantar esta nueva casa familiar estaba que tenía que ser construida con materiales y mano de obra de la zona. “La idea era traer nada de Santiago por costos y por mantenciones posteriores”, dice el arquitecto. También querían que la construcción se asemejara a un galpón, “que no pareciera una construcción nueva, como si existiera de siempre”, suma. Además la casa tenía que tener separada la zona común de las piezas por un tema de ruido, “para que cuando se reunieran no molestar a los que estaban durmiendo”, dice. En esta misma línea, las piezas debían estar separadas entre sí para evitar escuchar llantos o gritos de niños de otras piezas, “por eso se hizo un huerto que separa ambos programas; en este mismo lugar existió antiguamente una huerta de la casa”, explica Baltazar.

La idea fue hacer una casa respetuosa con las construcciones de la zona, donde la opinión de quienes la habitarían fue fundamental y se buscó poner en valor ciertas condiciones geográficas y físicas del lugar de emplazamiento. “Por esto se fundó la casa sobre pilotes, al igual que los palafitos de la zona, despegándola del suelo por un tema de humedad y para nivelar con la pendiente existente en el lugar. Toda la estructura de la casa se hizo en madera, al igual que los revestimientos interiores. Por fuera mandamos a plegar unas planchas de acero que posteriormente oxidamos, material que se usó en las caras más expuestas a la lluvia y viento de la casa”, cuenta el arquitecto.

La casa hoy, levantada y vivida, cumple con todas las ideas que se plantearon “y marcha muy bien, tanto es así que puede funcionar cuando van solo dos personas e ir habilitándola por partes, y así no hay que echar a andar una casa grande”, concluye el arquitecto.

baltazar@basyco.cl / @b.a.s.y.c.o

Ideas que inspiran. Materiales, mano de obra e inspiración local dan como resultado un refugio que se funde con el entorno.

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