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Editorial

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Observar, mirar, reconocer situaciones y problemáticas, y a partir de ahí proponer una solución que responda al entorno, son pasos básicos en el proceso de diseño y es lo que hace el estudio Pivot en Ámsterdam, una chilena y un dominicano que han sabido identificar posiciones donde ellos pueden generar una mejoría, a través de un gesto o de una intervención. Soluciones pensadas, no como elementos por sí solos, sino en estricta relación con el uso y el entorno donde deberán ser utilizados.

Para llegar a buenos resultados como los de Pivot, o lo que se vio en Design Parade, la observación como herramienta de análisis es fundamental. Sin parafernalia técnica, solo con los ojos, la croquera y aprendiendo a ponerse en distintas situaciones hipotéticas, para a partir de ahí generar un diseño que aporte.

Todo lo anterior me lleva a tratar de entender cómo se está enseñando la observación, el análisis y la crítica a las nuevas generaciones de diseñadores en Chile; no lo tengo muy claro, porque no me relaciono de manera directa con muchas escuelas de diseño, pero sí me toca ser jurado en varios concursos donde veo los resultados y mi percepción personal es que la enseñanza de la observación y crítica es nula o muy poca, al menos por los resultados.

Sin duda hay recursos técnicos sofisticados, láminas impresas en alta resolución, maquetas hechas con máquinas de corte láser y puestas en escena de primer nivel, pero al momento de ver la propuesta, uno se queda pensando ¿cuál fue la línea de pensamiento que la generó?, ¿dónde está la observación hecha por el diseñador que identifica el problema? Porque yo no lo veo. Esto no es algo nuevo, ocurre hace años y lo considero lamentable, porque por un lado se hacen esfuerzos para internacionalizar el diseño local y mejorar la calidad de los productos, se arman concursos con buenos premios y que deberían ser una vitrina de los nuevos talentos; pero las mentes que están detrás son incapaces de pensar una solución y que sea un aporte real.

Qué distinto a la visión de Alfredo Jaar, quien se hace parte de un proyecto como es la Bienal de Venecia para poder, desde esa misma plataforma, criticar la bienal que él considera obsoleta. Con fundamento y con la convicción de que los artistas pueden generar cambios en el mundo.

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