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El regreso de Basco Vazko

Es uno de los grafiteros más conocidos de Chile, pero su estética irreverente, y muchas veces controversial, también la ha plasmado en óleos, acrílicos, acuarelas y collages. Ahora, tras vivir una temporada en Estados Unidos, se prepara para inaugurar "One Moment Art", una iniciativa que invita a distintos artistas nacionales a exponer en lugares patrimoniales de Santiago.

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Pocos conocen su nombre real, pero varios recuerdan los muros de Independencia y Recoleta que Basco Vazko (31) pintó a mediados de la década del 90, cuando con solo 15 años -rodillo y pincel en mano- comenzó a forjarse una identidad propia en el mundo del grafiti. Una donde las figuras abstractas, cuerpos humanoides y situaciones de estética un tanto crudas e inquietantes -como rostros tajeados o con su estructura ósea a la vista, y actos de carácter erótico- han sido el sello de su carrera. “Siempre he pintado. Mi abuela y mi papá eran pintores y, la verdad, nunca consideré dedicarme a otra cosa. Recuerdo que en una época él compraba mis dibujos en 50 pesos. Era un juego. Yo hacía unos 20 dibujos por día, y él me compraba cinco o seis. Eso me incentivó a acostumbrarme a pintar. Así que cuando llegó el momento de hacerlo en la calle, no me pareció nada inusual, era algo que estaba sucediendo entre mis amigos del colegio y en mi barrio, y simplemente me sentí parte de eso”, explica.

Cuando comenzó, lo primero que hizo fue cambiar el spray por la brocha, algo poco común en los grafiteros chilenos a fines de los 90, que solían dar una primera mano con rodillo para luego pintar con spray. Vazko, en cambio, nunca borró un muro: su idea siempre fue intervenirlo considerando su relación con el entorno. Lo segundo, fue comenzar a investigar sobre otras formas de pintura. Así conoció, por ejemplo, el trabajo de figuras como los brasileños Os Gemeos y Herbert Baglione, y otros de carácter más clásico como el de David Hockney. “Como artista autodidacta he tratado de aprender lo que más he podido sobre las expresiones de pintura que me parecen pertinentes. Pintar en la calle me alimenta mucho, me acerca de una manera muy fuerte a la pintura. Lo que más me importa y me atrae del grafiti es su permanente capacidad para existir en el presente”, cuenta.

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Fue en el año 2000, luego de pintar la fachada de un almacén de Bellavista, que el nombre Basco Vazko se hizo conocido. Entonces se dio cuenta de que su trabajo podía gustar y comenzó a vender los collages y pinturas sobre papel y tela que hacía en su taller, cuando no estaba pintando en la calle. Pronto lo empezaron a llamar de galerías y museos, y nunca más se detuvo: ha expuesto en China, España y Estados Unidos, su trabajo ha aparecido en revistas y libros de street art, y en 2009, incluso, participó en la exposición “Born in the streets” de la Fundación Cartier de París, que invitó a diez renombrados grafiteros del mundo para mostrar sus distintos estilos. Ese mismo año expuso “Evas” en galería Animal, su primera exposición individual en el país, que consistía en 30 portadas originales de la desaparecida revista chilena Eva, publicadas entre 1945 y 1954, que Vazko intervino con acuarela.

Ahora, tras cursar una residencia artística en Nantes (Francia) y vivir cinco meses en Estados Unidos, se prepara para inaugurar en Santiago “One Moment Art”, una iniciativa que invita a una serie de artistas a exponer en espacios no galerísticos y de gran valor patrimonial. Bajo ese precepto, Basco Vazko presentará una muestra a partir del 27 de febrero en la Biblioteca Nacional. “Se trata de nuevas pinturas y objetos intervenidos como piedras y libros en los que he estado trabajando el último tiempo. La serie principal es un grupo de 30 caparazones de caracoles de patio, que recogí por las calles de Santiago, para pintar”, cuenta.

En tus trabajos recurres a la acción de intervenir: si no son los muros, son hojas de revistas que pintas o recortas para hacer collages, ¿qué es lo que te atrae de esto? Me gusta infiltrarme, adaptarme a algo utilizando el lenguaje que estoy tratando de desarrollar. En definitiva, busco expandir una determinada imagen o lugar, y dialogar. Todo es parte de una misma línea: desde las revistas a los muros. Me atrae entrar en la ficción de si ciertos objetos son así -tal como los pinto- o no. Siempre he pensado en las pinturas que hago como una sola cosa continua: me llama la atención un muro y lo pinto, listo. Trabajo en coherencia con mis emociones.

En tus trabajos sueles descontextualizar imágenes para crear situaciones absurdas, que a menudo abordan el cuerpo como objeto y la sexualidad como tema, ¿qué es lo que te atrae de esa estética? La sexualidad es un tema que me encanta exagerar y transformarlo en imágenes absurdas. Me entretiene crear situaciones irracionales, y si están relacionadas con ideas y fantasías colectivas, mejor. Por otro lado, si algo de lo que pinto es considerado inquietante, o de cierta forma violento, no es algo que yo inventé. Es una interpretación que le dan los demás. Y eso es lo que quiero plantear.

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