Frida Escobedo, arquitecta mexicana: "Yo entiendo la vivienda de otra manera que un hombre"
Mujer, joven y reconocida. Una terna casi extraña para el mundo de la arquitectura, donde la paridad de género todavía es lejana, el tiempo es relativo y los premios muchas veces esquivos. Escobedo lleva 13 años profesionales en los que no solo ha recibido grandes distinciones nacionales e internacionales, realizado importantes obras públicas y enseñado en universidades, también ha puesto su nombre en la llamada nueva generación de arquitectos mexicanos, esos que traspasan fronteras, que marcan un estilo distintivo y que abren caminos de liderazgos femeninos. Desde su despacho en Ciudad de México cuenta cómo se va construyendo el hoy desde su mirada.


Dar con Frida Escobedo por estos días no es tarea fácil. Acaba de ganar el premio Arquitectura Emergente 2016, entregado por la revista Architectural Review de Londres, uno de los más prestigiosos para jóvenes arquitectos alrededor del mundo y, nuevamente, su obra La Tallera en Cuernavaca vuelve a la palestra. En realidad, nunca ha salido de ella, desde que finalizó la remodelación, en 2014, de la antigua casa estudio del famoso pintor muralista David Alfaro Siqueiros, para convertirse en un museo-residencia artística dedicado a la producción que incluye cafetería, librería, biblioteca, archivo documental, talleres y plaza, ha sido objeto de estudio y aplausos. Pero lo suyo todavía tiene más pasado, uno cargado de tantos premios que esta hoja no resistiría y muchos trabajos que dan cuenta de su versatilidad e inagotable curiosidad. Desde que formó su oficina independiente en 2006 ha sido firma de casas, hoteles y tiendas para privados, como también obras itinerantes (un escenario cívico para la Trienal de Lisboa o la museografía para la Museo Jumex), realización de diseño de objetos y mobiliario, junto con dar clases en universidades de Londres, Estados Unidos y México. Acaba de cumplir 37 años y la energía que tiene para viajar continuamente, estar en varios proyectos y hasta pensar en el futuro, no interrumpe su voz calmada ni pensamiento claro, ese que habla de mujeres, conceptos, visiones y por supuesto de su querida Ciudad de México.
¿Qué significa para ti La Tallera, obra por la que ganaste el premio Arquitectura Emergente este año? Más allá del premio, que siempre es grato, lo que me importa es ver que las ideas que planteábamos mientras diseñábamos el edificio han funcionado, que es activo, que la gente lo ha recibido bien. Es muy distinto hacer una obra pública a una privada, porque no hay directrices específicas. Aquí se entra en sintonía con un cliente que no conoces, que no existe, hasta que se empieza a usar el edificio, entonces es muy satisfactorio que esté funcionando bien.
¿Qué desafíos planteó La Tallera? Hacer obra pública en el contexto de México es complicado. Hay toda una historia de intereses políticos que se cruzan con los trabajos, hay que tener cuidado absoluto en los recursos, tratar de diseñar un edificio que no solo haga más con menos, también que no requiera de alto mantenimiento, que garantice que, de alguna manera, las ideas importantes no dependan de los detalles elaborados o de mano de obra hiperespecializada, porque muchas veces eso no se puede controlar, pero que sin embargo cuente con elementos que por lo menos para mí continúen con ciertas tradiciones constructivas. No se trata de hacer un edificio muy rápido, sino de tener muy claro cuáles son las prioridades y qué es lo que se quiere tener como estrategia y partir de ahí más que de los estilos.

¿Cuáles crees eran esas tradiciones constructivas? Me parece importante recuperar el tema de los oficios. Creo que es peligroso pensar que un edificio se tenga que hacer de manera rápida y con prefabricados que se importan, de catálogo. Tratamos de incorporar lo más que se pueda ciertos oficios a la obra, por ejemplo con canceles con herrería hechas a mano o elementos como la celosía, que es tradicional y presente en nuestra historia mexicana a lo largo de los años. También los materiales en crudo que exigen otros tipos de cuidado al principio de la obra pero que eventualmente es una mano de obra que ya sabe cómo ejecutar, poner el block, hacer un concreto aparente, y aunque tenga imperfecciones o errores como de textura, va hablando del oficio, de las condiciones con que se ejecutó y va patinando con el tiempo, más que tener un acabado perfecto.
¿Cómo te relacionas con los materiales, cómo los trabajas, eliges o investigas? En el caso específico de La Tallera era justo pensando en eso, en el que no sabíamos quién iba a ejecutar la construcción, si se iba a hacer en los tiempos políticos que nosotros estábamos esperando, porque a pesar de que se gane un concurso, no necesariamente se ejecuta en el mismo período político, lo que pone en riesgo las ideas. La estrategia fue hacer ideas muy simples, con materiales sencillos y que tuviese gestos más importantes como, por ejemplo, rotar los murales o generar un envolvente que unificara todo el edificio. En el fondo, que eso fuera lo que le diera la personalidad y las características más importantes, y los demás materiales, si tenían imperfecciones tan exageradas, no sucedía nada. Son materiales que al no tener acabados, sin recubrimientos aplanados, enyesados, colores o materiales que requieran de mucho mantenimiento, hacen que el edificio envejezca de manera digna aunque haya ‘poquitísimos’ recursos para mantenerlo. En general siempre pensamos en lo que puede sucederle a futuro y planear con eso.
¿Esa visión de los materiales abarca toda tu obra o va más ligada a las de carácter público, social? Creo que en estos momentos en todas partes del mundo es algo con lo que nos hemos ido topando, no solo en el contexto mexicano, incluso con clientes privados. Por ejemplo en Estados Unidos, siempre están buscando cómo hacer más con menos. Ya nuestras economías no son las de la arquitectura de las superestrellas, eso ya está viendo su recta final. Ahora la gente mira el cómo se pueden generar, con materiales más modestos, otras ideas, como las de confort y dinamismo de espacios sin tener que recurrir necesariamente a las formas complejas o materiales muy elaborados. Es algo que pasa en todas partes, y para nuestra oficina esa experimentación de materiales se combina con otros que pueden dar ciertos toques de otro tipo de confort o que envejezcan mejor, que pueden ser un poco más costosos pero que siempre tienen esta relación o búsqueda de ser honestos, de lo que son, de no pretender ser otra cosa.
¿Te identificas con ciertos materiales? Varían mucho de proyecto en proyecto. Me dicen que se ve que tengo una predilección por los materiales pétreos naturales o concreto aparente, pero no tenemos una paleta definida. De pronto coqueteamos con usar alguna película dicroica en cristal para alguna tienda porque hace un juego de luz interesante y funciona bien, como también hacemos mobiliario en cobre que es un material muy costoso ahora, pero se trata de un ejercicio con un acabado muy fino. Es ir jugando con el material y qué es lo que te puede ofrecer, no cerrarnos a una paleta específica.

México y Frida
Se asocia tu nombre al de la nueva arquitectura mexicana. ¿Sientes que hay una? No podría decirlo yo. Siento que lo que está sucediendo, por lo menos en la Ciudad de México, son muchas colaboraciones con oficinas y eso me parece muy valioso, no sucede en muchos países. Todo el tiempo estamos trabajando entre despachos, con gente más grande o menor, colaborando con distintas disciplinas. Cada oficina tiene su propia personalidad más que una nueva arquitectura, no sé si hay una. Creo que está surgiendo más una estructura de las estrategias que de los estilos.
¿Cómo se expresa el ser mexicana en tu trabajo? Nosotros tenemos una historia como de estratificar diferentes cosas y yuxtaponerlas. Si vas por la ciudad puedes ver un edificio colonial con cimientos precoloniales y luego arriba algo moderno porque le cambiaron las ventanas y son contemporáneas. Siempre hay una capa que va acumulando historia. Eso se ve en lo contemporáneo también y es algo como en nuestro subconsciente. También hay una relación que se asocia a la informalidad que es, para mí, la necesidad de resolver las cosas de una manera urgente, y por eso se vuelve muy flexible, se va adaptando a las normativas o rompiéndolas en el camino. Hay otra libertad en nosotros, una que pone encima pero respetando el pasado que siempre es fuerte, siempre emerge.
Y ese pasado es hecho más por hombres que por mujeres. ¿Sientes que estás abriendo un camino femenino? Creo que hasta no mucho la arquitectura estaba dominada completamente por hombres y que he sido afortunada de pertenecer a una generación en la que ya los despachos empiezan a ser liderados por mujeres, algo que hace poco solo se contaba con una mano. Esto está cambiando, pero todavía hay mucho que hacer por lograr una paridad de género. Hay muchas mujeres graduadas de arquitectas pero poco liderazgo laboral femenino, lo que quiere decir que pasa algo, que hay que revisarlo, ver más posibilidades para que las mujeres en edad reproductiva puedan seguir manteniendo sus trabajos. Y eso en todo, no solo en la arquitectura.
¿Hay una arquitectura de hombre y otra de mujer? Sí, porque se vive la ciudad de manera distinta, y todo en realidad. Ciudad de México tiene muchas limitaciones para las mujeres, como no poder caminar al igual que un hombre de mi misma edad, sola a las 10 de la noche sin sentirme vulnerable. Eso definitivamente modifica el cómo trabajas, entiendes y ves la ciudad. Yo entiendo la vivienda de otra manera que un hombre porque la viví de otra forma. Ahora, creo que hay una oportunidad en reconocer esas diferencias. Tenemos a otra población que es la mitad de la ciudad que tiene las mismas problemáticas. Al final del día es otra forma de entender el mundo que da una oportunidad.
Futuro
¿Para dónde va tu arquitectura? Me lo pregunto todos los días. ¿Qué sigue, qué me preocupa?, importa. Espero que cada día mis preocupaciones tengan una dirección hacia dónde se puede hacer más trabajo efectivo, tal vez no tan enfocado a los clientes privados, sino más arquitectura pública; me interesa mucho el tema de la vivienda como también el cruce de las disciplinas. Me gusta mucho este límite entre la arquitectura, el arte, el diseño, es un umbral que me ha ocupado los últimos años y que me gustaría seguir explorando. También la academia, que la he hecho y que a pesar de viajes y proyectos, quiero seguir vinculada. Todo esto mantiene estas preguntas vigentes, no quiero dejar de cuestionarme hacia dónde voy.
¿En qué proyectos estás ahora? Varios, en México y Estados Unidos. Recién terminamos una celosía de 4 niveles, una intervención o pieza artística dentro de un edificio de Legorreta + Legorreta en la Universidad de Standford. Y estamos entregando dos tiendas para una compañía que se llama Aesop en Miami, y si todo va bien haremos el estudio de un artista que vive entre Cuernavaca y Nueva York.
¿Cuál sería un sueño de construir? Mi propia casa. Me la imagino como una combinación contradictoria porque me encanta vivir en la ciudad, es fundamental para mi trabajo hacerlo, pero al mismo tiempo disfruto mucho cuidar de mis plantas y tener mi espacio verde aunque sea muy pequeño.
Hoy, Frida, ¿tienes una filosofía de vida? ¡Qué difícil! Tal vez dentro de unos años, ahora estoy aprendiendo. d
COMENTARIOS
Para comentar este artículo debes ser suscriptor.
Lo Último
Lo más leído
2.
3.
Contenido y experiencias todo el año🎁
Promo Día de la MadreDigital + LT Beneficios $3.990/mes por 6 meses SUSCRÍBETE