La capilla

Fotos: Gabriela Daltro.

Reminiscencias del movimiento hippie, arte popular y naíf, tranquilidad y calidez frente al tibio mar de Bahía son algunos de los encantos que combina esta posada. La invitación es a ser un huésped, no un cliente.




La pequeña aldea pesquera de Arembepe empezó a recibir visitantes como Janis Joplin y Mick Jagger en la década de los 60, cuando jóvenes de todo el mundo le dieron fama de balneario hippie. Ahora que Vietnam, la Guerra Fría y el lema de ‘amor y paz’ ya son parte de la historia, se estudian proyectos para hacer un museo al aire libre que celebre el auge del movimiento en esa región.

Una de las playas más bonitas y tranquilas de Arembepe es Praia do Piruí; en esas arenas descansa la Pousada A Capela. En el límite de Camaçari, a unos 30 kilómetros del Aeropuerto Internacional de Salvador, sus 17 departamentos ofrecen la combinación que suele buscarse en Bahía –comodidad, tranquilidad, calidez, deliciosa comida casera, frente a un mar sin olas y con cálidas piscinas naturales de agua azul–, pero con una formula única.

La Posada

“El proyecto Pousada A Capela fue extremadamente desafiante y uno de los principales en mi carrera. La construcción ya existía en partes. Allí, uno de los propietarios tenía una casa en la playa, dentro de una parcela de 5.000 m². La casa era pequeña y muy sencilla; al lado tenía una capilla, construida por el primer dueño del terreno como regalo para su esposa. Cuando surge el deseo de transformar el espacio en una posada, tuvimos como premisa la idea de preservar al máximo la construcción existente, respetando las características de la arquitectura local y utilizando como símbolos las construcciones vernáculas existentes en el pueblo de Arembepe”, explica Gabriel Magalhaes, arquitecto egresado de la Universidad Federal de Bahía (y la Universidad del País Vasco) que tiene su oficina y ha hecho la mayor parte de su carrera en esta zona de Brasil.

Pousada A Capela no hace ningún esfuerzo para verse como un hotel estándar, porque en realidad no lo es. La sensación que busca transmitir se parece mucho más a la de ser huésped en el hogar de alguien que nos genera mucha confianza, que realmente nos hace sentir como en casa. Pisos de cemento quemado y paredes de yeso pintado forman una base neutra, simple y orgánica para que destaquen con toda su personalidad una serie de objetos minuciosamente curados. Tanto muebles como complementos tienen fuerza de manera individual, y en combinación crean una atmósfera de animada comodidad. La mayoría de los muebles se obtuvieron en tiendas de segunda mano. Sobre ellos y en las paredes se exhibe una nutrida colección de arte popular y naíf, cuyas piezas además están a la venta para los interesados.

El arquitecto Gabriel Magalhaes tuvo razones para considerarlo un desafío. Pasó de tener tres habitaciones a 17 y hubo que crear una serie de zonas comunes que fueran capaces de satisfacer las necesidades de servicio y ocio de los huéspedes. “Por tratarse de un espacio que existía anteriormente, las diferenciaciones de los apartamentos ya se han producido de forma automática. Todas las suites tienen diferentes tamaños y decoraciones. No hay un apartamento estándar ni un modelo replicado. Todos se adecuaron en el proceso de remodelación y en los espacios construidos desde cero. Se cuidó crear relaciones que favorezcan la comodidad del huésped y la característica de ser una posada con encanto. Luego se valoraron cuestiones como la vista al mar, la amplitud de los apartamentos, la existencia de bañera o jacuzzi en algunos, la posibilidad de camas dobles o camas auxiliares. La diferenciación de los modelos de apartamentos también ayuda en la definición de las tarifas de alojamiento y en el plan de negocios propio de la empresa”.

La capilla que da el nombre a la posada –dedicada a San Judas Tadeo– la hace un destino especialmente apetecido por parejas que celebran su matrimonio o renuevan sus votos. @gabrielmagalhaes.arq

Ideas que inspiran

Aires de relajo con colores turquesas, blancos y cálidos invitan a disfrutar el presente.

1. Turquesa: Banca tradicional de la isla de Java, Indonesia, hecha en madera de teca, tallada y pintada a mano con la técnica del decapado, que otorga el aspecto del paso del tiempo, $960.000 (@tigalas.deco) 2. Mesa lateral, cubierta de mármol y madera teca, pieza única de Indonesia, $480.000 (@tigalas.deco) 3. Espejo Saphed Mod, madera de India, tallada a mano, $69.990 (@thewallrepublic) 4. Colgador Haath, $12.990 (@thewallrepublic) 5. Ficus, en macetero alto de polipropileno marmolado, con terminación de corteza de pino, $162.000 (@decoplantas) 6. Cojín bordado a mano, artesanía típica de Perú, con relleno, $35.000 (@atikux) 7. Set 4 boles de cerámica, multicolores, $39.990 (@ameritexcl) 8. Baldosas decoradas a mano, 20 x 20 cm, modelos Giglio y Lorient, consultar precio (www.baldosascordova.cl).

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